La «bravuconería» de Obama con China que finiquitó una cumbre del clima

El expresidente publica sus primeras memorias, en las que detalla las negociaciones de Copenhague, en 2009. «Quizá puedan convencer a todo el mundo de que la culpa es nuestra. Pero eso no impedirá que el planeta siga calentándose», asegulró Obama al primero ministro chino

Lea la prepublicación de las memorias de Barack Obama en ABC

Obama, en una reunión en la Cumbre del Clima de 2009 con los primeros ministros de China, Wen Jiabao, e India, Manmohan Singh AFP

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«Jefe, tengo que decir que lo que ha hecho ha sido muy macarra». Barack Obama , entonces presidente de Estados Unidos, estaba a bordo del Air Force One. Dejaba atrás la Cumbre del Clima de Copenhague , tras un desenlace que había sorprendido a sus propios asistentes, como ahora le reconocían. Era diciembre de 2009, el primer encuentro de este tipo al que asistía Obama y las expectativas estaban por las nubes. La reunión internacional de ese año aspiraba a lograr un acuerdo para recortar las emisiones que involucrara a todos los países. Pero las negociaciones se habían atascado, bordeaban el fracaso absoluto y la delegación china decía que ya se había ido. Obama se saltó entonces todos los cauces habituales y se coló en la reunión secreta que en realidad mantenían China, Brasil, India y Sudáfrica, y lanzó un ultimátum. Una «bravuconería improvisada», describe Obama en las memorias que publica el próximo 17 de noviembre (Una Tierra Prometida, editorial Debate), que ayudó a lograr un «acuerdo transitorio» hacia lo que después sería el Acuerdo de París.

Portada del libro

El expresidente estadounidense le dedica un capítulo completo a estas negociaciones climáticas (de las que este medio reproduce aquí un fragmento literal online ), en un libro en el que Obama ofrece su interpretación personal de los acontecimientos que marcaron su mandato, y en el que habla también sobre Donald Trump o Joe Biden, sobre la experiencia de hacer campaña como afroamericano, o en el que revela cómo la vida en la Casa Blanca afectó a su esposa y a sus hijas .

Sobre la Cumbre del Clima de 2009, por ejemplo, reconoce las limitaciones a las que se enfrentó durante las negociaciones, a las que llegó sin aprobar siquiera una ley climática dentro de su propio país y a la que en un principio no tenía grandes intenciones de acudir –«me sentía como una adolescente a quien han estado presionando para ir al baile de graduación», dice–. Al frente del evento, además, estaba Ban Ki-Moon , entonces secretario general de la ONU, de quien Obama comenta su «visión nada creativa de la diplomacia» . «No acudías a una reunión con Ban esperando oír historias fascinantes, comentarios ingeniosos o ideas deslumbrantes», escribe el expresidente, aunque sí asegura del surcoreano que era una persona «persistente».

Nada de esto ayudó a la Cumbre de Copenhague, una de las que más recuerdan negociadores y periodistas, y no para bien. Fue un desastre reconocido en público y en privado por la diplomacia europea. Y, según los cables filtrados por Wikileaks un año después, no gustó nada en el Viejo Continente esa reunión final entre EE.UU. y China que dejó al margen a los europeos y que, aunque precipitó la redacción de un texto conjunto, apenas se limitó a dos folios no vinculantes , por lo que todo quedó en una declaración de intenciones.

Repartir la culpa

«Es verdad que la prensa recibió el acuerdo transitorio con división de opiniones, pero habida cuenta del caos de la conferencia y de la obstinación de los chinos, yo seguía viéndolo como una victoria », dice en las memorias Obama. En realidad, fue una tormenta de nieve que se cernía sobre Washington la que precipitó el desenlace. Obama debía poder aterrizar en la capital antes de que las inclemencias del tiempo lo impidieran y se quedaba sin tiempo, así que decidió irrumpir en la reunión que celebraban China, Brasil, India y Sudáfrica. Y allí, siempre según las memorias, Obama fue llano con el primer ministro chino, Wen Jiabao: «Imagino que el plan era que todos ustedes se fuesen de aquí y anunciasen que Estados Unidos era responsable del fracaso». Y sin dejar que le interrumpieran, Obama lanzó su ultimátum: «Quizá puedan convencer a todo el mundo de que la culpa es nuestra. Pero eso no impedirá que el planeta siga calentándose. Y, recuerden, yo tengo mi propio megáfono, y es bastante potente . Si salgo de esta habitación sin un acuerdo, mi primera parada será el vestíbulo, donde toda la prensa internacional está esperando noticias (...) y veremos a quién creen».

Hoy Obama cree que «lo más importante» de esa Cumbre fue lograr que «China e India aceptasen –con todas las reticencias y reparos que se quieran– la idea de que todos los países, no solo los occidentales, tenían la responsabilidad de contribuir a detener el cambio climático», aunque también asegura que se dio cuenta de que «a pesar de todo el poder asociado al cargo que ocupaba siempre habría un abismo entre lo que sabía que había que hacer y lo que en un día, semana o año me veía capaz de lograr en la práctica».

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