HoJa Roja

Siniestro total

A estas alturas, aun no se conoce quién presidirá el gobierno de este país, y aunque sabemos que deberá tener mucha mano izquierda, hay que ser torero para lo que se avecina

Yolanda Vallejo

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Hoy, por si no lo sabe, se celebra el día internacional de los zurdos; una fecha marcada en el calendario desde 1976, que pretende dar a conocer y ayudar a reducir las dificultades que encuentran las personas zurdas en una sociedad predominantemente diestra. Eso, al menos, es lo que dice la Asociación Internacional de Zurdos que eligió un día 13 para hacer un guiño entre el número de la mala suerte y la leyenda que pesa históricamente sobre lo siniestro. Y si se fija usted bien, se dará cuenta de que razón no le falta, ya que llamamos diestra a la persona hábil, que todo lo hace bien, que se maneja con «destreza» en muchas materias y que ocupa un lugar privilegiado hasta en los cielos. Ya sabe, estar sentado a la derecha del Padre no es lo mismo… que, por algo, durante siglos, la mano izquierda estuvo asociada al vicio y al pecado y llamada por las religiones monoteístas «la mano del diablo». De ahí que estrechemos la mano derecha para sellar los pactos y que, según Mateo 6, no debamos permitir que nuestra mano izquierda sepa lo que hace la diestra, aunque esta no haga absolutamente nada.

A los zurdos, durante mucho tiempo, se les castigó duramente, incluso con métodos tan salvajes como poco eficaces y se les obligó a «corregir» su imperfección para que entrasen por el ojo de la aguja de lo aceptadamente normativo; algo que, a día de hoy, resultaría impensable, más cuando una de cada diez personas en el mundo es zurda, y determinados mitos, como que son más introvertidos o que enferman más, han ido cayendo por su propio peso. A mí, lo que me sigue fascinando es que los almanaques continúen señalando días para todo; algunos necesarios –o eso quiero pensar- y otros realmente anecdóticos como el día del hijo mediano, que, por cierto, se celebró ayer.

Paradójicamente, y a pesar de su mala fama, la historia está llena de zurdos ilustres. Aristóteles, Leonardo, Newton, Einstein, Van Gogh, Andersen, Carroll, Kafka, Goethe, Mark Twain, H. G. Wells, Paul McCartney, Iggy Pop, Bob Dylan, Bill Gates, Gandhi, Marilyn Monroe, Napoleón, Obama, Clinton, Hitler, Putin… ya sabe, por referentes no será y por siniestros, alguno de ellos, tampoco. Por eso, llama la atención que el lenguaje, que se configura según el pensamiento - ¿O era al contrario? - siga llamando «siniestro» a lo malintencionado, a lo aciago, a lo funesto, y «diestro» al matador de toros, por ejemplo. Un término que no solo no está en desuso, sino que lo mismo volvemos a incorporar a nuestro vocabulario de todos los días, tal y como se van perfilando las cosas.

Y es que, últimamente, se habla mucho de toreros; y no solo por el vicepresidente de la Generalitat Valenciana que, al fin y al cabo, todos tenemos un pasado y Vicente Barrera lo tiene como matador de toros como lo podía haber tenido en el campo de la fontanería. Pero se habla de los toreros como si estos conformasen la reserva espiritual de lo más casposo y bizarro de la historia de nuestro país, metiéndolos a todos en el mismo saco de lo retrógrado y lo franquista –sí, todavía hay quien dice que el toreo es franquista, qué le vamos a hacer, a la gente le faltan muchas lecturas y le sobra mucha osadía-, olvidando que gran parte de la intelectualidad de la primera mitad del siglo XX bebía de la fuente del toreo y compartía con los matadores, ovaciones y puerta grande. Quiero decir con esto, que no todo es blanco o negro, ni derecha o izquierda; y se lo digo porque hoy, también, se cumplen ochenta y nueve años de la muerte de uno de los intelectuales más comprometidos con la izquierda republicana y con un grupo de jóvenes poetas –Rafael Alberti llegó a estar, y a torear, en su cuadrilla- a los que Ignacio Sánchez Mejías, el torero sevillano, no solo alentaba desde la barrera, sino que apoyó económicamente el acto en el Ateneo de Sevilla en conmemoración del tricentenario de la muerte de Góngora –aquel acto que sirvió de acta viva fundacional de la Generación del 27, y en el que se encontraban, además de Alberti, poetas nada susceptibles de afinidad al régimen que vendría, como son Bergamín, Juan Chabás o el propio Federico García Lorca quien le dedicaría la más hermosa elegía tras su muerte. Sánchez Mejías, además de amante de La Argentinita –y esto lo digo porque me parece una de las historias de amor más novelescas del siglo XX- fue presidente del Betis, jugador de polo, actor y autor de tres piezas teatrales, Sinrazón, Ni más ni menos y Soledad, escritas en la línea de los postulados más vanguardistas del momento.

El día 11 de agosto de 1934, en la plaza de toros de Manzanares, a las cinco en punto de la tarde, Granadino sorprendía al diestro con una cornada mortal. Uno de los banderilleros le había advertido «tenga cuidado, maestro, que el toro aprieta para adentro». Dos días más tarde, tal día como hoy, la gangrena se encargaría de darle la puntilla al torero. Su muerte causó tal impacto en la sociedad del momento, que los versos de García Lorca se quedaron cortos «¡Qué gran torero en la plaza!, ¡Qué gran serrano en la sierra!, ¡Qué blando con las espigas!,¡Qué duro con las espuelas!» ante el dolor por la muerte del diestro.

Y ahora dirá usted que para qué le cuento lo de los zurdos y lo del toreo. Así que no le entretengo más: el próximo jueves el Congreso y el Senado resultantes de las elecciones del pasado 23J se reúnen en sesión constitutiva. A estas alturas, aun no se conoce quién presidirá el gobierno de este país, y aunque sabemos que deberá tener mucha mano izquierda, hay que ser torero para lo que se avecina.

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