¿La gota fría de estos días es consecuencia del cambio climático?

El problema al que se enfrentan los estudiosos del clima es que no cuentan aún con herramientas lo suficientemente robustas para demostrar científicamente que esa relación existe

Un policia ayuda a una vecina de Almoradí tras inundarse las calles de la población por la rotura del dique del cauce del río Segura tras el paso de la Gota Fría EFE

José Miguel Viñas (*)

La pregunta está en el aire y en boca de todos: ¿La gota fría de estos días es consecuencia del cambio climático? Las proyecciones climáticas apuntan a que el clima terrestre se irá volviendo cada vez más extremo, por lo que –bajo esta premisa– el episodio de lluvias torrenciales que ha tenido lugar en nuestro país esta semana podría ser una manifestación más del citado cambio climático.

El problema al que se enfrentan los estudiosos del clima es que no cuentan aún con herramientas lo suficientemente robustas para demostrar científicamente que esa relación existe. Se empiezan a hacer estudios de atribución que explican la excepcionalidad de algunas olas de calor de los últimos años en base al escenario de calentamiento global en que nos encontramos, pero la variable precipitación es más escurridiza a los métodos estadísticos que emplean los climatólogos. A pesar de ello, hay indicios que apuntan a que la respuesta a la pregunta que planteábamos al principio del artículo es afirmativa.

Una gota fría tan extraordinaria como la de esta semana es el resultado de una combinación favorable de varios ingredientes. Uno de ellos es la posición que ocupe la DANA (depresión aislada en niveles altos), que en este caso fue «de libro», entre Baleares y el norte de Argelia.

Otro factor determinante es la temperatura superficial del agua del mar, que en el Mediterráneo Occidental y en estas fechas es alta, lo que carga extraordinariamente de humedad el aire que fluye sobre ella, alimentando a los trenes convectivos (de tormentas) que penetran tierra adentro, dando como resultado lluvias muy eficientes, que no solo son muy intensas, sino muy persistentes, como hemos visto.

El cambio climático está empezando a alterar los patrones atmosféricos y también está calentando más el agua del mar en contacto con el aire. Cada vez es más frecuente que se den los ingredientes adecuados para formar gotas frías de consecuencias devastadoras en nuestra fachada mediterránea y, además, no solo en los meses de otoño, sino a finales del verano o en mitad de la primavera. Sólo en estos términos podemos establecer la relación.

(*) José Miguel Viñas es meteorólogo de Meteored y consultor de la Organización Meteorológica Mundial (OMM)

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