La pederastia clerical en España

Hay que contar con la hipótesis de que las víctimas no lo denuncien y exista un alto índice de «criminalidad oculta»

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Los últimos Papas lo han dicho muy claro: aunque hubiese solo un caso de abusos sexuales a un menor por parte de sacerdotes o religiosos sería un crimen abominable, un escándalo de enorme alcance que requeriría una rápida y ejecutiva intervención. El cáncer de la pederastia está afectando a Iglesias enteras. ¿Qué pasa en España?

Como señala en su libro el periodista Juan Ignacio Cortés, aquí no hemos tenido hasta el momento ningún escándalo de pederastia que haya alcanzado la relevancia de otros países. Esto no quiere decir que no se hayan producido casos en algunas diócesis o en algunas instituciones religiosas. Tampoco existen estudios e informes rigurosos, detallados y actuales al respeto. La publicación de Gema Varona, de 2015, habla de unos 50. Las investigaciones del canonista Gil José Sanz apuntan a unos cuarenta procesos canónicos. Se podría pensar que la cultura de relación con los niños en España no es como la anglosajona , o que el clero español tiene otros referentes morales en su proceso formativo. Pero también hay que contar con la hipótesis de que las víctimas no lo denuncien y exista un alto índice de «criminalidad oculta».

Otra cuestión distinta es si el trato dado a las víctimas ha sido el adecuado. Como señala Cortés, el vicario episcopal de Madrid, José Luis Segovia, asegura en su libro «Víctimas de la Iglesia. Relato de un camino de sanación» que «por nuestro pagos subsisten criterios obsoletos y defensistas, que más parecen querer preservar el honor de la institución y prevenir escándalos que prestar atención a la víctimas». Según expertos canonistas, el denominado «Protocolo de actuación de la Iglesia para tratar los casos de los delitos más graves contra la moral por parte de los clérigos», de 2010, y su paralelo respecto a la legislación civil, también de 2010, son una buena síntesis de las normativas vigentes, pero no protocolos en estricto sentido para la relación con menores. Una práctica generalizada que aún no ha llegado a España. Un instrumento relevante, incluso, para despejar falsas acusaciones como el caso granadino de los Romanones, que convendría no olvidar.

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