Los chiringuitos gaditanos se han apuntado a la gastronomía gourmet
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Novedades y chismes del inflado mundo gastro

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Estoy hasta la thurmix de gastromanía. De hecho, no me apetece ni comer en la calle. Que nadie insista en invitarme. Por favor, que nadie tire bocadillos de jamón.

Todos esos cocineros que se toman tan en serio, que salen en los medios como los toreros, con la mano en la barbilla, mirando al techo, haciéndose los profundos y los espirituales, usando palabras que nos quedan grandes a todos (a ellos más)...

Y los 'aficionados', y los blogueros. Hay más gente escribiendo que leyendo, cojones. Y tanta receta. Y los críticos. Qué pesadez.

Con lo sencillo que fue siempre tomar tapa, copa y café en el bar del barrio, sin tener que sacar conclusiones para compartir, ni fotos, ni demasiados billetes del bolsillo trasero.

Pero uno es esclavo de sus palabras.

Lo prometido es duda y mientras me voy quitando quedé en mandarle alguna vez alguna entrada a la compañera que hace la sección gastromaníaca de LA VOZ así que me pondré a ello con los últimos chismes que me han llegado para hacerle publicidad gratuita (poca o mucha, grande, pequeña o mediana) a unos cuantos.

A ver, una cosita rápida, que tengo que seguir con Muñoz Molina, Los Soprano, la Champions, los play-off de la NBA, Los Lannister, Sia, Don Draper, McNulty, Neuman y Coque Malla...

1. Me asombra que tanta gente lamente el cierre de Los Pabellones cuando jamás había puesto un pie allí, cuando se alejaba unos metros de forma instintiva al pasar ante su puerta. La hipocresía de la muerte no sólo afecta a las personas («qué bueno era el cabrón de menganito»). También se ceba con los bares y comercios. Asombroso. Van a abrir otra cosa en el mismo local pero a mí San Juan de Dios me sigue pareciendo territorio comanche para el consumidor lugareño medio (tribu social a la que pertenezco).

2. Muy llamativos los nuevos chiringuitos de la Playa de la Victoria. No sólo por las ampliadas fechas de apertura, por la estética uniforme ni por la merienda de negros (perdón, afroamericanos) que fue la concesión. También por la oferta. El que ha abierto a la altura de Los Delfines (The Dolphins) tiene hasta Vega-Sicilia (con el que ver el atardecer), Moet et Chandon (para desayunar) y riesgos gastronómicos de altura en su amplia carta. Me parece que su nombre oculta un homenaje cinéfilo: Kalabeach. Aunque igual es cosa mía y solo es un juego de palabras playero. Me llama la atención que la estela de Nahú Beach, la tendencia a abrir restaurantes y bares de luxe sobre arena, más que chiringuitos, cale más cada verano. En otras zonas de España y el Orbe era habitual hace tiempo.

3. Fuentes de la Familia Lucero (casi tan amplia como los Ruiz-Mateos pero más formales, sin ninguna sospecha de trincar) dicen que El Lucero del Muelle abre en cuestión de horas. Puede que incluso este último fin de semana de abril. Completamente reformado. El otro día, con el científico método de poner las manos como visera en el cristal mientras esperaba el bus, comprobé que la obra está, festivamente, casi culminada. Mucha suerte a los participantes.

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