Política de mentiras y de apariencias

Para que no se hable de su molicie, Sánchez aparenta que trabaja presentando un plan genial para exhumar a Franco

El presidente Pedro Sánchez durante una rueda de prensa en La Moncloa JAIME GARCÍA
Ramón Pérez-Maura

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Pedro Sánchez sigue disfrutando de unas vacaciones inverosímiles. A los dos meses de empezar en su nuevo empleo se ha tomado varias semanas de esparcimiento. ¿En qué empresa pública o privada se permitiría eso? Ya sabemos que en ninguna, pero a Sánchez eso le da igual. Él ha tenido dos meses agotadores colocando a los suyos y como en España tampoco hay mayores problemas, se ha ido a descansar.

Para que no se hable de su molicie, Sánchez quiere aparentar que trabaja presentando un plan genial para exhumar a Francisco Franco del Valle de los Caídos. Al parecer se va a hacer, por vía de decreto ley, una modificación de la llamada ley de la memoria histórica. Se pretende así que la familia no pueda reivindicar sus derechos. Si eres nieto de Franco no tienes derechos. Pues podrán modificar esa ley y decir lo que tengan por conveniente. Pero esa ley nada tiene que ver con el fondo del asunto. Por más que «El País» dijese ayer que «el presidente Sánchez habló con el arzobispo de Madrid, Carlos Osoro, y éste le dejó claro que no habrá oposición de la Iglesia» la verdad es otra. En primer lugar el cardenal Osoro me afirma que nunca ha hablado con el presidente Sánchez. Nunca. Y en segundo lugar su posición sigue siendo la misma: el Gobierno tiene que llegar a un acuerdo con la familia. Y si no lo hace, ni el prior de la Basílica ni él pueden autorizar la exhumación. Pero aquí interesa mentir y confundir. A partir de ahí se añade que hasta el Papa Francisco está a favor de este acto político. No sé yo a quién le habrá dicho el Papa que él está a favor de violar la jurisprudencia del Supremo español según la cual los restos mortales de cualquiera son propiedad de su familia y que son los descendientes quienes tienen que disponer qué se hace de ellos. Se miente también hablando del «Concordato» de 1953 como causa «franquista» de la inviolabilidad de los lugares sagrados. La realidad es que ese Concordato ya no está en vigor y esa inviolabilidad se deriva de los acuerdos bilaterales con la Santa Sede firmados por el ministro de Exteriores Marcelino Oreja cinco días después de entrar en vigor la Constitución de 1978. Así que la única salida posible, respetando la ley, es que el Gobierno convenza a la familia, lo que no parece fácil porque, como es lógico, los nietos del general no quieren que se haga un uso político de los restos mortales de su abuelo. ¿Por qué iban a aceptarlo?

Mientras Sánchez hace que nos enzarcemos en este debate para no hablar de lo que de verdad importa, se siguen diciendo todo tipo de medias verdades que en realidad son mentiras. Se habla de que en Alemania o en Italia sería inimaginable un mausoleo a Hitler o Mussolini. Y, afortunadamente, es así. En cambio se obvia mencionar que el mayor genocida del siglo XX, el que más muertos ha causado en el mundo entero sigue contando con un espléndido mausoleo en Europa al que en democracia se sigue haciendo peregrinar a los escolares. Y confieso que yo mismo he estado en ese lugar. Está en la Plaza Roja de Moscú y allí es exhibido Vladímir Ilich Uliánov «Lenin» con una impudicia sin igual. Los muertos que ha causado en todo el mundo el comunismo de Marx, redefinido y ajustado por Lenin, están por encima de los cien millones de personas. A lo que hay que sumar los encarcelados y perseguidos políticos. Probablemente por encima de 500 millones. Pero Lenin era un «dictador bueno». Pues ustedes me disculparán el atrevimiento, pero yo creo que un poquito menos «bueno» que Franco. Comparen España 1975 y la URSS 1989. Con perdón.

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