OPINIÓN

Una playa del NODO

Y es que, de momento, falta poesía en los Plenos, reconozcámoslo

Yolanda Vallejo

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Ya los Plenos Municipales no son lo que eran. El salseo gaditano se está perdiendo, y es una pena, que decía Antonio Martín en 'Los mayordomos'. Ni duran once horas, ni hay peleas, ni ironía, ni poesía, ni siquiera una voz más alta que otra y todo transcurre según el guion establecido -preestablecido- por los grupos políticos, casi en amor y compaña. Es verdad que con una mayoría absoluta como tiene el Partido Popular es muy difícil sembrar discordia en los debates; los turnos de palabra se suceden y las opiniones, aunque puedan estar enfrentadas, no cambian el resultado de las votaciones. Catorce y trece -o siete y seis- y pare usted de contar. Lejos quedaron aquellos Plenos eternos en los que el alcalde tenía que lidiar con cinco portavoces municipales -cuatro, más el concejal no adscrito- y con una ciudadanía empoderada -en el peor sentido del término- que lo mismo le pitaba que le cantaba un rap o algo de los «Cantajuegos», o le tiraba un bote de humo al balcón del Ayuntamiento. Eran los tiempos en los que el anterior alcalde tenía que cortar por lo sano, como aquella ocasión en la que Peppa Pig se coló en el Pleno y en el palco municipal: «Se les debería de caer la cara de vergüenza», les decía Kichi a los concejales populares y socialistas recordándoles que él -tan del barrio y tan de los vecinos y vecinas-iba a ver a Peppa Pig «desde el gallinero con mis hijos» y ellos, los otros, estaban en el patio de butacas por la cara.

Eran otros tiempos, otros Plenos, claro. Como cuando dos vecinas se desmayaron en medio del hemiciclo, o como cuando las representantes de una asociación de vecinos que era «una mina de oro» casi se moñean allí mismo a cuenta de quién se lo estaba llevando calentito, o como cuando otro vecino se vendó los ojos y comenzó su intervención con un «Método de guitarra por tablatura. Audio 1. Probando» para recitar un poema que, de tan surrealista, parecía escrito por André Breton: «No hay cualificación para las corbetas ni manillares para el carril bicicleta, siendo natural de Cádiz no llevo toalla a la playa». A mí, qué quiere que le diga, me fascinaban aquellos Plenos en los que, a menudo, se zanjaban las polémicas con un «Qué vergüenza» del alcalde o con un «esto no es un plató de Telecinco» cargado de dignidad mal disimulada. Porque, efectivamente, los Plenos, en aquellos tiempos, eran como un 'Sálvame' en sesión continua, amplificado por la pandemia y sus consecuencias virtuales. Acuérdese, mientras todo el mundo estaba ya haciendo, más o menos, una vida normal y presencial -los trabajadores del Ayuntamiento, por ejemplo, desde mayo de 2020-, nuestros representantes municipales siguieron haciendo Plenos telemáticos hasta septiembre de 2021, por aquello de las recomendaciones sanitarias y las ventilaciones, pero dándonos momentos de auténtica gloria televisiva: «A favor, a favor», decían los concejales desde los más variopintos escenarios y, sobre todo, desde la intimidad doméstica, con ruido de obras, con niños que entraban o salían, con chándal, con la lavadora centrifugando, con crespón negro y bandera rojigualda… «¿se me ve?», «¿se me escucha?».

Pero ya ve, todo cambia y los Plenos Municipales no iban a ser menos. No entraré a valorar la duración porque me pasa como con las rebajas, ya sabe, si una prenda costaba ochenta euros y luego la puedo comprar por diecinueve ¿cuál es el precio real de la prenda? ¿cuánto debe durar un Pleno para que dé tiempo a debatir todo el orden del día? Claro que, si al Pleno le quita usted toda la literatura, y los debates estériles, se queda como el del anuncio de Másmovil, ¿para qué estaban ustedes once horas si en cinco se pueden despachar los asuntos municipales?, dirá usted y dirá bien, tanto amor y no poder hacer nada contra la muerte, que diría el poeta. Y es que, de momento, falta poesía en los Plenos, reconozcámoslo. No hay tensión, no hay sangre, como dice el portavoz de Adelante Cádiz. Y sin dolor, no hay gloria. Todo es tan amable, tan razonable, tan civilizado que más que un Pleno Municipal parece una sesión de coaching.

Menos mal que nos queda David de la Cruz para recordar los viejos tiempos. El jueves se aprobaba por mayoría la señalización de la limitación de la zona -el tramo entre el Chato y Torregorda- donde se puede practicar el nudismo en las playas de Cádiz, acabando así con la ambigüedad de la ordenanza vigente que no contentaba a nadie, ni siquiera a los usuarios nudistas, recuerde que el presidente de la Federación Española de Naturismo ya se quejaba, en marzo de 2022, de que «Kichi es muy conservador. Es muy poco revolucionario para lo que se vendía al principio», a pesar de que el propio Kichi, ante la polémica que suscitó la ordenanza decía en sus redes sociales «Todo forma parte de nuestro malvado plan para dominar el mundo». ¿Ve lo que le decía? Nos falta chicha. No le salió bien el plan de dominar el mundo, pero nos queda su legado, como le decía antes, porque el portavoz de Adelante Cádiz, tras recordar que está «prohibido prohibir y que la libertad está por encima de la moral» dijo la frase estelar del pasado Pleno: «Entre una cosa y otra os va a a quedar una playa preciosa, en blanco y negro, del NODO».

Que no es que haya cambiado nada, que sigue siendo la misma playa que antes, no vayamos a perder el norte, pero ya la veo de otra manera. Porque no hay nada como dar con la palabra exacta cuando no se tienen argumentos. Que tuve que explicarles a mis hijos lo que era el NODO, y, aun así, no le vieron la gracia. Y es una pena.

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