El arzobispo de Tarragona

La hipótesis de que el Vaticano le esté haciendo el juego a los independentistas es descabellada

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No habían pasado cuarenta y ocho horas desde que el Papa Francisco dijera que la Iglesia alertaba contra el nacionalismo «que deriva en exclusión y odio hacia los demás», contra el nacionalismo «conflictual que levanta barreras», cuando se hacía público el nombramiento como arzobispo de Tarragona del sacerdote de Gerona y profesor de Teología, Joan Planellas . Es práctica común en la Iglesia, para los procedimientos ordinarios de nombramiento de obispos, que la búsqueda de información sobre la idoneidad de los candidatos, y sus hechos del pasado, se haga con un rigor máximo. Si así ha ocurrido en este caso, los responsables del expediente habrán detectado que, también en internet, existía la huella de un conflicto público en el que este sacerdote había sido protagonista cuando permitió que en su parroquia se colgara la estelada.

En la Nunciatura Apostólica restan importancia a lo ocurrido con el mensaje de que es una «fake news». Me insisten en que es una persona humilde, cercana, con formación teológica, títulos académicos y que no tiene inclinaciones separatistas.

Pero los hechos, también los pasados, tienen sus consecuencias. La sombra de una sospecha, que se ha sentado en la opinión pública, es alargada. Una sospecha que genera un clima de desconfianza tanto sobre el criterio de idoneidad de la elección del candidato como sobre la política vaticana de nombramiento de obispos en Cataluña. Habrá que esperar. En declaraciones posteriores a su nombramiento, monseñor Joan Planell se ha empeñado a fondo en desmentir que sea independentista, lo que no quiere decir que no sea nacionalista, o que vaya a ser obispo solo de unos y no de todos. Por cierto que en el mensaje de saludo a sus fieles habla de la «Iglesia catalana», término discutido y discutible en la eclesiología y en el derecho canónico. Quizá haya querido escribir, o nosotros debamos entender, «la Iglesia en Cataluña».

La hipótesis de que el Vaticano le esté haciendo el juego a los independentistas, que van a intensificar su estrategia educativa,social y eclesial para que, en los próximos diez años, los catalanes sean favorables a la autodeterminación, es descabellada. ¿O no?

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