Opinión
El que quiera saber, que lea un libro
La lectura es la herramienta con la que se construye el pensamiento crítico, se adquieren conocimientos y se fomenta la imaginación y la creatividad
Dice María Pombo que la lectura está sobrevalorada. Que leer no nos hace mejores personas -en eso estoy totalmente de acuerdo- y que a ella lo que le gusta es pasarse horas mirando libros de modelos icónicas «apreciando la fotografía». Pues muy bien; no entiendo el revuelo que se ha formado ni la necesidad de abanderar la causa lectora que le ha entrado a todo el mundo. Si la tataranieta de Concha Espina no quiere leer, que no lea, que tampoco es para ponerse así. María Pombo tiene dos hermanas, una que según ella «devora libros» -no ha especificado si es que los que se los come- y otra que «no se ha leído uno en su vida», y está tan contenta; igual que Gunilla von Bismarck se vanagloriaba, en los ochenta, de haber fregado solo dos platos en toda su vida y de la misma manera que Tamara Falcó -antes de ser coach de banalidad- reconocía que, pese a haberse criado con Mario Vargas Llosa y con Miguel Boyer, en su casa no eran muy lectores, «eran más de cacería» y que se sabía «Madame Bovary» de memoria, pero «la película, no la novela». La marquesa de Griñón nunca ha tenido en cuenta la cita de Mark Twain -lo mismo porque no sabe quien es- y no ha tenido pudor nunca en abrir la boca y disipar las dudas que pudiera generar su silencio. Fue a unas vacaciones a Kenia con unos amigos ingleses y lo que más le impresionó es que todos sus amigos se ponían a leer cuando llegaban al resort. Y es que, como ella misma decía, «la vida de los ingleses es muy distinta».
Que sí, que cualquier persona con dos dedos de frente -tampoco parece que haya mucha gente así- podría decir de carrerilla cuáles son los beneficios de la lectura y echar mano de todos los tópicos que, en torno al hábito lector, se han ido construyendo para justificar lo injustificable, porque la realidad y el deseo son dos conceptos totalmente antagónicos. Ya lo decía Luis Cernuda, «el deseo es una pregunta cuya respuesta nadie sabe» y la realidad es una certeza que incomoda. La lectura es la herramienta con la que se construye el pensamiento crítico, se adquieren conocimientos y se fomenta la imaginación y la creatividad. También es un antídoto contra la soledad no elegida, contra el aislamiento social y contra el aburrimiento que es, quizá, donde está el origen de la polémica que ha generado María Pombo en TikTok. Porque el problema no es que María Pombo saque a pasear su ignorancia, ni que haya comprado «El principito» en Zara Home. El problema es que a esta señora la siguen más de cuatro millones de personas en sus redes sociales -tres millones en la misma red en la que Arturo Pérez-Reverte tiene trescientos mil- y todo lo que dice se viraliza y se canoniza rápidamente.
El problema no es que María Pombo diga que pasa nada por no leer. El problema es que, en este país hay un tercio de la población -que son algunos millones más que los seguidores de la influencer- que reconoce públicamente que no ha leído un libro en su vida. No lo digo yo, lo dice el propio Ministerio de Cultura a través de la Encuesta de Hábitos y Prácticas Culturales en España 2004-2025 -ya sabe usted lo que me gustan las encuestas y los datos-, elaborada por Conecta para la Federación de Gremios de Editores de España. Un tercio de los españoles, y españolas, no tiene intención de emplear su tiempo en la lectura, no ha ido a una biblioteca jamás y no tiene ningún libro en su casa, aunque el ministro Urtasun se empeñe en decir que el 75% de la población entre 14 y 24 años lee de manera habitual. Poca población ha visto el ministro, claro. Debe ser la marca de la casa del Gobierno actual: el ministro de Transportes no ha cogido un Cercanías, la ministra de Sanidad no ha comprado nunca unas gafas y el titular de Cultura no sabe lo que cuesta enganchar a los jóvenes a la lectura. Y cuando digo «lo que cuesta», lo digo en sentido figurado pero también literal, porque en este país -y, sobre todo en Andalucía- es donde menos se invierte en lectura pública de toda Europa.
Esta semana comenzará el curso escolar en nuestra Comunidad Autónoma en la que la lectura es una materia «obligatoria» y transversal en todos los niveles académicos. 5,97 euros anuales, por habitante, es lo que la Junta de Andalucía destina a la adquisición bibliográfica para bibliotecas, frente a los 10,77 que invierte Madrid o los casi 17 euros por persona que gasta Cataluña en sus bibliotecas. La UNESCO recomienda una ratio de 2,5 libros por habitante, España la rebaja a 1,5 y en Andalucía no llegamos ni a un libro por persona.
Al final, vamos a tener que darle la razón a María Pombo: la lectura está sobrevalorada y los libros infravalorados en este país. Y así nos va.
Ver comentarios