Santiago Martín

Dar fe y pedir respeto

No sabemos si, sin esa violencia de algunos grupos extremistas islámicos, esa fe sería respetada como lo es ahora

Santiago Martín

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Parece ser que el gobierno socialista va a gobernar utilizando al máximo la vía de los Reales Decretos, que permiten publicar reglamentos, pero no leyes. Posiblemente eso le impedirá derogar los Acuerdos Iglesia-Estado, que tiene rango de acuerdo internacional, aunque todo está por ver. Mientras tanto, la Iglesia tiene que plantearse cómo lidiar con la nueva situación creada, que es muy distinta de la que había con el Gobierno socialista de Felipe González e incluso de la que se vivió con Rodríguez Zapatero. El cardenal Cañizares , uno de los principales actores de las negociaciones con Zapatero, especialmente en temas como la asignación tributaria que él implantó, acaba de afirmar que la Iglesia, en estos momentos, debe moverse sobre dos ejes y sólo sobre ellos. El primero es ofrecer lo más valioso que tiene: la fe en Cristo, con todo lo que eso significa para la humanización de la sociedad. El segundo es exigir respeto a esa fe y a los ciudadanos que la profesan y que no son, por profesarla, ciudadanos de segunda.

Fe y exigencia de respeto. Son dos buenos principios. Pero para que se dé el segundo, debe darse el primero. Si no tenemos fe, ¿cómo vamos a pedir que se respete nuestra fe? Probablemente, si tuviéramos fe -hablo de verdadera fe y no de una fe agresiva que no es la nuestra-, nos respetarían sin exigirlo. Es posible que la fe islámica no tenga la característica de mansedumbre de la nuestra y es posible que el respeto que inspira sea debido a los atentados violentos que han sufrido los que se han burlado de ella. No sabemos si, sin esa violencia de algunos grupos extremistas islámicos, esa fe sería respetada como lo es ahora. Pero, por lo que sea, se la respeta y no tienen ni siquiera que pedirlo y mucho menos exigirlo . ¿No podríamos conseguir nosotros ese respeto manteniéndonos dentro de la opción de no violencia que es esencial a nuestra fe? ¿No nos respetan porque no somos violentos o porque nuestra fe es tibia, cobarde, amedrentada, nuestra comunidad no está unida y nuestros pastores, en general, no son lo que se podría decir grandes líderes? Pidamos respeto, pero empecemos por respetarnos a nosotros mismos, sintiéndonos humildemente orgullosos de nuestra fe.

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