El efecto Flynn

Me temo que no estamos exentos de repetir los errores que cometieron anteriores generaciones

Pedro García Cuartango

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James Flynn fue un investigador neozelandés que acuñó la teoría de que el coeficiente intelectual de los individuos en los países occidentales crece tres puntos por década. Pero las conclusiones de Flynn han sido cuestionadas por otros científicos, ya que resulta muy difícil medir la inteligencia.

Puede que efectivamente los hombres vayan desarrollando aptitudes cognitivas en las disciplinas científicas o en el uso de los ordenadores, pero también está demostrado empíricamente que los pobladores del Paleolítico poseían excepcionales cualidades para sobrevivir en un entorno hostil.

Como refleja Steven Pinker en su último libro, titulado En defensa de la Ilustración , nuestros pasados de hace 30.000 años, tenían conocimientos muy complejos en la fabricación de herramientas de piedra, en el trabajo de las pieles, en las artes de la caza y en las cualidades de las plantas. Un individuo del Paleolítico podía diferenciar cientos de productos vegetales a los que sacaba rendimiento por sus propiedades alimenticias o curativas.

Pinker llega a afirmar que el cerebro de los hombres del Paleolítico era más grande que el nuestro, lo cual no significa nada. Tan ilusorio parece creer que somos más inteligentes que nuestros bisabuelos como lo contrario. Miles de años no son nada para que cambie la genética o el cerebro humano, que son el resultado de una evolución de millones de años.

El libro de Pinker es muy interesante porque nos arroja luz para tener una perspectiva del progreso. Es cierto que la tecnología ha modificado nuestra existencia en las últimas décadas, pero las grandes revoluciones modernas que han generado una transformación de las condiciones de vida son la electricidad y el acceso al agua.

Pinker considera que el pensamiento occidental de los dos últimos siglos ha estado marcado por una visión pesimista del hombre y sostiene que la Ilustración fue un enorme salto que nos permitió guiar nuestras decisiones por la razón. Aunque ello parezca una obviedad, hay que recordar que Kant tuvo problemas por defender su autonomía frente a la fe o la autoridad de los gobernantes.

Ha sido la confianza en las virtudes de la ciencia y el triunfo del humanismo lo que ha producido avances materiales y conquistas sociales sin precedentes, lo que se traduce en magnitudes tangibles como el incremento de la longevidad, la mejora de la alimentación o la drástica disminución de los conflictos armados.

Sería innecesario recordar estos hechos si no fuera por la expansión del populismo y de la demagogia de líderes políticos y sociales que fomentan la fe en lo irracional y prometen soluciones milagrosas a los problemas complejos. Como no creo que seamos hoy más listos que en el pasado, me temo que no estamos exentos de repetir los errores que cometieron anteriores generaciones. Por eso, merece la pena reivindicar la Ilustración en el sentido kantiano, cuyo imperativo categórico me parece más vigente que nunca.

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