El Papa destaca entre «los vicios de la política» la corrupción y el nacionalismo
Advierte que los políticos pueden convertirse en «instrumentos de opresión, marginación y destrucción»
En una vigorosa denuncia de la deriva de muchos políticos, el Papa Francisco ha advertido el martes que «cuando no viven la política como servicio a la comunidad humana , pueden convertirse en instrumentos de opresión, marginación e incluso de destrucción».
Su mensaje titulado «La buena política está al servicio de la paz», incluye un apartado muy duro sobre «los vicios de la política» , que «son la vergüenza de la vida pública, y ponen en peligro la paz social».
Francisco cita en primer lugar «la corrupción, en sus múltiples formas de apropiación indebida de bienes públicos o de aprovechamiento de las personas », así como «el enriquecimiento ilegal» o «la tendencia a perpetuarse en el poder, la xenofobia y el racismo», así como «el rechazo al cuidado de la Tierra, la explotación ilimitada de los recursos naturales y el desprecio de los que se han visto obligados a ir al exilio».
El Papa advierte que «cuando el ejercicio del poder político apunta únicamente a proteger los intereses de ciertos individuos privilegiados, el futuro está en peligro», pues los jóvenes pierden la confianza al verse «condenados a quedar al margen de la sociedad, sin la posibilidad de participar en un proyecto de futuro», como sucede en numerosos países.
Francisco denuncia que «vivimos en un clima de desconfianza que echa sus raíces en el miedo al otro o al extraño , en la ansiedad de perder beneficios personales y, lamentablemente, se manifiesta también a nivel político, a través de actitudes de clausura o nacionalismos».
Recordando el centenario del armisticio de la Primera Guerra Mundial, el Papa afirma que «la terrible enseñanza de las guerras fratricidas es que la paz jamás puede reducirse al simple equilibrio de la fuerza y el miedo. Mantener al otro bajo amenaza significa reducirlo al estado de objeto y negarle la dignidad».
Por ese motivo, «el aumento de la intimidación y la proliferación incontrolada de las armas son contrarios a la moral y a la búsqueda de una verdadera concordia».
Con toda claridad advierte que «el terror ejercido sobre las personas más vulnerables contribuye al exilio de poblaciones enteras en busca de una tierra de paz . No son aceptables los discursos políticos que tienden a culpabilizar a los migrantes de todos los males».
En su largo Mensaje para la Jornada Mundial de la Paz, que se celebra el uno de enero, Francisco cita al poeta Charles Péguy, para quien la paz «es como una flor frágil que trata de florecer entre las piedras de la violencia », así como varias claves de Benedicto XVI sobre la unidad de la familia humana.
Recuerda asimismo —al hilo del 70 aniversario de la Declaración Universal de los Derechos Humanos— una interesante observación de san Juan Pablo II: «Cuando en un hombre surge la conciencia de los propios derechos, es necesario que aflore también la de las propias obligaciones».
El Papa concluye afirmando que «la paz es una conversión del corazón y del alma, y es fácil reconocer tres dimensiones inseparables de esta paz interior y comunitaria».
Se trata en primer lugar de «la paz con nosotros mismos, rechazando la intransigencia, la ira, la impaciencia y ―como aconsejaba san Francisco de Sales― teniendo ‘un poco de dulzura consigo mismo’, para ofrecer ‘un poco de dulzura a los demás’».
En segundo lugar, «la paz con el otro : el familiar, el amigo, el extranjero, el pobre, el que sufre...; atreviéndose al encuentro y escuchando el mensaje que lleva consigo».
Y, finalmente, «la paz con la creación , redescubriendo la grandeza del don de Dios y la parte de responsabilidad que corresponde a cada uno de nosotros, como habitantes del mundo, ciudadanos y artífices del futuro».
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