UNA PREGUNTA PARA USTED. Un hombre observa la intervención de Vladímir Putin en televisión en una tienda de electrónica de Moscú. / EFE
ANÁLISIS

Rusia pone su esperanza en Obama Mapa minado

El primer ministro, Vladímir Putin, cree que el nuevo presidente de EE UU mejorará las relaciones y asegura que forma un gran tándem con Medvédev

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El primer ministro ruso, Vladímir Putin, se enfrentó ayer por séptima vez a las preguntas de los telespectadores. Pero fue la primera que lo hizo como jefe de Gobierno y no como máximo responsable del Estado. Pese a ello, se presentó como el padre de la patria, el líder capaz de hacer frente a cualquier desafío o contingencia. En las tres horas y ocho minutos de comparecencia antes las cámaras, se abordaron veinticinco temas distintos.

El jefe del Gobierno dijo estar satisfecho de cómo funciona su asociación con el presidente, Dmitri Medvédev. Y no es para menos porque resulta difícil imaginar que cualquiera de los primeros ministros que nombró Putin estando en el Kremlin hubiera podido mantener un diálogo directo con la ciudadanía por televisión sin ser destituido al día siguiente. «Dmitri Medvédev y yo constituimos un tándem muy eficiente, llevamos muchos años trabajando juntos y me gusta cómo se desarrolla nuestra cooperación en el momento actual, sobre todo desde el punto de vista de la eficacia de nuestro trabajo», aseguró.

A la pregunta sobre la necesidad de ampliar el mandato presidencial de cuatro a seis años, enmienda recién propuesta por Medvédev y que ha sido aprobada en las dos Cámaras parlamentarias, Putin respondió que «está justificada para un país tan grande y con una composición nacional tan compleja como Rusia». Y recordó que el período presidencial en Finlandia es también de seis años. Pero al mismo tiempo garantizó que no habrá elecciones anticipadas, como han venido sugiriendo algunos diputados, y que Medvédev seguirá en su puesto. «Los próximos comicios -para elegir presidente- serán en 2012», manifestó tajante. Las relaciones con EE UU preocupan a los rusos y, por tanto, ocuparon un lugar destacado entre las cuestiones planteadas. En sus réplicas, Putin dijo tener la esperanza de que la llegada a la Casa Blanca de Barack Obama «traiga cambios positivos». Admitió que a Moscú arriban «señales» de que las cosas pueden mejorar. Dijo que personas del entorno de Obama creen necesario replantearse la cuestión del despliegue del escudo antimisiles en Polonia y la República Checa. Puso también el ejemplo de la OTAN, que acaba de decidir reanudar los contactos con Rusia mientras rechazan, por ahora, el ingreso de Ucrania y Georgia en el Plan de Acción para la Adhesión.

Guerra con Georgia

La guerra en Georgia del pasado verano también inquieta a la audiencia rusa. El jefe del Gobierno dio por enterrada la posibilidad de que el país vecino pueda reconstituir su integridad territorial. En referencia al intento del Ejército georgiano de recuperar Osetia del Sur por la fuerza en agosto, Putin afirmó que «la integridad territorial de Georgia recibió un duro golpe, porque si este ataque no se hubiera producido, Rusia probablemente habría seguido apoyando los esfuerzos para lograr su reunificación». El ex presidente volvió a advertir que el Ejército ruso permanecerá de forma permanente en Osetia del Sur y Abjasia. «El pueblo georgiano ya encontrará la manera de castigar a Saakashvili», añadió en referencia al destino que, según él, merece el primer mandatario del país caucásico. Putin también tuvo palabras amenazadoras contra Ucrania, que, según Moscú, mantiene una deuda por el suministro de gas de 2.400 millones de dólares (unos 1.900 millones de euros). Los cortes en el abastecimiento podrían producirse a partir del 1 de enero. El alto responsable ruso culpó a los «europeos más jóvenes», en alusión a países como Polonia, República Checa o los ex soviéticos bálticos, de las «fobias» existentes y de que la relación Rusia-UE se desarrolle con dificultad.

Pero el grueso de las preguntas que recibió Putin tuvieron que ver con la crisis y sus consecuencias. Aseguró que el país saldrá del trance con «pérdidas mínimas», algo que pocos se creyeron vista la avalancha de coches que ayer llegó a Moscú desde otras provincias para deshacerse de los rublos, cuya cotización sigue a la baja. El programa lo vieron casi dos millones de personas. Si bien Dmitri Medvédev sería reelegido hoy como presidente de Rusia por un 58% de la población, según el centro de estudios demoscópicos ruso VTsIOM, Vladímir Putin es aún el líder político mejor valorado del país (59% frente al 44% de apoyos que cosecha Medvédev). Se comprende así la reacción provocada por las manifestaciones efectuadas por Putin en un programa televisivo, más aún cuando no se descarta su participación en las elecciones presidenciales de 2012. En sus declaraciones, el primer ministro ruso no ha sido ajeno a las expectativas que se abren con la victoria de Barack Obama en las elecciones de EE UU, al asegurar que existen elementos que apuntan a un nuevo clima en las relaciones internacionales. Las buenas intenciones de ambas administraciones chocan, sin embargo, con un mapa geopolítico minado con asuntos a resolver como la posición de la OTAN respecto a Ucrania y Georgia o la implantación del escudo antimisiles en Polonia y República Checa. En este juego de la seguridad, la Unión Europea no sólo tiene una difícil posición al ser la anfitriona del partido, sino que tiene intereses adicionales como el del suministro energético. Putin no ha descartado posibles sanciones a Ucrania en el caso de no saldar la deuda que reclama Gazprom.

La definición de una posición clara por parte de la UE resulta aún más apremiante si se considera que los dos próximos países que ocuparán la presidencia comunitaria, la República Checa y Suecia, tienen en la frontera este europea un interés estratégico. El resultado de este juego dependerá de la capacidad de los participantes para ver el tablero y no sólo las fichas. Dos de éstas, Ucrania y Georgia, parecen abocadas a servir de barrera al resto de jugadores, que vergonzosamente no parecen darles otra opción más allá de vetar su entrada en cualquier organización. Si las expectativas que ha generado Obama y los elementos positivos que atisba Putin en la nueva Administración norteamericana se plasmaran efectivamente en una perspectiva multipolar de las relaciones internacionales, quizá haya llegado el momento de poner en primer plano a la segunda organización internacional más grande del mundo, la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE), en la que curiosamente juegan todos, Georgia y Ucrania incluidas.

Alfonso Egea de Haro es coordinador del Panel UE-Fundación Alternativas.