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Rajoy o el apoyo de no apoyar

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Cómo ayuda más el PP a la negociación -no política, obviamente- del Gobierno con ETA: apoyando o rechazando esa negociación? Al PSOE y a casi todo el resto de las fuerzas políticas les desagrada que el PP se exprese contra el Gobierno desde una concentración de víctimas del terrorismo, formando un binomio en el que se confunde el interés político y el discurso moral, la dignidad del dolor y una estrategia partidista, pero también al PP le fastidia que el presidente Rodríguez Zapatero no dispense al líder popular las atenciones de las que se creería merecedor, y que en esta circunstancia tan especial, de tregua etarra y diálogos advertidos, parecen si no imprescindibles sí muy aconsejables.

Ha vuelto a ocupar amplio espacio urbano en Madrid una concentración antigubernamental de la asociación más voluminosa de víctimas de ETA, entre las que figuraban muchos dirigentes del PP y personalidades acreditadas de ese partido, aunque los discursos finales fueron recitados únicamente por miembros de la asociación. Y la respuesta del Gobierno ha sido la de tomar nota del hecho, pero sin considerarlo argumento suficiente para modificar el diseño que se habría realizado, en borrador aún, del llamado proceso de paz. Y, además de tomar nota de esa concentración y de la vivencia emocional que, inmersos en ella, parecían sentir los dignatarios populares, el Gobierno reiteró su oferta al PP de restablecer las relaciones abruptamente rotas por Rajoy en su comparecencia parlamentaria del pasado martes.

Rajoy apuntó algún indicio de que el diálogo entre él y Rodríguez Zapatero podría reanudarse, siempre que fuera éste quien tomara la iniciativa o hiciera la invitación, pero enseguida salió la voz nuclearia de Génova 13 y afirmó Acebes que el PP no ha cambiado absolutamente nada de lo roto y dicho, y que la reacción del Gobierno a la concentración del sábado ha sido «disparatada», pues en vez de entender que sólo cabe la disolución de ETA ha dicho a través de su secretario de Estado de Comunicación, Fernando Moraleda, que el Ejecutivo necesita el apoyo del PP para aumentar su fuerza en la negociación con ETA. Es decir, que va a haber negociación, cuando el sábado pasado centenares de miles de españoles pidieron, incluso, que no se dialogase con Batasuna.

Se prevé un panorama inmediato en el que es muy posible, y hasta probable, que Rajoy vuelva a entrar en La Moncloa para hablar del proceso de paz con Zapatero y, eso sí, sin que el líder del PP salga muy convencido de la sinceridad de su anfitrión, ni éste de cuánto tiempo logrará Rajoy mantenerse en un consenso que nunca pasaría de débil o muy débil. Ahora bien, y aquí está la madre de todas hipótesis, ¿qué le da a la posición del Gobierno socialista más fuerzas frente a ETA, el apoyo a regañadientes y siempre condicionado del PP o la retirada por el PP de todo apoyo al Gobierno?

Si el diseño del proceso siguiese por los cauces diseñados, resultaría previsible que la dirección popular continuara mostrándose renuente a cualquier apoyo a Zapatero, por lo que un lento, trabajoso y hasta penoso acuerdo, pero feliz, sobre el fin definitivo de la violencia terrorista, que difícilmente se cerraría en esta legislatura, no llevaría el visto bueno de la alternativa de gobierno sino su rechazo, lo cual no se sabe a quién debilitaría más, si a Zapatero o a ETA.

Zapatero sabe que existe la posibilidad de que haya alguna disensión minoritaria en ETA, contraria a la entrega de las armas, lo que derivaría hacia un terrorismo sin apoyo social, al estilo del GRAPO, y sabría ETA que la alternativa de gobierno a Zapatero es el PP, por lo que tal vez entendiese que las negociaciones, o, más bien el diálogo sobre presos, debiera desarrollarse con cierta rapidez.