Y tras Franco, todos los de su bando

La mayoría en las Cortes prefiere apoyar a Stalin que a Churchill, De Gaulle y Eisenhower. No paramos de mejorar

Margarita Robles, ministra de Defensa EFE
Ramón Pérez-Maura

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Tiene delito que quienes nunca fuimos franquistas, ni por edad, ni por nuestros lazos familiares, tengamos que salir a denunciar la mentira que en este momento rodea al régimen del dictador. La mentira nunca hace libre a nadie. Porque Franco fue un dictador, pero no el genocida equiparable a Hitler y Mussolini que se quiere ahora caricaturizar. De los cuatro países que derrotaron al nazismo y al fascismo, tres tuvieron máximos dirigentes que mostraron su cercanía y apoyo a Franco. Es decir, no debían de ver en él a un Hitler o un Mussolini. Los dos generales de aquella guerra que llegaron a presidentes, Eisenhower y De Gaulle, vinieron a Madrid a dejarse ver con Franco. El norteamericano recorrió la Castellana en un descapotable con la multitud -entre la que estaba Juan Luis Cebrián- aclamando «¡Ike! ¡Ike! ¡Ike!» y «¡Franco! ¡Franco! ¡Franco!». De Gaulle vino a abrazar a Franco a los 15 días de dejar la Presidencia. Y Churchill dejó por escrito su opinión sobre Franco, bastante positiva la mayoría de las veces -aunque no todas-. Pero claro, como Stalin no se iba a humillar, nunca reconoció lo que había pasado en España. Ahora va a resultar que el respeto a los Derechos Humanos lo define Stalin. Hogaño, la mayoría en las Cortes Españolas prefiere apoyar la posición de Stalin que la de Churchill, De Gaulle y Eisenhower. No paramos de mejorar.

Y puestos a denostar a Franco, lo siguiente es el agravio a todos los muertos de nuestra guerra civil que estuvieron en su bando. Porque es mentira que el objetivo de la reforma de la Ley de la Memoria Histórica sea rendir homenaje a todas las víctimas. No hay más que ver el proyecto de ley que presentó Margarita Robles hace ocho meses, el 22 de diciembre de 2017, para reformar esa ley. Ahí queda claro que las únicas víctimas de la guerra fueron los del bando republicano. Dice ese proyecto en su artículo 2 que: «A efectos de la presente Ley se consideran víctimas todos aquellos y aquellas, con independencia de su nacionalidad que, por su lucha por los derechos y libertades fundamentales del pueblo español, hayan sufrido los mencionados daños como consecuencia de acciones u omisiones que violan las normas...». Yo no discutiré que todos, de uno y otro bando, creían que luchaban por la libertad. Incluso Enrique Líster, El Campesino y Agapito García Atadell, de espeluznante memoria en la Casa de ABC. Me gustaría saber si los muertos que ellos asesinaban sin ninguna medida estaban mejor asesinados que los que dicen que mataba el general Queipo de Llano. Me gustaría, en fin, que el presidente Sánchez o la ministra Robles nos aclaren si todos los muertos del bando vencedor son también víctimas y, por lo tanto, van a quedar sepultados donde están si es que sus familias no quieren llevarse sus restos.

Vivimos una inmensa impostura. Yo hago un modesto llamamiento a quienes sienten afinidades ideológicas de izquierda. Sean conscientes de a dónde está llevando este país el presidente del Gobierno. Se está buscando la confrontación una vez más. Se está mintiendo y, lo que es peor, Partido Popular y Ciudadanos no tienen el valor de hacer frente a la mentira porque les da miedo el qué dirán. Yo no sé -aunque algo me lo imagino- lo que dirán en el futuro. Lo que sí sé es lo que podemos decir ahora: que un régimen político que funda su legislación en la mentira pierde toda legitimidad. Y quien no se atreve a votar contra esa mentira en las Cámaras difícilmente podrá nunca reivindicar la legitimidad de su acción política.

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