La primera ministra británica, Theresa May, en la Academia Británica en Londres
La primera ministra británica, Theresa May, en la Academia Británica en Londres - EFE

Revolución educativa de May para que los colegios seleccionen a los mejores

Levanta la prohibición de crear escuelas selectivas que estableció Blair y elogia a los centros católicos

Londres Actualizado: Guardar
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Solo dos meses después de alcanzar el poder, Theresa May acaba de anunciar lo que supone la mayor revolución en dos décadas para la educación británica. La primera ministra buscará que en los colegios imperen el mérito, el esfuerzo y la igualdad de oportunidades: «Quiero que Gran Bretaña sea la mayor meritocracia del mundo». Para ello, levantará la prohibición que impide en la actualidad abrir escuelas que seleccionen a los alumnos según sus capacidades. Los laboristas y algunos inspectores educativos han salido en tromba a criticar la medida, asegurando que fomentará la desigualdad.

En su relevante discurso, ha elogiado también los buenos resultados de la educación católica y retirará las cuotas que hoy obligan a que sus colegios tengan que reservar la mitad de sus plazas a alumnos de otras creencias.

Asegura que el objetivo de su reforma es que los alumnos pobres tengan las mismas oportunidades que los demás y se ha mostrado muy crítica con los clásicos centros de élite ingleses, tipo Eton y Harrow, de donde procede tradicionalmente la clase dirigente británica. «Están divorciados de la realidad», les reprochó May, que los acusa de no dar oportunidades suficientes a alumnos de entornos desaventajados.

La primera ministra conservadora, que el 1 de octubre cumplirá 60 años, es hija de un vicario y se crio en el mundo rural del centro de Inglaterra. Estudió secundaria en una «grammar school». Eran escuelas estatales selectivas, a las que accedían los mejores alumnos, seleccionados en un examen que realizaban a los once años, el «11 Plus». En 1998, un Tony Blair recién llegado al poder, que todavía no había completado su giro al centro, prohibió abrir nuevas «gammar school», alegando que fomentaban la desigualdad social. Hoy perviven 163 en Inglaterra, sobre un total de 3.000 centros de secundaria, y 69 en Irlanda del Norte. En Escocia no existen. Su origen se pierde en el siglo XVI, aunque fueron organizadas formalmente en 1941.

Su paso por una «grammar school», donde pudo demostrar sus capacidades, permitió que las puertas de Oxford se abriesen para la hija del vicario. May siempre ha tenido presente aquella experiencia personal, que sustenta su fe el modelo selectivo. Parte de la bancada más clásica de los tories también apoya desde hace años la recuperación de las «grammar». Pero a Cameron, un patricio formado en Eton, nunca le gustó la idea.

60 millones a las «grammar school»

«Durante mucho tiempo hemos tolerado un sistema que contiene una regla arbitraria que prohíbe establecer escuelas selectivas, sacrificando así a alumnos con potencial por dogmas e ideología», reflexionó May, quien añadió que en realidad ya se está seleccionando a los alumnos, pero por razones económicas: «Ya tenemos una selección en nuestro sistema escolar y es la del precio de las casas y la riqueza, y eso simplemente es injusto». A su juicio el gran factor que discrimina hoy a los alumnos es la vivienda. Las familias que pueden vivir en buenas zonas envían a sus hijos a los mejores colegios. El resultado, según ella, «es que los alumnos más pobres no pueden tener las misma educación que los más ricos».

El Gobierno dotará con el equivalente a 60 millones de euros a las actuales «grammar school» de Inglaterra, para que puedan expandirse. Los críticos temen que se acabe volviendo al modelo de antaño, el de la educación binaria: los mejores en las «grammar», y los mediocres, en escuelas estatales de peor nivel. Para mitigar ese efecto, May obligará a las nuevas escuelas selectivas a reservar plazas para los alumnos pobres y también se las obligará a admitir alumnos a los catorce y dieciséis años, y no solo en la criba de los once.

Otra gran novedad es que se levantarán las cuotas de alumnos de otras creencias que pesan hoy sobre las exitosas escuelas católicas, que tienen listas de espera por su calidad. «Es equivocado negar a las familias la oportunidad de enviar a sus hijos a escuelas que reflejan sus valores. Creo que lo correcto es animar a esas comunidades religiosas, especialmente en casos de éxito probado como el de los católicos, a que puedan construir más escuelas capaces», comentó May, de fe anglicana.

Por último, el Gobierno quiere que las universidades se impliquen en mejorar la educación de los escolares desventajados y se revisarán sus criterios de acceso.

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