Los tres precios de subir al Everest

Los alpinistas denuncian los riesgos de la moda de los viajes turísticos

La cima del Everest empieza a masificarse por el auge de los viajes turísticos ABC
Cristian Buades

Cristian Buades

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«Con una sola ruta a la cima, los retrasos causados por el hacinamiento podrían ser fatales, así que espero que mi decisión de ir el día 25 suponga que haya menos gente. A menos que los demás sigan la misma táctica». Seis días después de escribir esto en Instagram, Robin Fisher fallecía debido al mal de altura, a 8.600 metros, mientras descendía de la cumbre del Everest. Fisher, británico, de 44 años, formaba parte de una expedición organizada. Había escalado previamente el Mont Blanc (4.810 metros) y el Aconcagua (6.962 m), pero la montaña no hace amigos.

La temporada de primavera de 2019 en el Everest pasará a la historia por albergar una de las cifras más altas de muertes : 11. Este número es más alarmante si se tiene en cuenta que, en 10 de los 11 casos, han sido muertes no accidentales, incluyendo la de un sherpa.

«Si hay diez muertos y no ha pasado nada: ni viento, ni una tormenta... imagina el día que aparezcan cuatro nubes y haya que salir de allí corriendo», explica Chus Lago , que el 26 de mayo de 1999 se convirtió en la primera española en alcanzar la cumbre del Everest (8.848 m) sin oxígeno artificial. «No entiendo qué busca el ser humano. El Everest no es la foto final. ¿Estar en una lista? ¿Presumir? Eso está muy lejos del concepto alpinístico, en el que preferimos perder una cima y volver a intentarlo».

La alpinista gallega se refiere a la particular situación que ha vivido el « techo del mundo» en las últimas semanas, con imágenes de largas colas en la parte alta de la montaña y el récord de cimas alcanzadas: unas 825 personas habrían hecho cumbre en los días propicios a ello. Esta masificación no es nueva.

Tampoco lo es la denuncia que el sector viene realizando desde que se implantaran las expediciones comerciales en los años 90: «La banalización y la comercialización del Everest». Así lo describe Sebastián Álvaro , director durante 27 años del programa «Al filo de lo imposible». Para el himalayista madrileño, «el alpinismo ha muerto en la montaña más alta de la Tierra». «De las aproximadamente 1.500 personas que han estado en el campo base, apenas un par podrían considerarse alpinistas de verdad, el resto son turistas que ponen una gran cantidad de dinero». El primer precio.

Falta de autonomía

Varias compañías ofrecen «paquetes» de ascenso al Everest, que oscilan entre los 25.000 y los 100.000 dólares. «Estos paquetes –explica Álvaro– cubren todo excepto el billete de avión a Katmandú y el equipamiento, que lo pone el propio cliente. Incluyen el trayecto de Katmandú al campo base, que se hace en avioneta hasta Lukla (Nepal) y luego caminando para favorecer la aclimatación, el montaje... En el caso de los «VIP» incluye cafetería propia , tienda climatizada y, por supuesto, sherpas, montaje de la ruta y botellas de oxígeno».

Pese a las numerosas voces que piden una regulación, el Gobierno de Nepal ha declinado poner límites. El alpinista Sergi Mingote, que recientemente ha escalado el cercano Lhotse (8.516 m), es partidario de reglamentar la situación, «pero hemos de saber que Nepal es un país pobre , muchas familias viven de los ingresos del turismo de montaña». «¿Qué se le puede decir a Nepal? ¿Que lo está haciendo muy mal? No lo sé», cuestiona Carlos Soria, quien a sus 80 años afronta el reto de completar los 14 ochomiles. «Nosotros también lo hicimos muy mal en las costas, hicimos muchos "Benidorms". ¿Por qué? Por el turismo. Lo que ocurre en el Everest ocurre unos pocos días de mayo, el resto del año no hay nadie. Para la montaña es una barbaridad relativa. Está más erosionada cualquier otra en la que se está subiendo y bajando continuamente, como el Mont Blanc, el Kilimanjaro o el Aneto. No es ese el problema», zanja.

La famosa imagen viral del Everest mostraba a unas 200 personas esperando para alcanzar la cima . Según Chus Lago, unos dos tercios podrían ser personal de ayuda. «Cada cliente tiene mínimo dos porteadores de altura, gente experimentada que sabe por donde se está moviendo, más el guía... ¿A qué queda reducido esto? A 50-60 personas que son los clientes. De esos 60 han muerto 10. Me parece una barbaridad. No sé qué tipo de contrato firman, pero es imposible que un guía, a esa altitud, pueda asegurarte que te va a bajar vivo». El segundo precio.

Once toneladas de basura

Para Mingote, lo más grave es la falta de autonomía de muchas de las personas que van. «Algunos no tienen experiencia en alta montaña, no miden bien sus fuerzas, no calculan que la montaña no es solo subir, sino bajar... Dependen única y exclusivamente del criterio de unos sherpas».

En 2014, Nepal impuso a los montañeros que debían volver de la cima con, al menos, ocho kilos de basura. Sin embargo, muchos equipos acaban dejando los restos en la montaña. Hasta 11 toneladas de residuos se habrían recolectado tras la última limpieza. «Toda la gente que ha estado en la cima estos días, ¿qué ha hecho con las botellas de oxígeno ?», se pregunta Chus Lago. «El Everest no puede afrontar a unas 1.500 personas viviendo encima de un glaciar», señala Álvaro. «Toda esa basura de los campos de altura (campo 1, campo 2, campo 3 y collado sur) no va a desaparecer en siglos». El tercer precio.

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