Niños muestran el mensaje «Adieu Fossil Fuels» (Adiós a los hidrocarburos) durante la Conferencia sobre el Cambio Climático en Le Bourget al norte de París
Niños muestran el mensaje «Adieu Fossil Fuels» (Adiós a los hidrocarburos) durante la Conferencia sobre el Cambio Climático en Le Bourget al norte de París - EFE
LA TRASTIENDA DEL ACUERDO

El punto que mantuvo en vilo la negociación en la Cumbre del Clima de París

La palabra deberían, en lugar de deberán, fue clave para que Estados Unidos desatascara la negociación

Enviada Especial a París Actualizado: Guardar
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Después de dos semanas en que los tiempos fueron manejados por la Presidencia francesa de la Cumbre del Clima con maestría algo no olía bien cuando Laurent Fabius, ministro de Asuntos Exteriores galo y presidente de esta reunión, se sentaba en la tribuna ante el plenario para solo unos minutos después y, tras ser advertido por el secretario de la reunión de algo referente al acuerdo que llevaba en sus manos, se levantara y saliera de la sala. Eran poco más de las cinco y media de la tarde y el plenario ya había sido pospuesto anteriormente, de las cuatro menos cuarto a las cinco y media porque se estaban corrigiendo algunos detalles de la traducción.

Pasaron los minutos y nadie decía nada.

El desánimo empezaba a cundir entre los periodistas acostumbrados a cubrir estas eternas conferencias, sabedores de que la frase más repetida por los negociadores climáticos es que nada está decidido hasta que se acuerda. Puede parecer una obviedad, pero en una reunión donde debe haber unanimidad y con 195 países (196 partes) lo normal es que haya versos sueltos. Pero el sábado en el anodino centro de conferencias de Le Bourget, a las afueras de París, parecía que todos los astros se habían alineado a favor del acuerdo, como había dicho por la mañana el propio Laurent Fabius.

La palabra era «deberían»

Las caras de los delegados reflejaban alegría, se sucedían los apretones de manos. En las primeras filas, como invitados el ex vicepresidente de Estados Unidos y adalid de la lucha climática, Al Gore, y el reputado economista británico Nicholas Stern departían amigablemente con el representante especial de China para el cambio climático, Xie Xhenhua. Se acercó el comisario europeo de Acción Climática, Miguel Arias Cañete, quien minutos antes entraba al plenario en grupo y del brazo de la llamada Coalición por la Ambición, un experimento de la Unión Europea donde estaban integrados la UE, más muchos países latinoamericanos, los países más vulnerables y los pequeños Estados Insulares, a la que el miércoles se adhirió también Estados Unidos cambiando para muchos el tablero de la negociación. Tanta alegría contrastaba con la cara del secretario de Estado norteamericano, John Kerry, ya sentado un poco más atrás y con actitud expectante. ¿Qué pasaba?

La pista la daba en un tweet el periodista indio Nitin Sethi:«Estados Unidos se opone al artículo 4.4. Esto arderá si mantienen su oposición». Sethi es un veterano de estas cumbres y uno de los mejores conocedores del proceso, así que la sala de prensa empezó a bullir en un ir y venir buscando más pistas sobre el asunto. Y todo por dos tiempos verbales, no es lo mismo deberán que deberían. Y ese contestado artículo es el que define el mayor caballo de batalla que ha tenido esta cita, que es dejar clara las diferentes responsabilidades de países desarrollados y en desarrollo en el problema y también sus diferentes capacidades para solucionarlo. Al borde del acuerdo no podía abrirse de nuevo la «caja de pandora», cuando ese punto ya estaba acordado y era fruto de un error de transcripción.

Finalmente, el texto dice que los «países desarrollados deberían seguir encabezando los esfuerzos y adoptando metas absolutas de reducción de las emisiones para el conjunto de la economía». Y que los «países en desarrollo deberían seguir aumentando sus esfuerzos de mitigación, y se les alienta a que con el tiempo, adopten metas de reducción o limitación de las emisiones para el conjunto de la economía, a la luz de las diferentes circunstancias nacionales».

Con eso aclarado a las siete y veinte de la tarde Fabius volvió a entrar en el plenario. Rápido, dispuesto y decidido dijo al Plenario que las correcciones quedaban recogidas en un documento que ya se les había pasado a los delegados y que dejaba en sus manos la aceptación o no del acuerdo. Se produjo un silencio en la sala, nadie mostró su desacuerdo y el plenario estalló en aplausos. Fabius sacaba entonces una pequeña maza de color verde y daba el golpe por el que el Acuerdo de París quedaba formalmente adoptado por la Convención de Naciones Unidas por el Cambio Climático. Y lo demás ya es historia.

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