OPINIÓN

Sobran colegios

Tenemos un problema y estamos buscando la solución en el sitio equivocado

Yolanda Vallejo

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Que cierren escuelas es lo peor que le puede pasar a una sociedad, usted lo sabe tan bien como yo, porque solo puede significar una cosa, o la escuela o la sociedad necesitan un cambio de aires de manera urgente. Esta semana, la crónica de la muerte anunciada del colegio público Adolfo de Castro por falta de alumnado y tras el parche de un aula mixta con niños y niñas de entre tres y ocho años –parche, he dicho parche- ponía, de nuevo, sobre la mesa uno de los temas favoritos del cuñadismo ilustrado. Ya sabe, -al estilo del pasodoble del Chapa- la dicotomía público-concertada como llave maestra para abrir la caja de los truenos. Que si los que se creen pijos de la concertada, que si los hijos de los obreros de la pública, que si las notas hinchadas de la concertada, que si los logros intelectuales de la pública, que si los papás de la concertada que aparcan donde quieren, que si los ecobiciclistas de la pública… lo de todos los años, pero en versión aumentada y perversamente corregida.

Partiendo de la base de que el modelo de concertación educativa en España está, no solo superado, sino anticuado y completamente obsoleto porque sigue anclado en la necesidad, supuestamente coyuntural, de ampliar el número de plazas escolares cuando el boom de los años setenta, resulta igual de antiguo y de rancio pensar que hay un contubernio o una estrategia ruin para maltratar a la escuela pública desde las administraciones autonómicas que son, en definitiva, las que gestionan la educación y las que llevan cuarenta años –cuarenta años- echándose la siesta a la sombra de los conciertos, sin atreverse a coger el toro por los cuernos y actualizar, o directamente, eliminar este tipo de acuerdos con entidades religiosas o empresas privadas, y a potenciar la escuela pública que es, en definitiva, la que deberían potenciar y a la que deberían proteger.

Porque es rigurosamente cierto que en el último cuarto de siglo han cerrado demasiados colegios en Cádiz. Veinticinco años, de los cuales veinte han sido responsabilidad del PSOE –lo digo más que nada a título informativo, que luego se nos llena la boca con aquello del facherío- y cinco del PP, en los que la escuela pública ha ido languideciendo por falta de medios, por falta de infraestructuras, por falta de ganas y por falta, ¡ay, que ya llegamos!, de niños y niñas en edad escolar. Cerraron los colegios Capuchinos, Arbolí, José León de Carranza, Eduardo Benot, Carmen Jiménez, Manuel de Falla, la Institución Provincial Gaditana, pero también San Martín y la Sagrada Familia, colegios concertados que primero perdieron líneas, como le ocurrió a La Palma o La Mirandilla, y que acabaron cerrando sus puertas, sin que demasiada gente se rasgara las vestiduras.

Pero también es rigurosamente cierto que, en quince años, Cádiz ha perdido el cuarenta por ciento de población infantil, lo que más que un dato es una tragedia.

En la pasada campaña de escolarización apenas se cubrieron las plazas ofertadas para niños de tres años, nadie se quedó fuera, ni hubo problemas en la elección de centros en Cádiz; en el casco histórico, solo ciento cuarenta y ocho plazas de las trescientas vacantes ofertadas fueron cubiertas por falta de solicitudes, tanto en los colegios públicos como en los concertados, lo que se explica tanto por el envejecimiento de la población como por la falta de trabajo y de vivienda para la gente más joven que se ve obligada a buscarse la vida en otra parte. No es una cuestión ideológica, ni política, ni siquiera es una cuestión social, es simplemente una cuestión estadística. Si no hay niños, si no se cubren las plazas, si no hay demanda, el sistema educativo se viene abajo, y lo seguirá haciendo en los próximos años porque esto, mucho me temo, no tiene enmienda.

El próximo mes de marzo, cuando se abra el plazo de escolarización para los pequeños nacidos en 2021, la situación será aún más complicada y se verá más comprometida. Solo hay que echar un vistazo a los datos del INE y comprobar que, en Cádiz, nacieron ciento cincuenta y un niños menos que en 2020 y, por tanto, habrá ciento cincuenta y una solicitudes menos para cubrir las plazas ofertadas por los colegios gaditanos, los públicos y los concertados, lo que puede llegar a suponer el cierre de hasta seis unidades de Educación Infantil. La realidad es esta, no faltan colegios, como cantaba don Antonio en su pasodoble, lo que faltan son niños, y niñas; lo que falta es algo que recordaba David de la Cruz el otro día en una reflexión sobre el cierre del colegio Adolfo de Castro, «las carcajadas y la infancia». Porque por muy inclusiva, plural, universal, diversa y no sé cuántas cosas más que sea la escuela pública que tanto defendemos ahora –ahora, he dicho ahora- si no hay niños y niñas que ocupen sus plazas, el esfuerzo no servirá para nada. Seguirán cerrando colegios, y posiblemente, serán los públicos los que más lo acusen porque mientras no se revise el modelo de concertación en materia de Educación, los padres seguirán optando por aquellos centros con mejores instalaciones, con mayor oferta educativa –Infantil, Primaria y Secundaria en el mismo colegio- y con más prestaciones extraescolares. Y, a día de hoy, es completamente legítimo que lo hagan.

Tenemos un problema y estamos buscando la solución en el sitio equivocado, posiblemente porque no nos hemos dado cuenta de que esto no va derechos ni de privilegios, de clases ni de recortes sociales. Esto va de que nos estamos haciendo viejos y ya se nos va notando.

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