El Papa abrirá a los investigadores los gigantescos archivos de Pío XII el próximo 2 de marzo

Dieciséis millones de páginas de un pontificado en años convulsos: 1939 a 1958

Imagen reciente del Papa Francisco AFP
Juan Vicente Boo

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Culminando el proyecto de clasificación urgente iniciado por Benedicto XVI en 2006 , el Papa Francisco pondrá a disposición de los investigadores el próximo 2 de marzo los dieciséis millones de páginas del pontificado de Pío XII (1939-1958) conservados en todos los archivos del Vaticano.

El cardenal portugués José Tolentino Calaça de Mendonça, responsable del Archivo Apostólico y de la Biblioteca Vaticana, ha explicado este jueves la magnitud de los fondos y del esfuerzo realizado por mas de veinte archivistas a lo largo de trece años para ordenar los documentos y facilitar su estudio a los historiadores.

Es una colección monumental, pues tan solo el archivo de la secretaria de Estado — muy voluminoso en la época convulsa de la Segunda Guerra Mundial y el comienzo de la Guerra Fría— requiere 68 volúmenes de índices.

A ese archivo se suman los de las nunciaturas, las congregaciones de la Curia y otros organismos del Vaticano, que logra poner los fondos completos a disposición de los historiadores antes que los gobiernos occidentales.

Estados Unidos y el Reino Unido todavía no han hecho públicas ni las cartas entre sus líderes —Roosevelt y Churchill— ni la información de que disponían respecto a la persecución y exterminio de judíos en Europa.

Archivo Secreto

Aunque el Archivo Apostólico Vaticano —llamado hasta hace poco Archivo Secreto— desclasifica los documentos por pontificados enteros a los setenta años del fallecimiento de cada Papa, el extraordinario interés de los documentos de Pío XII ha llevado a Francisco a adelantar su apertura ocho años del mismo modo que Pablo VI sacó a la luz todos los que se referían al mayor conflicto bélico de la historia.

Cuatro historiadores jesuitas «cribaron»los archivos y lograron publicar entre 1965 y 1981 once gruesos volúmenes en francés titulados «Actes et documents du Saint Siège relatifs à la Seconde Guerre Mondiale (ADSS)».

El historiador más longevo, Pierre Blet, fallecido en 2009, declaraba en 1999 a ABC que esos volúmenes documentan la actuación de Pio XII (Eugenio Pacelli) contra la persecución nazi, hasta el punto que «al final de la Guerra se lo agradecieron públicamente muchos líderes judíos. El rabino jefe de Roma, Israel Zolli, se bautizó cristiano en 1945 y tomo del nombre de Eugenio como homenaje».

Blet recordaba que «a la muerte de Pío XII, la primera ministra de Israel, Golda Meir, escribió que ‘Cuando el terrible martirio se abatió sobre nuestro pueblo, la voz del Papa se alzó a favor de las víctimas ».

Los once volúmenes de «Actes et documents…» incluyen anexos fascinantes que llevan a disposición del público más de treinta años . Por ejemplo, las transcripciones de los diálogos de Pio XII, recién elegido, con los obispos de Alemania y Austria venidos a Roma para el cónclave de 1939.

Conversaciones grabadas

Las conversaciones en el despacho del Papa fueron grabadas discretamente en «hilo magnetofónico» por la Radio Vaticana precisamente por su valor para la historia.

El experto en inteligencia norteamericano Mark Riebling, las utilizó —junto con los archivos militares norteamericanos sobre interrogatorios realizados en la Alemania ocupada — para su libro «Iglesia de espías» (2016) que documenta el apoyo secreto e indirecto de Pío XII a las maniobras para derrocar a Hitler e incluso tres complots para asesinarlo, como la fallida «Operación Valquiria» en julio de 1944.

En realidad, Pío XII habló a favor de los judíos y los perseguidos hasta que resultó evidente que las denuncias públicas provocaban represalias rápidas y mortales de Hitler contra quienes intentaba defender. Por eso pasó a la acción invisible.

Nada menos que 253 conventos en Roma acogieron clandestinamente refugiados judíos , lo mismo que el Vaticano y la basílica de San Juan de Letrán. Al mismo tiempo, varias redes organizadas por sacerdotes y religiosos sacaban clandestinamente judíos de Italia y de otros países europeos para ponerlos a salvo. Varios historiadores estimaron la cifra total en cientos de miles, y el hecho era plenamente conocido en la posguerra.

La confusión al respecto empezó a ganar terreno en la cultura popular en 1963 con el estreno de la obra «El Vicario», en la que el dramaturgo alemán Rolf Hochhuth acusaba a Pío XII sin base histórica pero con furia , siguiendo una línea iniciada previamente por la propaganda de varios países comunistas.

Con el paso de los años, otros autores de novelas -como John Cornwell con su «Hitler’s Pope»- se sumaron a ese filón, lo mismo que algunas entidades internacionales y, por supuesto, medios interesados en hostigar a los papas. Algunos «expertos» pedían insistentemente al Vaticano que sacase a la luz los documentos de la Segunda Guerra Mundial como si no estuviesen ya publicados.

Hace aproximadamente un año, Francisco afirmó que «la Iglesia no tiene miedo a la historia sino que la ama», y reiteró que la actuación de Pío XII «ha sido ya muy examinada y estudiada en muchos aspectos; en ocasiones debatida e incluso criticada, quizá con prejuicio o exageración».

Es probable que la apertura de los archivos del pontificado alimente nuevos debates superficiales a corto plazo basados en elementos fragmentarios, pues los historiadores necesitaran años para hacerse con una mínima visión de conjunto en los temas importantes.

Como el Vaticano mantiene desde hace siglos la tradición de conservar documentos, la dificultad práctica ahora para estudiar a fondo la actuación de Pio XII es que los archivos de su pontificado suman dieciséis millones de páginas.

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