Intelectuales alemanes llaman a la cordura en el lenguaje de género

En una carta abierta piden el fin de las «construcciones lingüísticas ridículas» diseñadas para hacer que el alemán sea más neutral en cuanto al género.

El actor Dieter Hallervorden, el filósofo Rüdiger Safranski, el novelista Peter Schneider y el ex jefe de inteligencia , Hans-Georg Maassen

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«Igualdad sí, locura de género no», defiende la secretaria de Estado alemana de Digitalización, Dorothee Bär, una de los cien firmantes del manifiesto contra la perversión del lenguaje por la ideología de género en torno al que se agrupan intelectuales y artistas alemanes . «Hemos llegado a un punto gaga del uso del lenguaje que no creo, sinceramente, que sirva para nada a las mujeres», dice la política conservadora bávara en referencia a la proliferación de terminaciones, guiones y asteriscos que, en aras de la corrección política lingüística , amenazan con hacer ilegible la lengua de Goethe.

En el alemán, el artículo determinado femenino es «die» y el masculino «der». El artículo determinado plural para ambos géneros es «die». A diferencia del español, el alemán dispone además de un artículo de género neutro, que es «das» y que se usa para sustantivos que abarcan ambos géneros, así como para algunos objetos. «Das Kind», por ejemplo, significa indistintamente el niño o la niña. Para este neutro, el artículo plural también es «die».

Últimamente, se impone sin embargo un «lenguaje inclusivo» que se niega a continuar con este uso del idioma y que reproduce las terminaciones propias de cada uno de los géneros detrás de cada raíz de sustantivo. Incluso se recurre con frecuencia a terminaciones femeninas como «in» o su plural «innen» añadidas tras un asterisco o una I mayúscula, con el objetivo de lograr una supuesta versión feminizada del nombre y enfatizar el citado «uso inclusivo de la lengua». Esta tendencia da lugar a la sustitución del plural genérico basado en el género masculino «Die Lehrer» (Los profesores) por la expresión «Die Lehrer und Lehrerinnen» (Los profesores y las profesoras), además de otras formulaciones de más reciente creación como «Lehrer*innen» o «LehrerInnen», destinadas a remarcar la presencia de los dos géneros.

El manifiesto, una carta abierta publicada por la Asociación de la Lengua Alemana, con sede en Dortmund, y redactada por el crítico lingüístico, Wolf Schneider condena estas «formaciones lingüísticas ridículas» y había recibido hasta el pasado viernes más de 9.600 adhesiones, entre las que destacan las del filósofo Rüdiger Safranski, el novelista Peter Schneider, el actor Dieter Hallervorden, el periodista ex director de Bild Zeitung Kai Diekmann, las autoras Angelika Klüssendorf y Cora Stephan y el director de los servicios de inteligencia alemanes Hans-Georg Maassen.

También figuran destacados ex diplomáticos, ex altos cargos del Bundesbank abogados y empresarios. Schneider considera que la justicia de género aplicada a la lingüística es «terriblemente tonta» y espera movilizar con el escrito «a la mayoría hasta ahora inactiva». El escrito condena que las instancias estatales se estén sumando a esta tendencia que, denuncian, amenaza la integridad de la lengua alemana. Los funcionarios de Hannover, por ejemplo, ya no se refieren en los documentos oficiales a «los profesores», sino a «las personas que enseñan».

«Demasiado arbirtario»

El manifiesto argumenta que el reparto de los géneros «es demasiado arbitrario como para poder ser considerado un sesgo sexista sistemático, recordando que los leones son masculinos en plural, pero las jirafas femeninas, al igual esta vez que en español, «y a nadie le ha molestado durante los últimos mil años». Pide «poner fin a las tonterías de género» y recuerdan que «el hecho de que el sustantivo canciller sea masculino no ha impedido que Angela Merkel llegue al cargo».

A diferencia de Francia o España, Alemania no cuenta con una institución que se ocupe de fijar la lengua, como la Real Academia. La Asociación de la Lengua Alemana, que cuenta con 36.000 miembros, es solamente una de las instituciones que orientan sobre los estándares en gramática y ortografía. Su perfil conservador le ha valido desde hace años el apodo de «Pegida para lingüistas», pero incluso académicos que no pertenecen a ella reconocen que en su manifiesto de protesta hay al menos una base razonable. «Creo que rebasan el blanco de sus críticas», dice la profesora de Lingüística de la Universidad de Friburgo Helga Kotthof, «pero está claro que hay que huir de la sobrecarga de referencias de este tipo, que terminan sumiendo el texto en la oscuridad».

«Resulta evidente que (ese uso del lenguaje) tiene una finalidad simplemente oratoria, la de impresionar a la audiencia, y por tanto es aplicable allí donde ese empleo puede llamar la atención, en denuncias y alocuciones de actos públicos y políticos. Carece de sentido tenerla en cuenta cuando se emplea la lengua para dar a conocer una idea, o una exposición crítica, así como cuando se diserta o se enseña en forma general sobre el conocimiento, las ideas, la realidad», apunta el doctor en Filosofía de la Universidad de Heidelberg y autor del libro «Virtudes de la imposición teórica» Carlos Parajón, «si se afirma la general sumisión del pensamiento a la manera corriente de hablar, es absurdo aguardar que su liberación consista en abandonar ciertas convenciones para someterse a otras».

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