El Papa sella la amistad fraterna con los judíos en el memorial del Holocausto de Bratislava

Afirma que «estamos unidos en la condena de toda violencia, de toda forma de antisemitismo»

El Papa Francisco durante su intervención en la Catedral de San Martín en Bratislava AFP
Juan Vicente Boo

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En uno de los escenarios del mayor crimen de la historia de la humanidad , el papa Francisco y la comunidad judía de Eslovaquia han sellado este lunes un pacto de amistad fraterna en el nombre del Dios. Al pie del severo memorial del Holocausto , levantado en el lugar de la sinagoga vaciada por la persecución nazi y destruida el 1969 por el gobierno comunista, se alzó también la voz de uno de los últimos supervivientes.

El presidente de la Unión de Comunidades Judías de Eslovaquia, Richard Duda, dio la bienvenida al Papa «en un lugar que encarna la simbiosis entre cristianos y judíos» pues «aquí se alzaban, el uno junto al otro, el templo cristiano y el templo judío», de estilo morisco.

El memorial del Holocausto, de cinco metros de altura, y las piedras de la sinagoga demolida lanzan, según el líder de los judíos de Eslovaquia, «un mensaje a las generaciones futuras: el mal vence cuando las personas malvadas suben al poder y las buenas no tienen la fuerza o el valor para resistir al ma l ».

El Papa le escuchaba con dolor por el recuerdo del gran crimen -cometido ante la indiferencia de la mayor parte de la población -, pero también con esperanza cuando Richard Duda, casado con una cristiana desde hace más de treinta años, ha afirmado que «el amor al prójimo tiene un lugar central en el cristianismo y también en el judaísmo . Si el mandamiento del amor se traduce en las leyes y las instituciones, la sociedad será justa. Y esto es lo que queremos todos».

Acto seguido, Tomas Lang, uno de los últimos supervivientes del Holocausto -que costó la vida a sus padres- ha recordado la ayuda de unas enfermeras que le salvaron de muy niño fingiendo que tenía una enfermedad contagiosa. Y ha rendido homenaje al responsable de la nunciatura en Eslovaquia, monseñor Giuseppe Burzio, «que intentó sin descanso frenar el antisemitismo del régimen homicida de aquella época, al que no se opuso ningún político eslovaco».

Más de cien mil judíos eslovacos asesinados

El Papa ha recordado en su discurso recordando que la Plaza de Pescado (Rybné Námestie) «fue durante siglos parte del barrio judío. Aquí trabajo el célebre rabino Chatam Sofer. Aquí había una sinagoga, justo al lado de la Catedral de la Coronación », así llamada porque en ella recibieron la corona numerosos reyes de Hungría.

Francisco ha afirmado que «aquí yo también siento la necesidad, como muchos de ustedes, de ‘quitarme las sandalias’ , porque me encuentro en un lugar bendecido por la fraternidad de los hombres en el nombre del Altísimo».

A esa etapa feliz siguió la tragedia pues « en la locura del odio, durante la segunda guerra mundial, más de cien mil judíos eslovacos fueron asesinados. Y después, cuando se quisieron borrar las huellas de la comunidad judía, la sinagoga fue demolida».

Según el Papa, «aquí el nombre de Dios fue deshonrado, porque la peor blasfemia que se le puede causar es usarlo para los propios fines, en lugar de respetar y amar a los demás. Aquí, ante la historia del pueblo judío, marcada por este agravio trágico e indescriptible, nos avergonzamos al admitirlo ».

Pero la vergüenza y el dolor son un estímulo para la nueva etapa en la que «estamos unidos -lo repito- en la condena de toda violencia , de toda forma de antisemitismo, y en el esfuerzo para que la imagen de Dios en la persona humana no sea profanada«.

Francisco ha reiterado que «la última palabra no la tienen la destrucción y la muerte, sino la renovación y la vida. Y si la sinagoga fue demolida en este sitio, la comunidad todavía está presente. Está viva y abierta al diálogo. Aquí nuestras historias se encuentran de nuevo. Aquí juntos afirmamos ante Dios la voluntad de seguir en un camino de acercamiento y amistad».

El Santo Padre ha concluido rogando que «que el Omnipotente los bendiga para que, en medio de tanta discordia que contamina nuestro mundo, puedan ser siempre, juntos, testigos de paz. ¡Shalom!».

A continuación el jefe de la comunidad judía y el Papa han encendido dos gruesos cirios en memoria de los millones de víctimas antes de comenzar un salmo y una plegaria fúnebre cantada en hebreo. Ante la presencia invisible de tantas personas asesinadas, el canto rompía el corazón.

Al terminar, el Papa ha regalado al presidente de los judíos eslovacos un gran plato sopero de cerámica, del tipo que usaban las familias sicilianas para comer todos juntos, en casa, de un único plato. Su presencia, sus palabras y sus gestos no podían ser más fraternos, y los 140 judíos de todas las edades participantes en el encuentro le despidieron con un aplauso.

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