Hoja Roja

Raza Mora

Nunca fue tan fácil como ahora sacar a pasear al historiador, arqueólogo, paleógrafo y conferenciante que todos llevamos dentro

De todos es conocido que cuando el diablo no tiene nada que hacer, con el rabo mata moscas, aunque algunas veces solo consiga soliviantarlas. A todos nos pasa, claro, después de visto, todo el mundo es listo, y a toro pasado, ya se sabe. Nunca fue tan fácil como ahora sacar a pasear al historiador, arqueólogo, paleógrafo y conferenciante que todos llevamos dentro. El orgullo, es lo que tiene, que en cuanto vemos la ocasión, lo ponemos encima de la mesa. Hemos leído y oído de todo: Yo lo habría hecho de otra manera, ha faltado una exposición de huesos de aceituna romanos, han atentado contra el rigor -hombre, por favor- porque Julio César no pudo coincidir nunca con Balbo, en la época romana no había globos para que saliera volando Pasión Vega -momento Up, sin duda-, el Zigurat no era de tela… qué le voy a contar, si las redes sociales han servido de vomitorio de bilis y mezquindades durante los diez días que ha durado «Gades Romana». Nada nos complace porque nosotros sí que sabemos latín. El caso es opinar, mal, por supuesto.

Y como, a veces, yo tampoco tengo nada que hacer, pienso en la oportunidad perdida en la Casa del Carnaval de haber reunido en una exposición -magna, por supuesto- todos los tipos de romanos que han salido en concurso. Algo leí en redes -que yo también me informo en el Boletín Oficial de Facebook cuando me parece- y, la verdad, es que el corpus era bastante suculento. Los tipos 'Quo Cadix', 'Las ruinas romanas', 'Los senadores romanos', 'Aquí no se rinde nadie', o 'Escuela taller de gladiadores El Pópulo', habrían dado casi tanto juego como los romanos del imperio cofrade. Pero no me lamento, que para eso siempre hay voluntarios dispuestos a protestar. Esta semana, sin ir más lejos, Teresa Rodríguez, que sabe de lo que habla porque para eso se licenció en Filología Árabe, señalaba en las redes que estamos orgullos de nuestra historia, pero solo de una parte: «Ahora tocaba recordar la Cádiz andalusí: Qadis, 5 siglos. Pero no. No pasará Porque el PP ya es Vox con más blanquitos y Vox es el PP con más malaje». La cita es larga, lo sé, pero literal, y deja entrever una intencionalidad un tanto chunga en pasar de los romanos a los piratas en la próxima edición de «Orgullosos de nuestra historia», como si tal cosa. Y, aunque no haya tenido mucho recorrido su denuncia en redes, más allá de las islamofobias, el facherío y el started pack del revisionista primerizo, no estaría de más darle a la propuesta una vueltecita, aunque sea con el rabo, matando moscas.

Experiencia tenemos, un cuarto de siglo de Mercado Andalusí con sus jabones, sus quesos, y sus caramelos nos contemplan. Por ahí no íbamos a tener problema, ni por los espacios, porque el barrio del Pópulo es, en sí mismo, un buen escenario, con el patio mudéjar de la Casa de la Contaduría o la misma parroquia de Santa Cruz -no se trata de convertirla en mezquita, pero podría valer-, y se podría recuperar la casa almohade que apareció en Barrocal y de la que nunca más se supo. Degustaciones de pinchitos morunos podrían ser el éxito de la parte gastronómica, y se podría contar con las asociaciones de Moros y Cristianos del Levante, pero para que nos dieran unos cursos, por supuesto, que aquí sabemos también hacernos el moro y el cristiano sin que tenga que venir nadie de fuera. El espectáculo podría ser las mil y una noche en Cádiz, con grupos de baile de Cádiz, autores de coros y comparsas de Cádiz, la coral de la Universidad de Cádiz -podrían hasta aprovechar algunos de los trajes de romanos que se pusieron-, los niños y niñas de Cádiz con todos los disfraces de Aladin y Jazmin que deben tener de los fines de curso de los colegios, los artesanos de Cádiz, los de las tiendas de veinte duros, los gimnastas de Cádiz y algún bailarín de aquí, por ejemplo.

Y esta vez, por favor, necesitaríamos que el mundo del Carnaval se vuelque con ese Qadix musulmán que solo existió en un imaginario que, ni siquiera, fue colectivo, porque a los habitantes de Al-Andalus les interesamos bien poco como ciudad. Pero bueno, «Bájame la jaula, Jaime» estaría bien como título de una gran exposición donde estuvieran los tipos de 'Los moros babucheros' o de 'Sucursal del zoco' -así, además, se pueden dar conferencias eruditas sobre el carnaval decimonónico-, y no podrían faltar los del 'El legado andalusí', 'La jaima', 'Al-Andalus', 'Venimos del moro', 'O tos moros o tos cristianos', 'Los emires (por donde se mire)' y, por supuesto, 'Raza mora' que podría cantar, otra vez, lo del cuatro de diciembre, por ejemplo.

No me diga que no estamos perdiendo una oportunidad. Total, hay que estar orgullosos de toda nuestra historia, aunque nos la tengamos que soñar; será por soñar, que ya lo decía Paco Alba en la presentación de 'Los sarracenos': «a mí, Cádiz me hace soñar, y ya no habrá quien me eche de aquí, aunque me tenga que bautizar». ¡Ay, Cádiz!

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