REPORTAJE

Parado, de 20 a 30 años, con antecedentes, los 'cachorros' del hachís que no duermen

El problema del narcotráfico en La Línea transciende desde hace años al terreno social y educativo. «Se ha inculcado de generación en generación como una forma de vida que da mucha pasta»

Agentes de la Policía Nacional identifican a un joven en La Línea durante un control. N. RICO

M. ALMAGRO

Chandal con capucha, zapatillas de marca caras, un porro en una mano, y en la otra, una bebida energética. Así, apoyados en cualquier rincón se pasan las horas decenas de jóvenes en La Línea a la espera de que una llamada les dé el aviso para ponerse en marcha. Esa es la estampa del último eslabón de este submundo oscuro y millonario que se está complicando cada vez más y que tanto daño le está haciendo a la imagen de un pueblo que intenta sobreponerse cada día de forma honrada a esta maldita etiqueta.

Pero es difícil luchar contra el que no quiere cambiar. Los 'cachorros' van a seguir esperando. Ahí, con tranquilidad. Se ha convertido en una forma de vida. Les suena el móvil. Llega el mensaje del intermediario: hay que trasladar la mercancía de sitio o desembarcar el hachís o el tabaco que llega a la playa. Por darse ese 'paseo' ganarán en una noche lo que cobra un trabajador con un salario medio en todo un mes. Si lo hacen a menudo pues en un mes lo que otros en un año. «Es dinero fácil. Se trata de llenar la barriga sin mover la espalda» . Habla un agente experto que se ha cruzado durante muchos años con este tipo de chicos que prefieren dedicarse al delito antes que intentar ponerse a trabajar. Buscar uno de estos nombres en cualquier registro de vida laboral es inútil. «Cuando los coges, te dicen que no tienen otra cosa y que hay que comer pero ya podrían poner aquí seis fábricas que estoy convencido que la mayoría seguiría tirando por esa vida… Es lo más cómodo», afirma rotundo este policía.

En casa desde hace años

Y aunque ahora se esté retransmitiendo casi en directo lo que sucede en La Línea en todos los medios, el problema no es en absoluto nuevo. Precisamente por eso, porque tiene una trayectoria bastante profunda y larga, es más difícil de erradicar. «El tráfico de tabaco y hachís se ha inculcado de generación en generación como una forma de vida que da mucha pasta. El que se dedica ahora a esto ha visto que su hermano lo ha hecho, o su primo, su padre... Se han acostumbrado a jugársela, lo han normalizado y a cambio tienen buenos coches, teles de plasma, los últimos móviles, motos, cocaína... lo que quieran por hacer poco. Es un problema social y educativo claro».

«Han visto que lo han hecho sus padres, sus hermanos, primos, amigos... se ha socializado»

Control policial en La Atunara. N. RICO

Las palabras de este agente se ajustan perfectamente a lo que está pasando. Basta con rebobinar unos días y ver el vídeo de unos chavales alardeando sin pudor de estar traficando con tabaco en la playa de Poniente. Grabándose ellos mismos, presumiendo de infringir la ley. O retrotraerse solo unas horas y recordar el último episodio ocurrido en el barrio de San Bernardo. Un nuevo capítulo de una historia que no termina. Allí, unas doscientas personas salieron a defender a uno de estos jóvenes delincuentes, de chandal y red bull, que iba a ser detenido por llevar un coche cargado con más de 500 kilos de hachís. «Cuando la gente se tira la calle a las dos de la mañana a defender el delito es que está pasando algo muy grave . Se ha socializado, se disculpa y se apoya». Además no existe el respeto a la autoridad. Los policías tuvieron que dar tiros al aire para intentar evitar ser agredidos.

El último fugado es otro joven de 27 años del mismo perfil que todos los que se meten a traficar

Y el protagonista, el que pudo darse a la fuga con la ayuda de vecinos, amigos y 'simpatizantes', ha sido de nuevo otro joven cortado por el mismo patrón. La Policía busca a Gabriel M. R., de 27 años, otro supuesto 'cachorro' de alijos. A finales de la pasada semana se detenía a uno más, Michel H., alias El Toallitas, por su supuesta implicación en el asalto del hospital para liberar a un narco. El juez ordenó como medida cautelar su ingreso en prisión. Tiene 25 años y varios antecedentes a su espalda. Mismo perfil que los otros dos hermanos detenidos por los mismos hechos, Eduardo e Ismael M. C. y, seguramente que como el resto de la banda que encapuchados entraron de manera impune al centro hospitalario para llevarse a la fuerza a Samuel Crespo, el supuesto narco que, con 32 años, es también otro rostro de un problema que se enquista cada vez más.

«No todo se puede resolver con actuaciones de la Guardia Civil o de la Policía», decía este martes el Secretario de Estado de Seguridad, José Antonio Nieto, respaldando el mensaje que vienen repitiendo colectivos y plataformas que luchan contra el narcotráfico en el Campo de Gibraltar y que conocen de cerca la realidad diaria de esta problemática. Asociaciones, agentes y ciudadanía piden una actuación integral , un plan social distinto y más completo que vaya más allá de la seguridad, que es necesaria y urgente, pero no milagrosa.

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