Condenado un monitor de campamento alemán por más de mil abusos a menores

Andreas V., de 56 años, ha sido condenado a 13 años de prisión por 223 casos probados de abusos graves sexuales y que superan el millar según el material audiovisual incautado

El acusado de haber abusado de al menos 23 menores Andreas V. cubre su rostro a su llegada al juzgado de primera instancia de Detmold (Alemania) EFE

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La primera denuncia tuvo lugar en 1998 . Una niña, que entonces tenía 4 años y que había pasado con sus padres unas vacaciones en el camping de Ludge, en el estado federado de Renania del Norte-Westfalia , comentó en casa días después, a la hora del baño: «¿Sabes qué, mamá, chupar el pene no sabe bien». Tras superar el primer momento de parálisis y después de conversar lo mejor que pudieron con la niña, el padre acudió hecho una furia a la dirección del camping , donde trataron de apaciguarle y sugirieron que la niña lo había inventado todo. El desasosiego no dejaba vivir a esa familia y en 2000 los padres acudieron a la policía, que hizo algunas pesquisas. Pero no pasó nada. Solo después de que estallase el escándalo de los abusos en la Iglesia Católica y gracias al tratamiento en abierto que esta institución dio al asunto en Alemania, las comisarías de policía comenzaron a destinar muchos más recursos a este tipo de denuncias, a pesar de que afectasen a respetables ciudadanos que gozaban del reconocimiento de la comunidad. Hoy, la Audiencia Provincial de Detmold ha emitido la primera gran sentencia por un caso de abusos a menores contra el monitor que había aprovechado las actividades de ocio en el campamento para violentar la inocencia de aquella niña, Andreas V. , de 56 años, condenado a 13 años de prisión por 223 casos probados de abusos graves sexuales y que superan el millar según el material audiovisual incautado, en el que no ha sido todavía posible identificar a más menores. También ha sido condenado Mario S., a 12 años de cárcel por 48 otros casos. Todos los abusos fueron grabados en vídeo y distribuidos en la red oscura. Algunos de ellos fueron retransmitidos incluso en directo. Ninguno de ellos ha mostrado arrepentimiento e incluso han dejado ver, durante el juicio, que a lo largo de las dos décadas en las que transcurrieron los abusos, sentían que nada ni nadie podría pararlos. El caso ha destapado además numerosos negligencias graves por parte de los servicios de atención a menores y de la policía, a los que se acusa de no haber actuado mucho antes, y terminó en escándalo el pasado mes de junio, al descubrirse que habían desaparecido elementos de prueba del edificio de la Policía distrital , entre ellos 155 dispositivos de almacenamiento de imagen que habían sido encontrados en diciembre pasado en casa del sospechoso de 56 años, y que podían ayudar a identificar a más implicados.

La jueza que preside la sala, Anke Grudda , ha subrayado en la lectura de la sentencia que las palabras «monstruoso y abominable» no llegan a describir ni de lejos los hechos juzgados y que lo que queda es desconcierto e incomprensión ante tales actos. También ha criticado que, a pesar de existir indicios y de que los menores hubieran hablado sobre los hechos, «nadie les escuchó», unas palabras que esperan sirvan de acicate para la policía ante posibles nuevas denuncias. Según el informe de los peritos expertos, los dos condenados son absolutamente imputables , no responderían a ninguna terapia, son manipuladores y narcisistas y su pedofilia está profundamente arraigada.

Las víctimas tienen edades comprendidas entre los 4 y los 13 años. Reiteradamente, «los niños eran amenazados con que el payaso diabólico les haría algo a ellos o a sus familias si decían algo», consta en el sumario. En los cinco registros que la policía terminó efectuando en el camping en 2018, tras la pista sobre una posible agresión sexual a una niña de 6 años, se incautó de ordenadores, teléfonos móviles y soportes de datos con un volumen de información de 14 terabites y que contenían 13.000 archivos de contenido pornográfico con menores. En los ordenadores de cada uno de los detenidos había material de este tipo en el que también aparecen los 23 menores identificados hasta el momento. Uno de esos menores es la hija adoptiva del principal condenado, de solo 8 años de edad y víctima de reiteradas violaciones «en las más crueles formas», según consta en el informe policial. La niña ha declarado incluso durante el juicio relatando algunas de estas prácticas.

Ante el tribunal fue leída también la declaración por escrito de otra de las víctimas, que relataba cómo, de niña, le gustaba pasar tiempo con el acusado y que, solamente con los desórdenes que comenzó a sufrir en la adolescencia, pudo identificar adecuadamente los abusos, aunque entonces tampoco supo cómo denunciar o hablar con sus padres del asunto.

En una de las sesiones del juicio, el acusado compareció en la sala con una herida sangrienta de 30 centímetros de largo sobre la que no fueron dadas explicaciones y que levantó rumores acerca de malos tratos por parte de otros presos.

Jens Ruzsitska , un padre al que le salió de ojo la forma en que el monitor del campamento le dijo a su hija de cinco años que se subiese más la falda cuando cargaba con ella sobre sus hombros y que descubrió que sus dos hijas menores de 8 años habían sido «tocadas» y «filmadas» en agosto de 2016, considera que la sentencia es «demasiado leve». «En unos años pueden estar fuera de la cárcel y seguir haciendo lo mismo», se queja. Ruzsitska puso una denuncia , pero fue en vano. No había pruebas, las autoridades no podían culpar a un empleado del camping por las buenas y al padre no le quedó más llevarse a las niñas de allí y no volver jamás. «Cuando años más tarde la policía llamó a mi puerta para mostrarme imágenes en un ordenador y pedir que identificase a mis hijas, no sentí ninguna satisfacción por poder demostrar que yo tenía razón» , dijo al iniciarse el juicio, «hubiera preferido mil veces haberme equivocado».

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