Donantes «samaritanos»

La doctora que entregó su riñón en vida para salvar a un extraño

En España 300 personas han ofrecido uno de sus riñones a un desconocido. Se les conoce como «buenos samaritanos». ABC habla con uno de los 16 que han completado el proceso de trasplante

La doctora que entregó su riñón para salvar a un extraño Juan Carlos Soler

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Hay quien dona para no llevarse a la tumba unos órganos sanos y útiles. Otros lo hacen en vida, para salvar a un ser querido. Pero existe una tercera modalidad de donación más desconocida en el sistema de trasplantes español: la que permite dar un riñón en vida a un completo desconocido . Es el altruismo en estado puro, una fórmula ideada para realizar trasplantes en cadena y reducir la lista de espera.

El donante altruista o buen samaritano es el primer eslabón de esa cadena solidaria. Su riñón se le trasplanta a un enfermo con el que no le une ningún tipo de relación, un familiar de este receptor dona el suyo a otro enfermo, cuyo pariente hace lo mismo con otra persona y así sucesivamente.

Desde que esta modalidad se implantó en 2011, este grupo tan especial de donantes ha hecho posible 47 trasplantes renales y cambiado la vida de medio centenar de personas. Lo hacen a cambio de nada, ni siquiera del reconocimiento público o el de su receptor. No hay contacto entre ellos, el donante ni siquiera conoce el destino que tendrá el riñón del que se desprende. Todo el proceso es altruista y discurre con la máxima discreción posible.

Entonces, ¿qué motiva a alguien a despojarse de una parte de su cuerpo para beneficiar a un completo desconocido? El primer samaritano español que inauguró este sistema hace ocho años fue un religioso catalán. «Dando, recibo mucho más de lo que doy» , explicó en una grabación obtenida y difundida por la Organización Nacional de Trasplantes (ONT) para no revelar su identidad. Otro de los samaritanos fue un conductor de ambulancias. Su testimonio, también desde el anonimato, trascendió de la misma manera: «Lo hice por la satisfacción de ayudar a una persona que sabes que lo está pasando mal. Me encargaba de llevar a pacientes a su sesión de diálisis y les veía sufrir, cómo acababan completamente agotados», contaba en una grabación, difundida por la organización de trasplantes para dar a conocer la iniciativa y captar voluntades.

«Era el momento. Soy de las que creo que ayudar al prójimo es lo que te da felicidad»

Con Pilar , la «samaritana» que ha accedido a contar su experiencia a ABC, funcionó. Esa entrevista fue la que encendió su «botón de despegue» . Lo hacemos protegiendo con celo su identidad, como nos piden con insistencia desde la ONT. Pilar, por supuesto, no es su nombre real. Sí lo son estos datos que pueden ayudar a entender el porqué de un gesto tan solidario. La protagonista de esta historia tiene 55 años, es médico de Familia, donante de sangre, está casada, es madre de dos hijos.

El testimonio de aquel conductor le removió algo en su interior. «Pensé, "este es el momento". Mis hijos son mayores, están sanos y si espero más ya no podré donar porque mis órganos habrán envejecido». Como el conductor de ambulancia o el religioso catalán, pensó en que era una forma de ayudar. «Yo soy de las que creo que hay que ayudar al prójimo ; eso es lo que te da la felicidad». No hay más.

Una decisión meditada

¿Y si se deteriora el único riñón que le queda?, ¿y si alguna vez su familia necesita un trasplante? ¿y si..? «Es cierto que ya no podré donarles, pero espero que alguien lo haga por mí », dice con resolución.

Asegura que fue una decisión meditada y personal. Tanto, que ni siquiera la compartió con su familia. En casa dijo que se iba a un congreso médico para que no la echaran de menos el día señalado para la extracción del riñón. «Quise hacerlo yo sola. No quería que nadie se preocupara por mí, ni tampoco que se cuestionara mi decisión, mi libertad. Soy médico, sabía lo que hacía y que no era una cirugía agresiva. Solo se lo conté a mi marido cuando ya había pasado todo. Al regresar a casa y confesarlo, se echó a llorar. Sabía que algo no iba bien. Le extrañó que me fuera a un congreso médico cuando mi madre estaba enferma. Llegó a pensar que me estaban operando de un cáncer que le había ocultado. Asíque cuando le conté la verdad se echó a llorar. Lloró pero de alivio», se ríe al recordarlo.

Pilar, la donante samaritana Juan Carlos Soler

Los «samaritanos» están hechos de otra pasta. En la Organización Nacional de Trasplantes dicen que son «gente especial», volcados en los demás y casi siempre colaboradores con actividades solidarias. Pilar coincide con este patrón, aunque a ella no le gusta que la consideren especial -«Dar un riñón no me diferencia de nadie»-. No solo es donante de sangre, también lleva años colaborando con Cáritas. Su hogar es una «casa abierta», donde se acoge a personas en situaciones extremas, ya sean inmigrantes o cualquiera con problemas. Por eso, cuando sus hijos se enteraron de la donación, por deseo de su padre, solo dijeron: «Son las cosas de mamá». Además de ellos, nadie más en su familia conoce su decisión.

Un proceso exhaustivo

Pilar cuenta el proceso de donación casi como un juego, restándole importancia. «Me dirigí al hospital de referencia , me trataron maravillosamente bien, me facilitaron todas las pruebas ... A los cuatro días estaba ya trabajando con algún punto. Y ahora tengo una situación de lujo porque cada año me hacen un chequeo completo. Me siento muy bien».

Solo 16 personas han conseguidocampletar el proceso

En realidad, el proceso de valoración es muy exhaustivo y se prolonga durante meses para que haya tiempo para el arrepentimiento. Pese a la necesidad de órganos para reducir la lista de espera de trasplante, no se acepta a todo el que se ofrece. Solo el 8 por ciento de los candidatos que inician la evaluación finalmente consiguen donar su riñón. Desde que se inició este modelo de donación, la ONT ha recibido 301 ofertas de personas interesadas en la donación renal altruista. De ellos, 199 candidatos iniciaron el proceso de evaluación que comienza con una entrevista con personal de la Organización Nacional de Trasplantes. Los filtros son tan potentes que en ocho años, solo 16 personas han conseguido completar el proceso y convertirse en donantes samaritanos. El resto se ha quedado en el camino camino por problemas de salud (físicos o mentales) o tras desistir al conocer todo el proceso y sus riesgos.

Las contraindicaciones físicas se detectan con análisis y pruebas médicas. La obesidad, la hipertensión o la diabetes son enemigos del riñón y factores de riesgo de insuficiencia renal, así que los primeros candidatos rechazados son los que las padecen o tienen antecedentes familiares.

El segundo filtro, igual de importante, es la valoración psicológica. Los evaluadores deben descartar si detrás del impulso de donar se esconde una depresión o un posible trastorno psicológico. Se rechazan automáticamente los candidatos que buscan reconocimiento social o reforzar su autoestima.

El último requisito es judicia l. Un juez debe dar fe de que el proceso es altruista y no existe ninguna presión. Nuestra médico-donante recuerda el proceso con alegría: «Te acogen con total naturalidad, siempre me sentí en casa. No me cuestionaron mis ideas ni me miraron como un bicho raro», recuerda.

El gesto de Pilar fue el primer eslabón de una cadena de trasplantes de siete personas «y eso es lo que me da felicidad». «No quiero indagar si mi riñón está funcionando en otra persona o si se ha perdido. Solo quiero pensar que ayudé a poner en marcha la cadena».

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