Arrojar un frigorífico al campo emite tanto como recorrer 15.000 kilómetros en coche

Las neveras que llegan al final de su vida útil son residuos peligrosos por los aceites y gases que contienen

Frame del vídeo en el que un hombre arroja la nevera al monte

I. M.

«Reciclando, vamos a reciclarla», dice a cámara, en referencia a una nevera, un hombre. Justo después la lanza a un monte almeriense. Unas imágenes que empezaron a circular hace unos días por redes sociales ante el estupor e indignación general y sobre las que este martes la Guardia Civil ha informado de que el Seprona de Almería ya ha identificado al autor y está investigando los hechos . Sobre todo porque el individuo trabaja en una empresa de electrodoméstidos autorizada para la gestión de residuos peligrosos, recoge EP. La entidad contaba en sus instalaciones con aparatos almacenados desde hace diez años, contraviniendo la norma que permite solo hasta seis meses.

«Un frigorífico, cuando llega al final de su vida útil, está clasificado como un residuo peligroso », explica Rafael Serrano, director de Relaciones Institucionales, Marketing y Comunicación de la Fundación Ecolec . En concreto, estos electrodomésticos contienen gases refrigerantes (CFC hasta mediados de los años 90 y gases HC los posteriores), así como aceites refrigerantes que tienen un grave impacto ambiental si no se tratan adecuadamente. Una nevera antigua mal reciclada, por ejemplo, emite a la atmósfera gases de efecto invernadero equivalentes a las emisiones de un coche al recorrer 15.000 kilómetros, según los datos de Ecolec. También contienen hierro, aluminio, cobre o estaño, además de plástico, por lo que si se abandonan, «hay pérdida de recursos, de metales y de plásticos», explica Serrano.

Las neveras forman parte de los llamados residuos de aparatos eléctricos y electrónicos (RAEE) y cada año se ponen en el mercado nacional unos 600 millones de kilos. Están formados por piezas metálicas y plásticas, tarjetas de circuitos impresos, tubos de rayos catódicos, pantallas de cristal líquido, cables, pilas, baterías, diversos fluidos... De hecho, estos dispositivos contienen sustancias como cadmio, mercurio, plomo, arsénico, fosforo, aceites peligrosos y gases que agotan la capa de ozono . El fósforo que hay dentro de un televisor , por ejemplo, es capaz de contaminar hasta 80.000 litros de agua si es arrojado al campo, y en los televisores antiguos también contienen plomo y mercurio.

« Vías para deshacernos de los aparatos (de forma adecuada), tenemos », explica Serrano. Por ejemplo, existen más de un millar de puntos limpios en España para dejar los aparatos electrónicos, además de 4.000 puntos de venta de electrodomésticos que están obligados a recogerlos en caso de remplazo, sin contar los grandes almacenes o las tiendas online.

Lo que han comprobado en el día a día de la gestión de estos residuos es que lo más difícil de recuperar son los móviles y los pequeños electrodomésticos . «Hay compras que son por moda y no tenemos el producto porque no ha llegado al fin de su vida útil. Los guardamos en casa "por si acaso" y esos móviles en los cajones no se están recuperando», cuenta el portavoz. Porque muchas veces no se trata solo de la contaminación, sino también de lo que se ahorra al recuperar los materiales. Muchos de estos aparatos tecnológicos contienen tierras raras . «Estos materiales confieren un elevado valor a estos residuos ya que la extracción de este tipo de materiales es costosa y escasa por lo que este sector de residuos está siendo considerado como una forma de minería urbana», explica el Ministerio para la Transición Ecológica en su página web .

« En general, llegamos raspados al aprobado . Se pueden conseguir mejores cifras de recogida », asegura Serrano, que no obstante reconoce que, entre los aparatos que sí se recogen se obtienen buenos niveles de recuperación de materiales. Por normativa, en 2018 se deberían haber recuperado un 55% del peso de puesta en mercado, mientras que este 2019 sería necesario recuperar el 65%. «El año pasado, en Ecolec recuperamos un 97%», dice Serrano. En concreto, la entidad (una de las seis o siete que desempeñan la misma función en España) gestionó más de 114 millones de kilos de este tipo de residuos. Pero lograr que se recojan más objetos es «cosa de todos». ¿Cuántas tostadoras, cuántos móviles, cuantos secadores habrá en nuestras casas?», se pregunta el experto.

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