Filomena, 200 camioneros y dos váteres

En aparcamientos que parecen la estepa siberiana o en polígonos helados en medio de la nada, miles de transportistas están tirados y ya se hacen a la idea de pasar todo el fin de semana en la cabina

Cientos de camiones, varados en el aparcamiento disuasorio de Alcolea del Pinar (Guadalajara) ABC

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Cambia mucho ver nevar desde el salón de casa que desde la cabina del camión. Filomena no perdona. Le da igual colapsar Madrid que inutilizar las carreteras de media España. Y allí, junto a la carretera, en estaciones de servicio, aparcamientos disuasorios e incluso en polígonos olvidados es donde están pasando el temporal miles de camioneros. A algunos les obligaron a parar las autoridades en previsión de lo que se venía encima y otros, directamente, vieron que era imposible continuar con la travesía. Todos tienen en común que, salvo sorpresa, tendrán que pasar el fin de semana como puedan en la cabina de su trailer.

A Javier García apenas le quedaba hora y media ayer para llegar a Madrid. Eran las cuatro de la tarde y tuvo que detenerse en el aparcamiento invernal que hay en la A-2 a la altura de Alcolea del Pinar (Guadalajara). «Yo creo que me hubiera dado tiempo a llegar y a las siete hubiera estado sin problema, pero ya sabes, alguien dio la orden y aquí estoy», se lamenta este profesional, que ya ha avisado a su mujer de que hoy tampoco llegará a cenar : «Hace un rato he preguntado al guardia y me ha dicho que hoy nos quedaremos aquí y mañana ya veremos, porque se espera que bajen mucho las temperaturas y, aunque no nieve, la carretera estará mal».

«Hace un rato he preguntado al guardia y me ha dicho que hoy nos quedaremos aquí y mañana ya veremos, porque se espera que bajen mucho las temperaturas»

Cuando García, refugiado en su cabina, levanta la mirada, dice que allí habrá otros 200 camiones y también cuenta que la nieve no para de caer. Aquello parece un escenario de Doctor Zhivago. «En la culera del camión tendré metro y medio de nieve y en los costados, más de lo mismo», cuenta a ABC, a media tarde y con poco más que hacer que esperar con el mejor humor posible a que la cosa mejore .

Tiene una televisión, calefacción y gasolina para aguantar algunos días más. Lo que lleva peor, sin embargo, son las condiciones en las que sus compañeros y él deben aguardar en dichas instalaciones. «Aquí sólo hay un surtidor de gasolina y un baño de hombres y otro de mujeres. ¡No veas las colas que se preparan! », lamenta este profesional, más todavía en plena pandemia: «Procuras no juntarte o hacerlo lo menos posible con los compañeros. Pero es que si estamos aquí 200 camiones, hay un surtidor pequeño, el restaurante cerrado… Imagínate, nos juntamos todos al hacer cola para tomar un café, comprar pan o ir al baño».

En tierra de nadie

Y si Javier está rodeado de compañeros, Diego Maestu, chófer de la empresa Sales Benito da Cruz, está completamente solo en un pequeño polígono en Marchamalo (Guadalajara). Hasta ahí pudo llegar después de realizar varias descargas en Madrid durante la jornada de ayer. «Cuando nieva, lo normal es que el camión, al pisar la nieve, haga surco y vaya limpiando, pero ayer no era así, había una capa de hielo debajo tremenda, era imposible, una pista de hielo», rememora este chófer, que tenía que volver para Logroño.

Él tampoco recuerda una nevada como la que está dejando Filomena y, aunque los camioneros están fajados en mil y una batallas , le cuesta recordar algo parecido. «Alguna vez me ha pasado algo parecido, pero en Teruel o en sitios así, en Madrid nunca», expone Maestu, que por no tener no tiene ni un baño cerca.

Diego Maestu aguarda con su camión a que el temporal remita ABC

«Esto es un poligonillo donde caben dos o tres camiones aparcados. Además estoy llamando al 112 para ver si mañana cuando estén más desahogados se pueden acercar para limpiar por aquí la carretera y poder salir y me sale que todos los operadores están ocupados», manifiesta el transportista, que confiesa que esta mañana se ha pegado una caminata de unos cuatro kilómetros para tomarse un café en vaso de cartón: «He conseguido desayunar en una bollería chiquitina, pero me he pegado una paliza.. ¡he vuelto calado!».

No sabe cómo volver

Tampoco lo tiene nada fácil Óscar Prieto, otro empresario de los transportes. Su historia es algo más complicada. Esta mañana ha tenido que desplazarse hasta Segovia, ya que allí iba a recoger un vehículo para la empresa. Para llegar a la capital del Acueducto, como relata, ha echado mano de un conocido que le ha podido acercar en un 4x4. «Hemos visto coches, autobuses, camiones… todo tipo de vehículos tirados en la carretera y cubiertos de nieve», recuerda este hombre, que, por si el viaje no hubiera sido suficiente, al llegar a su destino se ha encontrado con una nueva sorpresa. «La persona que me iba a traer el vehículo no se ha presentado y aquí estoy tirado porque no puedo volver en tren ya que tampoco presta servicio», lamenta Prieto, que habla con ABC desde una pizzería abierta, donde ha podido entrar para cargar el móvil.

«Hoy me cambiaba por cualquiera, por irme a casa, con la chimenea, ver una película y rascarme las narices»

«Hoy me cambiaba por cualquiera, por irme a casa con la chimenea, ver una película y rascarme las narices», dice resignado Prieto. Esa resignación se replica a bordo de todos y cada uno de los camiones que a estas horas siguen tirados en la carretera. «Joder con la Filomena…», ironiza García, que prefiere tomárselo con humor y tirar de refranero. «Dicen que año de nieves, año de bienes. A ver si se confirma porque hemos empezado de pena», ríe este transportista. Un poco más allá, en Marchamalo, Maestu reflexiona y piensa que, con dificultades así, «es normal que cada vez menos gente quiera dedicarse a esto».

Es de justicia recordar, y más en días como hoy, que sin profesionales como ellos, que se han jugado el tipo y que ahora esperan a que Filomena dé una tregua, muchas neveras no se habrían podido llenar y el temporal sería mucho más duro en miles de hogares. De momento, y como dice el propio Maestu, a los camioneros les queda «tirar de paciencia y esperar y a que salga el sol».

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