Prohibir los anuncios de galletas y chocolate «no arregla el problema» de la obesidad infantil

La Sociedad Española para el Estudio de la Obesidad reclama al Gobierno un plan integral de lucha contra la obesidad infantil

El 60 por ciento de los niños consume galletas en el desayuno ABC / Vídeo: Consumo limitará la publicidad dirigida a los menores

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El Gobierno parece haber puesto en el punto de mira la obesidad infantil. Primero anunció su intención de aumentar los impuestos a la comida basura, pero al final se ha decantado por prohibir la publicidad dirigida al publico infantil de dulces, galletas, helados, bebidas calóricas y resto de productos alimenticios ricos en azúcares y grasas considerados nocivos para la salud por la Organización Mundial de la Salud. El ministro de Consumo, Alberto Garzón ha explicado este jueves que la publicidad dirigida a menores de 16 años se regulará por real decreto y se empezará a aplicar el próximo año.

La decisión, como cabría esperar, no ha caído bien a la industria de la alimentación. Tampoco convence a las sociedades científicas implicadas en la lucha contra el sobrepeso y la obesidad. Aplauden cualquier medida que ayude a luchar contra esta pandemia, pero echan en falta un plan de acción global. «No es suficiente. Hay que ir más allá y esto no es asunto de un único ministerio. Centrarlo solo en Consumo es perder el foco del problema» , se queja Francisco J. Tinahones Madueño, presidente de la Seedo, la Sociedad Española para el Estudio de la Obesidad.

La Seedo reclama una acción integral porque el problema de la obesidad infantil es de tal magnitud que las medidas aisladas no bastan . Y, por eso, ha planteado al Gobierno una bateria de más de veinte medidas que pasan por la mejora de la educación nutricional de la población, el aumento de la actividad física o la reducción de grasas y azúcares en determinados productos. La regulación de la publicidad de productos insanos, que ahora propone el Ministerio de Consumo, también está entre las iniciativas propuestas. Pero, insisten, en que una medida de forma aislada aunque sea positiva «no arregla el problema» .

A Tinahones le gustan más las iniciativas positivas que las prohibiciones y dar herramientas para que las familias sepan identificar los hábitos y productos saludables. Pone como ejemplo Oklahoma, el estado con la mayor tasa de obesidad de todo Estados Unidos que consiguió doblegar esta mala estadística. Se estimuló a los restaurantes de fast-food a reducir el contenido en grasa de sus alimentos, las empresas permitían a sus empleados a hacer actividad física en horario laboral, el empleado del mes era aquel que perdía más peso, los restaurantes informaban del contenido calórico de sus menús, aumentaron los carriles bicis, los centros deportivos, hubo campañas de publicidad..., «¡hasta los predicadores animaban a hacer ejercicio!. En vez de prohibir todo el estado se volcó en mejorar la salud de sus ciudadanos desde un punto de vista integral, este es el camino».

Japón es otro ejemplo de éxito. Allí se ha introducido la asignatura de educación nutricional en los colegios y han reducido en un 20% la obesidad infantil en dos años. Estas medidas no implican una inversión excesiva, sino la voluntad de legislar para poner fin a un problema.

Hay familias que están dispuestas a comer bien pero no saben cómo hacerlo por falta de educación nutricional. Quizá, por ello, el 60% de los escolares desayuna galletas y solo dos de cada diez toma fruta fresca en la primera comida del día, según el último estudio Aladino de Alimentación, Actividad física, Desarrollo Infantil y Obesidad de la Agencia Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición.

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