La primavera que nunca existió

Ha pasado medio siglo de la Primavera de Praga, aquel sueño que se desvaneció y que se ha pretendido mantener vivo

Hermann Tertsch

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Ha pasado medio siglo de aquel sueño que se desvaneció. Y que tantos han pretendido mantener vivo como el enésimo señuelo para una nueva edición del engaño. Querían construir un «socialismo con rostro humano» -«socialismus s lidskou tvárí»- y ya entonces estaba claro que ese socialismo no existe. En cuanto el rostro era humano de verdad y demandaba libertades y derechos individuales, se volvía contra el socialismo y se convertía en un movimiento anticomunista. Exigía soberanía nacional y desafiaba a la hegemonía soviética. En eso tenía toda la razón Moscú. Como en 1953 Berlín este, en 1956 Hungría y Polonia, Checoslovaquia intentó la cuadratura del círculo y en siete meses reveló su fracaso. El 5 de enero de 1968, en el Congreso del Partido Comunista, Alexander Dubcek había logrado hacerse con la dirección y lanzó un proyecto reformista liberalizador. No eran nuevos estos intentos de apertura en el bloque soviético. La creatividad y la frescura cultural e iniciativa popular en aquellos meses en que se volvió a creer que la libertad era posible se generaron inmensas ilusiones.

En la propia Checoslovaquia tras un estalinismo especialmente canalla y humillante en el régimen comunista europeo más occidental y desarrollado. También en los otros países del Pacto de Varsovia donde se disipaba el efecto paralizante del terror por el aplastamiento del levantamiento húngaro. En Occidente veían aquellas reformas como un bienvenido pulso y desafío a Breznev llegado al poder en 1964. En agosto dejó claro que su doctrina reafirmaba la limitación de la soberanía de sus aliados. Los fracasos rotundos de la revuelta estudiantil de 1968 en París, Fráncfort y otras ciudades occidentales y de la Primavera de Praga no supusieron, en contra de toda lógica, el final definitivo de los intentos de construir el socialismo. Esos que hoy continúan cien años y cien millones de muertos después de comenzar en octubre de 1917. El engañó colectivo también en las democracias permitió que siguiera viva esa llama tóxica de un proyecto criminal y totalitario. Lo que explica que en cada generación haya un número determinado de gentes que creen que el socialismo fracasó con sus millones de asesinatos e infinita miseria y hambre solo porque no estaban ellos para aplicarlo correctamente. Y que ahora sí, en su intento se conseguirá. Así han ido creciendo las montañas de cadáveres que se elevan hacia el cielo.

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