LA GLORIETA

La barbacoa

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A mi vecino le gusta la carne en su punto.Vuelta y vuelta y con un puñado de sal gorda mientras el filetón coge color en la brasa. A la suegra de mi vecino le tira más la caballa. He oído desde el otro lado del muro de la casa que las envuelve en papel de plata para que no pierdan sabor y asegura que tiene un truco casero que se lo ha copiado el mismísimo Arguiñano. Les mete varias lonchas de jamón en la panza y les abre con el cuchillo un par de alegrías en los lomos para que penetre mejor el fuego por las escamas. La mujer de mi vecino es más aficionada a las chuletas de palo. Le gustan muy turradas y con algo de pellejo en el hueso. Son ésas de armónica que te las comes con los dedos por una punta y las liquidas por la otra a golpe de chupetones. El hijo de mi vecino es una criatura que está ahora en edad de crecer y no le hace ascos a una hamburguesa de pollo calada en un chusco de pan calentito.

La vida en un dúplex -da igual que sea en la playa o en cualquier urbanización cercana a la ciudad- es como asomarte al patio de luces de un piso pero sin toparte cara a cara con los vecinos. Conoces a la familia de al lado por sus gritos en el jardín y, en verano, por la barbacoa. No hay dúplex que se precie por estas fechas que no tenga una barbacoa nocturna. La Demarcación de Costas de Cádiz ha puesto especial empeño en restringir esta práctica en las playas y me pregunto si la medida la hará extensible a los dúplex y chalés de la provincia o, por el contrario, se lo endosará al Ministerio de la Vivienda. Por cierto, mi vecino prefiere la leña de encina al carbón vegetal que venden en las gasolineras.