La Ley obliga a aplicar la sedación profunda a un paciente en fase terminal, que lo solicite
La Ley obliga a aplicar la sedación profunda a un paciente en fase terminal, que lo solicite - ABC

Francia cierra la puerta a la eutanasia y aprueba la sedación terminal

La Asamblea Nacional aprueba una Ley pactada entre socialistas y conservadores

Madrid Actualizado: Guardar
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Francia ha aprobado hoy una nueva «ley de final de la vida» que permite la sedación profunda para evitar el sufrimiento en enfermos terminales, pero que prohíbe la ayuda activa para morir a través de la eutanasia o del suicidio asistido.

El texto, acordado por el gobernante Partido Socialista (PS) y por la oposición conservadora de Los Republicanos (LR), ha sido adoptado a mano alzada por los diputados de la Asamblea Nacional.

Posteriormente ha pasado al Senado, donde se espera que también sea acogido con un apoyo contundente, el mismo que la proposición de ley recibió en primera lectura en ambas cámaras y que respaldan el 96 % de los franceses, según un sondeo de BVA Orange publicado el pasado marzo por la cadena «iTélé».

La ley obligará a los médicos a aplicar la «sedación profunda y continua» a un paciente en fase terminal que lo solicite, definido como aquel con una «afección grave e incurable» con «pronóstico vital comprometido a corto plazo» y con un cuadro médico de «sufrimiento que resiste a los tratamientos».

Retirar medicación

Los facultativos le retirarán así los medicamentos que le mantienen vivo artificialmente así como la nutrición y la hidratación, mientras que le seguirán administrando analgésicos para evitar que sienta dolor hasta la muerte.

Ese derecho existe ya existe en los centros médicos franceses, pero a partir de ahora se aplicará de manera «general y homogénea» y se le otorgará al paciente la última palabra.

El doctor deberá respetar su voluntad, redactada previamente, o la de una persona de confianza designada también de forma previa y por escrito por el enfermo.

La función de ese delegado no tendrá fecha de caducidad y su decisión prevalecerá sobre cualquier otra opinión, mientras que hasta ahora el médico disponía de la última palabra a la hora de decretar la sedación profunda.

Sucesor de leyes aprobadas en 1999, 2002 y 2005, el nuevo texto es fruto de la reflexión del diputado socialista Alain Claeys y del conservador Jean Leonetti, que resumió la nueva ley como la posibilidad de «dormir antes de morir para no sufrir».

Debatida en diferentes foros desde otoño de 2012 antes de llegar este enero al Parlamento, la ley es una promesa electoral del presidente de Francia, François Hollande, que se comprometió a legalizar «una asistencia medicalizada para terminar la vida desde la dignidad».

Reforma social

Se trata de una de las grandes reformas sociales del mandato de cinco años de Hollande, que expira en 2017, junto con la aprobación del derecho al matrimonio de los homosexuales.

Sin embargo, para algunos miembros del Ejecutivo socialista el texto consensuado se trata solo de «una etapa» más en un camino hacia el derecho del enfermo a decidir sobre su propia muerte.

Es el caso del primer ministro de Francia, Manuel Valls, y de la titular de Sanidad, Marisol Touraine, que en 2009 firmaron una petición a favor del derecho a una «ayuda activa» a la defunción.

A pesar de ambicionar un marco legislativo más progresista, Touraine no dudó en calificar el texto como un «gran avance histórico, que consagra la libertad y la dignidad de la persona».

La ley aprobada se queda a medio camino entre la postura de quienes exigen el «derecho a morir» y quienes se declaran provida.

La Asociación por el Derecho a Morir con Dignidad (ADMD) en Francia ha sido muy crítica con el texto, denunciando la «falta de ambición de los parlamentarios» pues a su juicio «no representa ningún avance real para los pacientes en fin de vida ni para sus familias».

En el polo opuesto, el colectivo Aliviar Pero No Matar juzga el texto demasiado ambiguo al no especificarse que el propósito de la sedación no es «provocar la muerte» o facilitar la eutanasia, una práctica solo tolerada en Europa en Holanda, Bélgica y Luxemburgo y que respaldarían el 88 % de los ciudadanos franceses, según el sondeo citado

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