El Papa, a los católicos: «No se escatimarán esfuerzos para evitar los abusos en la Iglesia y su encubrimiento»

«Asumimos que no supimos estar donde teníamos que estar, que no actuamos a tiempo reconociendo la magnitud y la gravedad del daño que se estaba causando en tantas vidas», asegura en una carta

El Papa Francisco, en una imagen reciente EFE
Juan Vicente Boo

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En vista de que muchos obispos le han fallado, igual que traicionaron a Juan Pablo II y Benedicto XVI , el Papa Francisco se dirigió directamente ayer a las laicas y los laicos de a pie para poner fin a la cultura de encubrimiento de los « abusos sexuales, de poder y de conciencia ».

En una carta sin precedentes a todo « el pueblo de Dios » de todos los países, Francisco pide a los fieles movilizarse para erradicar las « atrocidades » de abusos de menores y el ambiente de clericalismo que ha permitido a sacerdotes, obispos y cardenales encubrir esos delitos.

Pero no es una carta « maniquea », pues advierte de que la raíz de fondo del encubrimiento cometido por muchos prelados es el vicio del clericalismo, que ha contagiado a muchísimos laicos, cómplices de ese encubrimiento para no quedar mal o por miedo al obispo. En tono dolorido y humilde, el Papa comienza por dejar claro que el aspecto sexual -el más visible- es solo una parte de la malicia de los «abusos sexuales, de poder y de conciencia cometidos por un notable número de clérigos y personas consagradas».

Y no lo aborda en primer lugar como pecado sino como «un crimen que genera hondas heridas de dolor e impotencia ; en primer lugar, en las víctimas, pero también en sus familiares y en toda la comunidad, sean creyentes o no creyentes». En una línea clara y práctica, la carta desea dar un vuelco a la actitud de todos los católicos hacia la responsabilidad personal: «Mirando hacia el pasado nunca será suficiente lo que se haga para pedir perdón y buscar reparar el daño causado. Mirando hacia el futuro (...) generar una cultura capaz de evitar que estas situaciones no solo no se repitan, sino que no encuentren espacios para ser encubiertas y perpetuarse».

Aunque comienza refiriéndose al informe del gran jurado de Pensilvania , la carta abarca el problema a nivel mundial pues «con el correr del tiempo hemos conocido el dolor de muchas de las víctimas y constatamos que las heridas nunca desaparecen y nos obligan a condenar con fuerza estas atrocidades , así como a unir esfuerzos para erradicar esta cultura de muerte».

Frente a los legalismos penales, Francisco insiste en que « las heridas nunca prescriben. El dolor de estas víctimas es un gemido que clama al cielo, que llega al alma y que durante mucho tiempo fue ignorado, callado o silenciado». Ante los fallos de muchas estructuras eclesiásticas, el Papa no plantea atenuantes sino que, «con vergüenza y arrepentimiento, como comunidad eclesial, asumimos que no supimos estar donde teníamos que estar, que no actuamos a tiempo reconociendo la magnitud y la gravedad del daño que se estaba causando en tantas vidas. Hemos descuidado y abandonado a los pequeños». Según el Papa , «la magnitud y gravedad de los acontecimientos exige asumir este hecho de manera global y comunitaria», pues «hoy nos vemos retados como Pueblo de Dios a asumir el dolor de nuestros hermanos vulnerados en su carne y en su espíritu».

«Nunca más»

Francisco propone un cambio radical de actitud pues «si en el pasado la omisión pudo convertirse en una forma de respuesta, hoy queremos que la solidaridad, entendida en su sentido más hondo y desafiante, se convierta en nuestro modo de hacer la historia presente y futura». Y esa solidaridad, « nos exige denunciar todo aquello que ponga en peligro la integridad de cualquier persona », así como «luchar contra todo tipo de corrupción, especialmente la espiritual». Después de reiterar el principio de «tolerancia cero», el Papa insiste en que «es necesario que cada uno de los bautizados se sienta involucrado en la transformación eclesial y social que tanto necesitamos», aportando iniciativas prácticas. En el plano espiritual aconseja «el ejercicio penitencial de la oración y el ayuno siguiendo el mandato del Señor, que despierte nuestra conciencia, nuestra solidaridad y compromiso con una cultura del cuidado y el "nunca más" a todo tipo y forma de abuso».

Pero lo más novedoso -en el plano intelectual y eclesial- es su denuncia del clericalismo , que ha creado las condiciones para el encubrimiento y perpetuación del mal en lugar de erradicarlo. El problema, según Francisco, es «una manera anómala de entender la autoridad en la Iglesia como es el clericalismo». «El clericalismo, favorecido sea por los propios sacerdotes como por los laicos, genera una escisión en el cuerpo eclesial que beneficia y ayuda a perpetuar muchos de los males que hoy denunciamos». Por lo tanto, «decir no al abuso, es decir no a cualquier forma de clericalismo».

La carta de Francisco a todo el « pueblo de Dios » extiende al mundo algunas de las indicaciones del pasado 31 de mayo en su carta «al pueblo de Dios en Chile». Era una misiva mucho más larga, pues incluye el modo de pasar de la « desolación » a la caridad evangélica movilizando a los cristianos y todas las estructuras educativas, sanitarias, sociales, etc. en un esfuerzo histórico para erradicar esos delitos.

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