Tsunami en Indonesia

Palu, éxodo de una ciudad sin luz ni agua ni comida tras el tsunami

Con sus tiendas, restaurantes y hoteles cerrados, el éxodo se ha desatado en esta ciudad de 300.000 habitantes

Colas para comprar gasolina en Palu (Indonesia) AFP

P. M. D.

Sin electricidad ni agua ni comida desde el viernes, cuando fue sacudida por un terremoto de magnitud 7,5 que desencadenó un potente tsunami, todo el mundo quiere marcharse de Palu. Con sus tiendas, restaurantes y hoteles cerrados, el éxodo se ha desatado en esta ciudad de 300.000 habitantes. Mientras cientos de personas esperan en el aeropuerto a ser evacuadas por los Hércules de transporte del Ejército indonesio o por algunos vuelos comerciales que llegan desde Macasar, la capital de la isla de Célebes, los pocos afortunados que pueden conseguir gasolina cargan sus coches hasta los topes para lanzarse a una odisea hasta Poso, la siguiente ciudad importante más cercana. Como muchas carreteras han sufrido corrimientos de tierra, un trayecto de unos 200 kilómetros puede llegar a durar un día entero.

Con el miedo en el cuerpo, las familias pasan las noches a las puertas de sus casas – o de lo que quede de ellas – por miedo a las frecuentes réplicas. En medio de una oscuridad total, tampoco hay combustible para los generadores eléctricos de gasóleo. Desesperados, grupos de jóvenes deambulan entre los escombros con tubos de goma y botellas de plástico para reventar los depósitos de los vehículos destrozados por el terremoto y robarles la gasolina.

Todos quieren marcharse de esta ciudad muerta y en ruinas. Todos menos los periodistas, igual de ansiosos que los damnificados pero por justo lo contario: llegar a la «zona cero» de esta nueva catástrofe natural que ha vuelto a azotar a Indonesia . Aunque en principio no había billetes para los vuelos comerciales de Garuda, Lion Air o Batik Airlines desde Macasar, ABC consiguió plaza en un pequeño avión de hélices que el lunes se quedó sin despegar . Una vez en Palu, la compañía Tell Telkom ha habilitado dos «centros de prensa» con una conexión a internet que va y viene, y donde los periodistas dormimos en el suelo. Cargando con botellas de agua, galletas y «noodles» instantáneos, los reporteros nos disponemos a pasar aquí los próximos días para llegar a las zonas más afectadas y conocer la verdadera magnitud de la tragedia.

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