Día Mundial del Medio Ambiente

Las 13.000 víctimas del tráfico ilegal de especies que no podrán volver a casa

Más de una treintena de centros trabajan en España para recuperar los animales decomisados, pero es difícil reintroducirlos después en su hábitat natural

Boo, un primate talapoin, en el centro de recuperación de Alicante AAP Primadomus

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Sulley, un mono de hocico azul nacido en Guinea Ecuatorial, fue encontrado al borde de la muerte. Estaba dentro de una maleta en el aeropuerto de Alicante . Era 2017 y apenas tenía unas semanas de vida. Tras haber sido separado de su madre, arrancado de su hábitat y trasladado dentro de un pequeño compartimento durante horas, sufría hipotermia y deshidratación severa. Cuando la Guardia Civil lo llevó al cercano centro de recuperación AAP Primadomus, estaba inerte. La reanimación duró dos horas. Hoy está bien y ha sido reubicado en el zoo de Beauval, en Francia, pero no volverá a su hábitat natural . Sin haber adquirido las pautas de comportamiento necesarias para adaptarse y sobrevivir en su entorno natural, nunca podrá hacerlo.

La sobreexplotación de las especies, que incluye el tráfico ilegal, es la segunda mayor amenaza a escala mundial para la vida salvaje, solo por detrás de la destrucción del hábitat. Se calcula que el furtivismo de elefantes, por ejemplo, podría acabar con ellos en 20 años. En el caso de los rinocerontes el tiempo se reduce a una década. Sulley tuvo la suerte de ser rescatado in extremis. « Sobreviven el 10 por ciento de las especies vivas con las que se trafica», explica Pilar Jornet, directora de AAP Primadomus .

Pero el trabajo no cesa. En España, la mitad de las especies con las que se trafica son reptiles. Solo hace dos días, la Guardia Civil recuperaba 627 reptiles vivos en una operación internacional disparada por una gran demanda por parte de coleccionistas. Entre 2005 y 2012 se incautaron en España casi 41.000 especímenes Cites , es decir, protegidos por el convenio de Comercio Internacional de Especies Amenazadas de Fauna y Flora Silvestre, que incluye desde monos de hocico azul, tigres o leones, hasta cactus, loros o tortugas. De ellos, grandes cantidades correspondían a animales vivos : unos 7.800 reptiles, más de 500 monos y alrededor de 2.500 aves.

Sulley y Boo

«Cuando los ejemplares se encuentran en malas condiciones o en riesgo, suelen ser trasladados a centros de recuperación», explica el capitán Méndez, del Servicio de Protección de la Naturaleza (Seprona) de la Guardia Civil. Pero no siempre puede ser así. «Si el animal está en tienda o en un zoológico, se quedan allí, a disposición judicial». En España existen más de una treintena de centros de recuperación para especies protegidas por Cites. Pero hay más demanda que plazas disponibles .

«Estamos muy llenos. No saturados, pero sí falta capacidad», explica Jornet, cuyo centro ratificó en 2013 un acuerdo para ser lugar de recuperación de especies Cites. En su caso, ahora están acogiendo 108 animales : 84 son primates, 24 son grandes felinos y otros dos mamíferos. Otros centros, como el de la Fundación para la Investigación en Etología y Biodiversidad (FIEB) en Toledo, están especializados en aves, reptiles o pequeños anfibios. Un informe de WWF cifró en 2018 en cerca de 13.000 los ejemplares decomisados que se encuentran en los centros españoles.

Los macacos de Berbería Port y Juma AAP Primadomus

En AAP Primadomus lo que más reciben son macacos de Berbería (conocido como mono de Gibraltar), aunque en general llegan dos perfiles diferentes de primates al centro. El de bebés, como Sulley, incautados en puntos de acceso al país. «Llegan atemorizados. La relación de un mamífero con su madre es muy importante, así que lo primero es ponerlos con adultos para darles confort». Las crías necesitan agarrarse, cuenta Jornet. «Es como el chupete de un bebé, les calma». El otro perfil es de animales adultos, no detectados a su entrada, que acaban tras años dando tumbos en jardines o jaulas, sin ver cubiertas ninguna de sus necesidades naturales. «Vienen obesos por no ejercitarse o desnutridos por llevar una alimentación inadecuada. Muchos traen conductas aberrantes, no naturales», dice la directora del centro. Algunos se arrancan el pelo, otros se cogen un brazo como si se estuvieran pegando.

Sin poder volver

De media los primates están tres años en el centro de recuperación, para los felinos se necesitan 10 años, aunque todo depende de su pasado y de una capacidad de recuperación, que puede variar mucho entre ejemplares. Patrick, el actual líder de los chimpancés del centro, tardó un año en atreverse a salir al exterior . «Ven un abismo que no conocen. Cosas como la lluvia al principio les da mucho miedo», cuenta Jornet. En cambio Michi no salió nunca al exterior, pese a ver que el resto de su grupo lo hacía. «Lo intentamos todo, pero murió sin haber salido nunca». Después, una vez recuperados y socializados, se les busca plaza en un santuario o en un zoológico supervisado. Porque estos animales no pueden volver a su hábitat natural. La mayoría han crecido solos, sin aprender las pautas de comportamiento necesarias para vivir y adaptarse a vivir en su medio en libertad.

«Es complicado devolverlos a su lugar de origen», explica Luis Suárez, responsable del programa de especies de WWF. Primero, por el proceso judicial . «Hasta que no hay sentencia firme no se puede disponer del animal. Eso retrasa mucho los procedimientos». Luego está la parte biológica. «Por ejemplo, devolver primates es complicado si tienen alterado el comportamiento», cuenta. También hay que tener acuerdos bilaterales, ver quién costea los gastos… «El proceso es más complejo de lo que parece. No hay protocolos en marcha, o acuerdos bilaterales, por lo menos en las especies más comunes. Es lo que nosotros demandamos».

El tráfico ilegal de especies se ha convertido en la cuarta actividad organizadas más lucrativa a nivel mundial, solo por detrás del tráfico de drogas, las falsificaciones y la trata. Interpol y Naciones Unidas estiman que el mercado negro asciende a entre 91.000 y 258.000 millones de dólares anuales. Y crece a un ritmo de entre un 5 y 7% anual. «Se ha perseguido poco, había cierta laxitud a la hora de aplicar penas o multas y la relación de rentabilidad frente riesgo era buena», argumenta Suárez.

España, por su ubicación geográfica y vínculos comerciales, es lugar de tránsito o destino de especies de flora y fauna desde África y América Central y del Sur con destino al mercado interior, al resto de Europa y al continente asiático. Por eso, en 2018 se aprobó el Plan de Acción Español contra el Tráfico Ilegal y el Furtivismo Internacional de Especies Silvestres ( Tifies ), que trabaja en ámbitos como la vigilancia, las incautaciones en frontera, la concienciación ciudadana o el apoyo a los países de origen. Todo para evitar la «defaunación» . Una palabra que aunque no está en el diccionario, puede acabar siendo una realidad.

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