Hoja Roja

Más madera

Hace cinco años nos lo creíamos todo. Después de la crisis económica, todo nos parecía un camino de baldosas amarillas y pensábamos que en algún lugar «over the rainbow» los sueños se hacían realidad

Yolanda Vallejo

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Hace cinco años, más o menos por estas fechas, se presentaba en Cádiz la primera cápsula del Hyperloop en una ceremonia de la confusión de la que apenas se recuerdan los chascarrillos de Rafael Contreras –entonces presidente de Carbures- momentos antes de dar a conocer el asombro del Damasco al mundo. «¿Es un avión? ¿Es un tren? ¿Es un pájaro? No, es Hyperloop», decía mientras sonaba una música como de grandes epopeyas y como en los mítines del desierto de García Márquez –sí, no me quito de la cabeza al senador Onésimo Sánchez- aparecía una capsula de colores vivos y treinta y dos metros de largo que, en palabras de Dirk Ahlborn, presidente de HTT, «viaja como un avión sin alas»; así nos decían que íbamos a viajar, como los tubos de dinero que, de repente, le salen a la cajera del supermercado por debajo de la máquina registradora. A mil doscientos kilómetros por hora, en un tubo que nos iba a llevar de Cádiz a Sevilla en doce minutos o menos. El gran qué. Y se iba a fabricar en Cádiz, claro, dando empleo a doscientas cincuenta personas de nuestro entorno que trabajarían duramente para que, en menos de un año, el tubo viajero se convirtiera en una red de trenes más rápidos que el TGV francés y el Shikansen japonés, porque según los cálculos de la HTT, antes de finales de 2019 habría un servicio activo y constante de Hyperloops por el mundo.

Hace cinco años nos lo creíamos todo. Después de la crisis económica, todo nos parecía un camino de baldosas amarillas y pensábamos que en algún lugar «over the rainbow» los sueños se hacían realidad. A algún clavo hay que agarrarse, aunque esté ardiendo. Y aunque el invento de Elon Musk parecía de Ali Express o diseñado por el doctor Frank de Copenhague, nosotros –y los de Carbures, que es más preocupante- no tragamos el kilómetro y medio de tubos de acero y hormigón que había construido en California en 2012, y desde el que iba a revolucionar para siempre el transporte en el mundo y fuera de él, si lo dejaban viajar a Marte. Habíamos visto tantas cosas disparatadas que una más no nos iba a quitar el sueño; es más, el exotismo de Musk puesto en boca de Contreras nos parecía lo más normal del mundo.

Igual que un año más tarde, en febrero de 2019, el velocípedo de Torrot nos parecía lo más normal del mundo. Es más, el entonces consejero de Economía de la Junta de Andalucía, Rogelio Velasco, anunciaba a bombo y platillo el apoyo institucional al HomeTECH, que era la encargada de fabricar aquella cosa más parecida a los coches de juguete de Imaginarium que a un vehículo de verdad. También se iba a hacer en Cádiz, faltaría más, y el otro Contreras –Iván, consejero delegado de Torrot- presentaba el proyecto de una fábrica de siete mil metros cuadrados, concebida «como un espacio multifuncional» en plena Zona Franca que iba a dar empleo a doscientas personas. Iba tan en serio la cosa que hasta se podía enviar el curriculum a través de la página de Torrot. Y luego, la nada. Porque en febrero de 2020 –antes de la pandemia, que el virus no tuvo nada que ver- la empresa decidió llevarse los pollos, la gallina y los huevos de la Lechera a Gerona. Y adiós al «centro de industria conectada 4.0» y al espónsor de las camisetas del Cádiz C.F., con lo contento que estaba el entonces alcalde por la recuperación industrial de nuestra ciudad.

Y ahora, que ya nos creemos menos las cosas, se acaba de presentar el proyecto Sportech City del Cádiz C.F. –con la manía de ponerle a todo, nombres que acaben en tech- que además de construir un gran centro de eventos y una «universidad» –tan largo me lo fiais- y una clínica especializada en deporte, va a dar trabajo a cuatro mil personas mientras se edifica y generará dos mil novecientos puestos de trabajo estable en la ciudad. Maravilloso, que diría el chiste, porque Enrique Porta, socio de la consultora KPMG, lo dijo de nuevo «Sportech generará miles de empleos y riqueza en la zona, y será polo de atracción para el talento y la tecnología más avanzada y respetuosa en torno a la industria deportiva». Igualito que García Márquez, que curiosamente, no estuvo entre las referencias de Manuel Vizcaíno pese a que, en algún momento, le traicionaron su corazón de poeta, «en Cádiz somos el Caribe, pero sin mosquitos» y de cinéfilo consumado, citando «Pretty Woman» –cada uno tiene sus referentes- para señalar que se sentía como Vivian Ward de compras por Melrose Place.

Ahí lo tiene. Seremos grandes, seremos fuertes, tenemos un sueño y tenemos dinero, fue, más o menos, el mensaje lanzado en la presentación del Sportech, que contará con «industria blanca, industria tradicional, logística y un hub» para desarrollar el talento, aunque no se sepan aún muchos detalles de cuándo y cómo estará en funcionamiento el gigante deportivo que nos cambiará la vida, o no y que se instalará, presumiblemente, en los terrenos de Delphi.

Y aunque el concejal de Deportes de Puerto Real –la localidad donde se supone que se va a construir el Sportech- prefirió moverse y no salir en la foto, no faltó casi nadie en el retrato de familia. Tampoco faltó Rafael Contreras. A ver en qué queda esto.

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