¿Independencia a plazos?

Se trata de una partida entre dos tramposos que se necesita

JAIME GARCÍA
José María Carrascal

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Leo y oigo por todas partes que Torra recula, tropieza, se contradice, es criticado incluso por los suyos. No hay que hacerle, pues, mucho caso. Pero Sánchez sigue interesado en dialogar con él, aunque haya rechazado su oferta de encuentro para hablar de todo , incluido un referéndum de autodeterminación -lo que sería una bajada de pantalones-, pero enfatiza los contactos que tienen en distintas comisiones, «que están dando ya sus frutos», según la inefable sra. Celaá. ¡Y tanto que los están dando! El Estado ha asumido parte de la deuda catalana a corto plazo y se dispone a eternizar la larga. Lo que me preocupa. Primero, porque esas cuestiones que, según la misma fuente, «incluyen más recursos e infraestructuras» , deben tratarse con todas las comunidades, no de forma bilateral. Luego, porque «más autonomía, no soberanía», puede ampliar el autogobierno hasta amenazar la cohesión del Estado.

Tanto el gobierno Sánchez como el de Torra son tremendamente débiles por sus escasos diputados y sus muchos enemigos en su campo y en el contrario, lo que, a efectos prácticos, los convierte en aliados, pues, si uno cae, cae el otro. Y aquí llegamos a la pregunta del millón de dólares: ¿e stamos ante el paripé del policía malo (Torra) y el policía bueno (Junqueras) para que Sánchez pueda ceder al nacionalismo catalán una quasi soberanía -mejor financiación, indulto de los dirigentes detenidos, restauración de los artículos del Estatuto eliminados por el Tribunal Constitucional- a cambio de posponer la declaración de independencia hasta que esté más madura, o las cosas han ido demasiado lejos y ni Torra puede ofrecer a sus radicales menos que la República Catalana prometida ni Sánchez puede darle ese trozo de España, con los catalanes que se sienten españoles dentro, aunque quiera?

Se trata de una partida entre dos tramposos que se necesitan más que rivalizan e intentan engañar al común de los españoles y a sus propios seguidores, que empiezan a desconfiar de ellos tras haberles mentido a trochemoche. Por otra parte, esta partida dura ya demasiado y el remedio que se le viene aplicando, la «conllevanza» orteguiana -aguantarse mientras se apacigua al nacionalismo catalán con más privilegios- no da más de sí porque el independentismo es insaciable -ahí tienen al vasco pidiendo la Seguridad Social-, y los españoles estamos hartos de tanto chantaje.

Hay que agarrar al toro por los cuernos; quiero decir, aceptar lo que somos y cómo somos: una nación plural , como tantas, pero con más rasgos comunes e intereses complementarios que diferencias, aunque nos empeñamos en acentuar éstas y olvidar aquéllos. Esta crisis es un buen ejemplo: ¿hay en esta tierra de garbanzos alguien más terco, emocional y pueblerino, es decir, español típico, que Torra? ¿Puede hacerse mayor barbaridad que separar Cataluña de su entorno, mercado, comunidad natural que es España? Me dirán que el brexit . Falso: Inglaterra nunca ha estado unida a Europa, y Cataluña lleva cinco siglos en España. Pero nosotros, llevados por nuestro feroz individualismo, aún no nos hemos enterado de que vivimos mejor juntos que separados.

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