El Papa Francisco en Filadelfia
El Papa Francisco en Filadelfia - efe

Francisco pide «invitar con franqueza a los jóvenes a que sean audaces y elijan el matrimonio y la familia»

Urge a los obispos a «desarrollar la alianza entre la Iglesia y la familia» para hacer frente a la desmembración social

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En un vigoroso discurso a los trescientos obispos de todo el mundo que participan en el Encuentro Mundial de las Familias en Filadelfia, el Papa Francisco les confirmó que se ha roto «la afinidad entre la institución civil y el sacramento cristiano del matrimonio», por lo que deben hacer frente a una nueva cultura en que las personas tienen miedo a los vínculos permanentes.

El Santo Padre lo comparó al cambio de las antiguas tiendas de barrio a los nuevos gigantesco «shopping centers», en los que ya no hay una relación de fidelidad mutua, y a una sociedad donde la persona se dedica a «consumir relaciones, consumir amistados, consumir religiones, consumir, consumir…».

El Papa les invitó a no encerrarse en la nostalgia de tiempos pasados sino a compadecerse de la nueva «soledad radical a que se ven sometidas tantas personas, corriendo detrás de un ‘like’, corriendo detrás de aumentar el número de ‘followers’ en cualquiera de las redes sociales».

Francisco advirtió que en esta cultura individualista y disuasiva «muchos jóvenes han interiorizado una especia de miedo inconsciente» a casarse. En ese clima, «hay muchos que retrasan el matrimonio en espera de unas condiciones de bienestar ideales. Mientras tanto, la vida se consume sin sabor».

Con gran vigor, el Papa espoleó a los obispos del mundo entero a «invitar con franqueza a los jóvenes a que sean audaces y elijan el matrimonio y la familia». No sólo les hará bien a ellos, sino que extender el «Evangelio de la familia» es una «buena noticia para un mundo en que la preocupación por uno mismo reina por encima de todo».

El Papa recordó a los obispos que cuando sus predecesores los Apóstoles estaban desbordados, el Espíritu Santo les inspiró a «inventar los diáconos», de modo que ellos mismos pudieran dedicarse «a las dos tareas esenciales: la oración y la predicación».

Esta predicación debe hacerse «en medio de las familias», sin tener «miedo a las preguntas, al contacto, al acompañamiento». Por eso les preguntó: «En nuestro ministerio pastoral, sabemos ‘perder’ el tiempo con las familias? ¿Sabemos estar con ellas, compartir sus dificultades, sus alegrías?».

Después de retarles al examen personal sobre su modo de actuar, el Papa les exhortó a «desarrollar la alianza entre la Iglesia y la familia. De lo contrario, se marchita, y la familia humana, por nuestra culpa, se alejara irremediablemente de la alegre noticia evangélica de Dios».

Si los obispos y sacerdotes saben mezclarse con las personas, conseguirán lo mismo que Jesús: que una mujer samaritana que había vivido con cinco «no maridos» se convierta en anunciadora de su presencia al resto del pueblo, o que «un publicano maduro se apresurara a bajar del árbol y desvivirse por los pobres».

El programa del ultimo día del Papa en Filadelfia incluye por la mañana una visita a la mayor cárcel de la ciudad y por la tarde, la misa de clausura del Encuentro Mundial de la Familias antes de emprender viaje de regreso a Roma.

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