LA HOJA ROJA
Llego con tres heridas
Hablaban de lo de siempre: de la escuela de hostelería, del nuevo pabellón deportivo, y cómo no, de Valcárcel, que ya sabemos que un clásico no defrauda nunca, ni siquiera en versión remake
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Iniciar sesiónNo hace falta que le diga que en este mundo traidor está todo inventado. Todo. Y todo se repite, una y otra vez, como si los dioses no hubiesen tenido bastante con Sísifo, la piedra y la inutilidad de su tarea. El mecanismo es sencillo, ... se trata de poner encima de la mesa pocos temas y muchas variantes para que todo parezca distinto, -el «gatopardismo» hecho arte- siendo lo mismo; variantes sobre el mismo tema, lo llamamos, incluso. No hace falta que se lo diga, pero si la semana pasada le contaba lo del hotel de Puerto América, esta semana no tengo más remedio que volver tropezar con la misma piedra del rey de Corinto. «No es lo mismo -dirá usted, como Alejandro Sanz- es distinto». Puede que lo sea, pero suena igual, qué quiere que le diga.
A los que tenemos la costumbre, o el vicio, de leer nos suena casi todo, porque todo el canon literario se reduce a tres temas: el amor, la muerte y la vida. A partir de ahí, lo que nos quieran contar, pero todo girará en torno a las tres heridas que cantaba Miguel Hernández: el amor, la muerte y la vida, en el orden que usted prefiera, que en esto la propiedad conmutativa no tiene intereses. Así que, irremediablemente, las palabras del alcalde y de la presidenta de la Diputación en la presentación del avatar del pabellón Portillo me llevaron al poema del poeta pastor: «estas tres heridas las vamos a curar porque ya estamos actuando sobre ellas». No, no hablaban de la vida, ni de la muerte, ni siquiera del amor. Hablaban de lo de siempre: de la escuela de hostelería, del nuevo pabellón deportivo, y cómo no, de Valcárcel, que ya sabemos que un clásico no defrauda nunca, ni siquiera en versión remake.
Puede que sean tres heridas graves, pero desde luego, no son las únicas que atraviesan el corazón de esta ciudad. Sí son, las más escandalosas y las que más tiempo llevan infectadas. La de la Escuela de Hostelería tiene, además, secuelas importantes, porque del futuro imperfecto del IES Nuestra Señora del Rosario mejor ni hablar. Museo de Arte Contemporáneo -con una transformación integral en Edificio NZTB', Memorial de las Libertades, Centro de Empresas, Colegio Mayor universitario, centro cultural de la Semana Santa y el Arte Sacro -no diré otra vez lo pollo, lechón y ternero, porque ya estoy muy vista con eso- para ser, al fin, la sede de la nueva Escuela de Hostelería de Cádiz, o no. Ya se verá. Como lo del pabellón Portillo que pondrá su primera piedra en 2026 y estará hecho en menos de tres años, renovando el barrio del Avecrem -eso han dicho- con aparcamiento, centro comercial, cerrando «una de las heridas urbanas más visibles de la ciudad». Bueno, también se verá.
Lo que sí parece que está visto para sentencia es el cambio de nombre del puente viejo -puente viejo habría estado bien, ¿no le parece? - por el del poeta portuense Rafael Alberti, que ya tiene en Cádiz, a su nombre, un instituto, una asociación de vecinos y un barrio completo rotulado con sus obras. No llega al nivel de Celestino Mutis, pero por ahí andan los tiros. Y no es que yo esté en contra de que el premio nacional de literatura de 1925 de nombre a un puente que une Cádiz con Puerto Real, líbreme el cielo de poner en cuestión las excelencias poéticas del autor portuense. Es que a mí me parece, y siempre me ha parecido, un error que los edificios, puentes, calles y todo lo que sea público lleve el nombre de una persona, porque luego pasa lo que pasa, que todo el mundo tiene su arma en su armario y detrás de ti vendrá quién bueno te hará. Pero como no me tiene que parecer bien a mí, daremos por bueno que los bracitos del Puente lleven el nombre de Alberti. Da lo mismo, y más en una ciudad como la nuestra, donde seguimos hablando de cuarteles, residencia, la camelia… qué le voy a decir que usted no sepa. Que el puente se llamará como se llame y aquí lo llamaremos como sabemos.
Todo va deprisa, como en Vigo, donde ya han empezado los trabajos para la iluminación de Navidad, con 29 grados que hacía el miércoles, porque hay que estar prevenidos. 12 millones de luces led para adornar 460 calles y que nadie se quede sin saber qué ya es Navidad en la ciudad de Abel Caballero, la ciudad de las luces. Todo lo contrario de lo que pasa en Chiclana, donde también son previsores, pero para avisarnos de que el 2 de agosto de 2027 habrá un eclipse total de Sol como no se veía desde 1870. El alcalde, previsor también, ha presentado una web y un contador en tiempo real con los días, las horas, los minutos y los segundos que faltan para el eclipse, que se instalará en dependencias municipales como Servicios Sociales -no haré ningún comentario-, el Mercado o el propio Ayuntamiento. Dice el alcalde de Chiclana que «se trata de un acontecimiento tan importante, que el Gobierno de España ha creado una comisión con 13 ministerios para coordinarlo». Me quedo más tranquila sabiendo que el gobierno de España está en ello, aunque ni ellos mismos, ni nosotros, sepamos dónde estaremos el 2 de agosto de 2027, ni si se habrán cerrado nuestras heridas.
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