¿Crees en la reinserción de menores delincuentes? Esta juez consigue que pasen de ser ladrones a músicos

La llaman «la Emilio Calatayud femenina» y es devota de la Justicia restaurativa. La magistrada canaria Reyes Martel aplica correctivos a jóvenes problemáticos que crean escuela

El Camino terapéutico FOTOS CEDIDAS A ABC
Érika Montañés

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La juez Reyes Martel los ha bautizado como «los niños de las 3 íes: internet, inmediatez e irreverencia». Tal y como explica la titular del Juzgado de Menores número 1 de Las Palmas de Gran Canaria, los menores hablan ahora un lenguaje paralelo donde los adultos no están invitados porque no dominan el mundo digital profundo en el que ellos se mueven con soltura y donde cobijan sus mayores secretos. « Los jóvenes lo quieren todo ya, y si no lo consiguen, se frustran , no tienen ninguna capacidad de asociación, ni paciencia ni afán de luchar por conseguir algo». Y son tremendamente irreverentes, añade.

«Si no logro lo que quiero, me deprimo, pataleo y lo tiro todo», reproduce esta magistrada que tantos casos de violencia filio-paternal ha instruido desde su aterrizaje en el Juzgado canario en 2013. A ella y al resto de sus 82 colegas de esta especialidad que hay en España, estos casos les preocupan sobremanera. De hecho, de acuerdo con los datos de la Memoria de la Fiscalía General del Estado, las denuncias de padres agredidos por sus vástagos se han disparado un 400% en la última década.

Para estos menores agresivos con sus progenitores, « la autoridad es la norma básica. Deben crecer en los límites y la disciplina . Los padres debemos saber que no somos sus colegas o amigos. Quieren lo mejor para ellos, pero se cierran en darles lo material», dice Martel. Como resultado, esta juez de Menores observa que los mayores problemas de comportamiento se están dando en familias de clase alta, que sobreprotegen a sus hijos y se lo dan todo.

Abismo tecnológico

Por si fuera poco, agrega, «la tecnología ha creado un abismo entre ambas generaciones y les dejamos horas frente a una tableta, expuestos a auténticos depredadores de la Red. Los padres deberían compartir tiempo con ellos y hacerles ver que viven en un mundo peligroso». Ella tiene un hijo pequeño, nativo digital, y comparte el mismo temor.

Estos padres superprotectores «no les están haciendo ningún favor –continúa la juez–, antes de los 14 años ya están empezando a cometer delitos». A partir de esa edad y hasta los 18 años, entran en la horquilla de edad con responsabilidad penal y, al perpetrar un acto violento, comparecen ante la togada.

Durante el juicio, responde Martel a ABC , «se comportan peor los padres que los menores; he tenido que expulsar de la sala a más adultos que vienen con sus hijos que a estos, que llegan a entrar en razón». «Tenemos que enseñar a los niños que hay horarios y normas para vivir, porque las faltas de respeto y a la autoridad son constantes», reitera.

Además de la agresividad en el hogar, también han crecido los delitos de violencia sexual y la violencia de género o de control entre los jóvenes. Representan ahora lo que hasta hace unos años eran los problemas derivados del consumo de drogas. «Me quedo atónita con lo que confiesan los muchachos: que les controlan porque les quieren, que son celosos para demostrar ese vínculo afectivo», objeta.

Ella, como el resto de jueces de menores, siguen al criminólogo y profesor de la Universidad de Valencia Vicente Garrido cuando acuña la terminología, en su libro, de «hijos tiranos y el síndrome del emperador» y reconoce que los chicos ejercen cierta violencia porque se han acostumbrado a ser los reyes de sus casas, obteniendo todo aquello que piden, y en esta tiranía se han encontrado con cierto vacío de poder, porque sus padres están demasiado atareados para dedicarles horas de su tiempo, los pequeños han ocupado ese espacio y utilizan la agresividad como medio para desenvolverse y comunicarse en él. «Muchos son víctimas del propio sistema, se les ha educado sin igualdad y solo han visto violencia en el ámbito del hogar», asevera la magistrada.

La parte positiva es que hay solución. Yno extremadamente compleja. En ese periodo de los 14 a los 18 años, Martel y sus colegas han diagnosticado la reinserción pedagógica o terapéutica de los menores. Martel ha comprobado que aplicando medidas judiciales correctivas los menores ganan en empatía, solidaridad y valores. «Creo en la Justicia restaurativa», afirma. «La capacidad de reinserción de los menores es tremendamente exitosa, mucho más que en los adultos, pero “la Justicia juvenil apenas se conoce», lamenta esta magistrada, que trabajó durante muchos años en un Juzgado de adultos de Barcelona. Los índices de recuperación son del 80% y se convierten en ciudadanos ejemplares, apostilla.

Un Camino terapéutico

De entre sus «castigos» terapéuticos, el más sonado fue la imposición a un centenar de jóvenes de hacer el Camino de Santiago, en tramos en Canarias y Galicia, para que aprendiesen a compartir. En ocasiones, hicieron el recorrido con sus padres, a quienes habían maltratado con su conducta durante años. El Camino les enseñó a «reordenar su vida, a volver a casa con ciertos valores y ser conscientes del esfuerzo que cuestan las cosas que antes no tenían». Los resultados son «realmente sorprendentes», se felicita Martel, que relata otro caso con sastisfacción: unos muchachos robaron instrumentos –por valor de 4.000 euros– a una ONG que enseñaba música a unos chicos muy humildes, como ellos. La juez llegó a un acuerdo con la Fiscalía de Menores, el equipo psicosocial que trabaja en cada uno de estos Juzgados y la ONG. Convinieron en que el correctivo óptimo era que estos ladrones limpiasen los instrumentos durante un tiempo. Trabajando codo a codo con aquellos niños a los que habían robado, se dieron cuenta del daño que habían ocasionado. Compartieron confidencias, compañía y gustos musicales. Hoy estos «ladrones» han aprendido a amar la música en la ONGa la que hurtaron lo poco que tenían.

La juez, de la que dicen aquellos a los que sienta en el banquillo que «cambia vidas», no ha querido que su actividad se detenga en los tribunales, y ha impulsado una asociación sin ánimo de lucro que se llama Up2U Project («Up to you» o «Está en tus manos» , en inglés) a través de la que lanza programas de aprendizaje de oficios y de contacto con el ocio saludable que intenta complementar la formación integral de estos menores problemáticos y canalizar su completa reinserción.

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