Hermann Tertsch

Lobos y payasos

La izquierda busca salvarse en el radicalismo antioccidental

Hermann Tertsch

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La izquierda clásica europea está hoy en una crisis existencial que produce de forma muy desordenada líderes agónico. Como tales surgen monstruos y payasos. El SPD ha hecho todo un alarde en quemar líderes a alta velocidad. De ambos tipos. Los grandes dirigentes históricos de la socialdemocracia europea, tales como Willy Brandt , Olof Palme , Bruno Kreisky e incluso Francois Miterrand , eran políticos con un formato personal y cultural que se plasmaba en una plena y natural lealtad a la civilización occidental y su escala de valores. Lo que hoy la izquierda líquida del neomarxismo radicalizado tacha de posiciones derechistas. Se vio con Helmut Schmidt, el último en morir. Schmidt despreciaba la nueva izquierda. Era mutuo.

Hoy la socialdemocracia está sólidamente secuestrada por partidos otrora democristianos, social-liberales y centristas. Así las cosas, la izquierda tradicional se ha mudado al extrarradio donde compite con sus peores enemigos y frecuentes aliados, los comunistas. Durante mucho tiempo a Jeremy Corbyn se le tuvo por payaso . Por un radical hiperventilado que, con menos brillantez y menos cultura, haría de Michael Foot para garantizar la derrota permanente del laborismo. Hoy Corbyn entra de lleno en la categoría de «monstruos», líderes desinhibidos, sin anclaje cultural pero ideologizados, que son un peligro real para la democracia. Plenamente capaces de asumir la destrucción de la sociedad occidental de libertades.

En la misma categoría están Pedro Sánchez y a Pablo Iglesias. Hay en Alemania quienes temen que el radicalismo de Corbyn, Sánchez e Iglesias, sea contagioso . Indicios hay. Die Linke, el partido izquierdista de Lafontaine y Wagenknecht, juega con el frentepopulismo. En el SPD no todo es rechazo. Corbyn tiene el lastre del antisemitismo, peste que afecta a todo el laborismo. Lo que es un freno en Alemania. No en España, donde la izquierda ya va casi por delante de Corbyn en la judeofobia y el odio a Israel. La cruel paradoja que puede acelerar su fin está que la izquierda tradicional ve cómo su base electoral deserta hacia nuevos partidos de la derecha, pero intensifica su odio a Occidente, una causa de su fracaso.

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