La corrupción de la Iglesia

No pocos se preguntan qué es lo que va a quedar del tiempo del Papa Francisco

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Uno de los objetivos indiscutibles del pontificado del Papa Francisco es la lucha contra la corrupción también en la Iglesia. Ahora estamos bajo los efectos del protagonismo mediático del caso del cardenal Becciu , pendiente de juicio. El problema de la corrupción no afecta solo a Roma. En la Iglesia se puede dar la tentación de la corrupción en la parroquia más pequeña, en la diócesis más insospechada o en el instituto de vida, fundación o realidad eclesial más cercana.

Fue en enero de 2018 cuando el Papa, al regreso de un viaje a Hispanoamérica, dijo aquello de que «la corrupción es una ciénaga, es la destrucción de la persona humana. ¿Y en la Iglesia hay corrupción? Sí, hay casos de corrupción en la Iglesia. Siempre los hubo. Hombres y mujeres de Iglesia entraron en el juego de la corrupción». Francisco ha dedicado mucho tiempo a explicar qué es y qué significa la corrupción. Y lo ha hecho con su particular pedagogía, la metáfora, los conceptos cargados de imágenes mentales: el mal olor de la injusticia, la idolatría del dinero y del poder, la mundanidad espiritual, una «forma de blasfemia», un «camino de muerte». Ha relacionado el concepto de corrupción con palabras como opresión, esclavitud, mediocridad, torpeza, hipocresía, indiferencia. No olvidemos aquella frase suya: «Son los pobres quienes pagan la fiesta de los corruptos. La cuenta les llega a ellos».

No pocos se preguntan, ahora que parece que todo el mundo habla del final del pontificado, qué es lo que va a quedar del tiempo del Papa Francisco. Lo más relevante son sus insistencias: la reforma, la sinodalidad, la Iglesia en salida, los pobres, la economía que mata... Claro que si solo son frases hechas para estar al día, caducarán a la vuelta de la esquina. Deben hacerse vida. De momento, a la espera de que cristalicen algunos procesos, la más relevante reforma es la del Código de Derecho Canónico. Para el caso que nos ocupa, el Libro VI, el Penal, un instrumento válido que esperemos acabe también con la impunidad y la discrecionalidad a la hora de aplicar la norma.

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