CHARLETAS GADITANAS

La mili

Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

Hace muy poco tiempo que el servicio militar ha pasado de ser obligatorio a ser un ejército profesional. Afortunadamente, y gracias a esta nueva disposición, ha dejado de ser un gran problema para muchos de nuestros jóvenes que sufrían la cantidad de obstáculos que se les planteaban por culpa de la dichosa mili, ya que ello conllevaba las prórrogas, el no poder ocupar un puesto de trabajo por tener pendiente el servicio militar, etcétera.

Se decía que la mili a muchos les venía bien, ya que aprendían a conducirse por la vida de otra manera y aprendían cosas que más tarde les servían para un futuro. No veía yo que les viniese bien a muchos estar durante el servicio militar haciendo labores domésticas en casa de cualquier jefe u oficial soportando bastantes humillaciones por el mero hecho sólamente de estar rebajado de guardias. Recuerdo cuando llegaban para incorporarse los mozos, como así se les llamaba; muchos de ellos jamás habían salido de sus pueblos o aldeas, de forma que cuando lo hacían por primera vez era para incorporarse a la mili. Llegaban a Cádiz con sus maletas de madera amarradas con una cuerda, una caja de zapatos donde solían traer alguna comida para los primeros días hasta que se acostumbraban al rancho; algunos venían acompañados de sus padres. En verdad daba pena ver a muchos padres en la puerta del cuartel, que le llamaban de transeúntes, y era donde reunían a los reclutas antes de que salieran ara los campamentos de instrucción correspondientes, como Cerro Muriano, Ovejo, Camposoto, etcétera. Ver todo esto, francamente, no era muy estimulante, y sobre todo hubo una época que para marchar a los destinos señalados eran transportados en vagones de ferrocarril como vulgares mercancías. Había que tener en cuenta que por aquellas fechas el tiempo de servicio era de dos años en la marina y dieciocho o veinte meses en tierra. Poco a poco la cosa se fue humanizando un poco y los transportes se hacían de otras formas, bien en tren en vagones de viajeros o en autocares.

Los mozos capitalinos tenían mejor suerte, unos porque sentaban plaza de voluntarios en cualquier cuartel de la localidad y se ahorraban el campamento. Aunque de esta forma de servicio era tres años, la mayoría ya tenían su enchufe, y no de electricidad, preparado, iban a la jura de bandera y al cabo del tiempo volvían por la licencia.

Hubo algunos que llegaron de sus pueblos y a los que la mili les abrió los ojos y se dieron cuenta de que en la capital estaban mejor que en el pueblo, muchos se echaban novias y buscaban un puesto de trabajo en la ciudad y ya no volvían al pueblo. Hoy, por lo menos, aunque corto, tienen un sueldo, pero antes ni eso.