Las religiosas contemplativas desembarcan en la alta cocina

La escuela de cocina Le Cordon Bleu enseña a los conventos a innovar en los productos que comercializan

El chef David Millet en el curso de cocina para las religiosas en la escuela de Le Cordon Bleu de Madrid ABC

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Las tejas de almendras, las yemas y las rosquillas ya son recetas del pasado. En las cocinas de los conventos ahora se imponen elaboraciones tan sofisticadas como el «chutney de calabaza», «chips vegetales» o «perdices escabechadas» . Esas son las nuevas recetas que las religiosas contemplativas están aprendiendo en la prestigiosa escuela de cocina francesa «Le Cordon Bleu» de Madrid para garantizar la subsistencia de sus conventos.

La iniciativa surgió de la Asociación Contemplare con el objetivo de ayudar a las religiosas a diversificar los productos que comercializan. «Hasta hora estaban centradas principalmente en la producción de dulces. Pero con estos cursos de cocina internacional las monjas van a poder ampliar su gama de productos y obtener una facturación mayor para poder seguir perpetuando la vida de sus monasterios», asegura Alejandra Salinas, directora de Contemplare.

Hasta el momento alrededor de 13 religiosas de varios monasterios de clausura han cocinado de la mano del chef David Millet. «Se trata de una experiencia formativa a través de la cual podrán iniciar una cadena de transmisión del conocimiento hacia el resto de las monjas de sus conventos, como han hecho desde siglos. Para ello, hemos pensado en una selección de recetas que les ayuden a aprender nuevas técnicas aplicables a otras elaboraciones», asegura Millet.

Las religiosas han acogido la propuesta con gran ilusión y las nuevas recetas ya están revolucionando las cocinas de los conventos. «Llevamos una semana haciendo el chutney de calabaza y la verdad es que nos sale muy rico», asegura sor Amalia, una de las alumnas del chef Millet. Es la primera vez que estas religiosas del convento de las Carmelitas Descalzas de la localidad castellano leonesa de Toro incursionan en la elaboración de productos salados. Hasta ahora su especialidad eran los «brinquinillos», una especie de rosquillas de harina, azúcar, huevo y aguardiente.

«De cara a la Navidad nos propusieron hacer productos salados para mejorar la oferta de los conventos y nos pareció una idea interesante. Pienso que puede ser bien acogido en el mercado», asegura sor Amalia. A sus 54 años, una de sus grandes preocupaciones es el sostenimiento del monasterio. «Ahora somos 18 monjas, pero casi la mitad son muy mayores. Tenemos dos hermanas con 96 y 98 años y otras cinco con más de 80», asegura.

Subsisten gracias a la pensión de las relgiosas jubiladas y de la venta de dulces, rosarios y escapularios. «Las nuevas recetas no son difíciles y los productos para realizarlas son muy asequibles. Creo que vamos a introducirlas. He venido muy ilusionada del curso», subraya sor Amalia.

Para el chef que ha impartido el taller también ha sido una buena experiencia. «He visto mucho interés y muchas preguntas por parte de las religiosas. Incluso hemos hecho recetas que no estaban en el programa. A cambio espero que me traigan rosquillas», bromea el chef Millet.

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