Jorge Bergoglio fue cocinero antes que Pontífice

La dieta del Papa: qué come, qué bebe, qué cocina

Un libro recoge las 36 recetas que aprendió de su abuela

ABC
Juan Vicente Boo

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A diferencia de la mayoría de los argentinos Jorge Mario Bergoglio aprendió a cocinar de jovencito debido a una parálisis de su madre después de dar a luz a su última hija, María Elena. Sentada en una silla de la cocina, «mamá Regina» le indicaba, paso a paso, cómo preparar cada uno de los platos favoritos de «la abuela Rosa», las mejores recetas del Piamonte.

Muchas de ellas han acabado en el libro «En la mesa con Francisco» (Editorial Larousse), del periodista italiano Roberto Alborghetti, recién presentado en su versión española. Ahí aparecen los pimientos en «bagna cauda», los «agnoloti» (pasta rellena de carne) y el mítico «pollo al horno con mantequilla y nata», famoso entre los estudiantes jesuitas del Colegio Máximo de Buenos Aires cuando Jorge Mario Bergoglio era rector y cocinaba la cena de los domingos.

Uno de ellos recuerda que le enseñó a prepararlos: «Esta es una receta de mi madre. Cortas cada taco de mantequilla en dos y con una mitad frotas el pollo cocido. La otra mitad se la colocas dentro. Lo haces con cada pollo, y los metes en el horno muy caliente. A los diez minutos los sacas, añades la nata, los sirves con las patatas... y ya está. ¡Todos contentos!».

Francisco se sirve poco en su bandeja con la idea de aligerar los kilos que le sobran

Cuando era arzobispo de Buenos Aires, Bergoglio calentaba él mismo la cena frugal que dejaba preparada la cocinera y que acompañaba con un vaso de vino.

Ahora, como Papa, comparte con los demás residentes y huéspedes el gran comedor de Casa Santa Marta . La comida es sencilla, de estilo italiano y con raciones abundantes, que no le van nada bien por su sobrepeso. Come de todo.

Por la noche, como es autoservicio, Francisco se sirve poco en su bandeja con la idea de aligerar los kilos que le sobran.

Su amor por la cocina le lleva a ir a curiosear de vez en cuando, con la misma naturalidad con la que, a veces, cuando necesita adelantar el almuerzo, come con los camareros. Les pide que le cuenten cosas, y todos disfrutan ese rato.

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