HOJA ROJA

Yo soy fenicia

Porque podríamos decir que estamos hechos de pedacitos de una historia que nunca nos contaron del todo bien, y eso que nos la contaron desde el principio.

Yolanda Vallejo

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Como se trata de ser más fenicio que Mattán, el musculado Mattán, el sordo Mattán, el desdichado Mattán -lo siento, pero me gustaba más cuando se llamaba Valentín-, me gustaría salir a la calle proclamando mi orgullo a los cuatro vientos, tipo «soy Aragorn, hijo ... de Arthorn, heredero de Ilsidur, señor de los Dunedain, heredero del trono de Gondor, me llaman Elessar, piedra de Elfo…» y todo ese rollo que se marcó Tolkien en «El señor de los Anillos». Podría decir algo así como «yo soy hija de Astarté, de la isla de Cotinusa, la mayor de las Gadeiras, familia de Hanan-baal y de Baal-Hamon, del señorío de Ptah esquina con Pasquín…» o cualquier otra cosa parecida, porque en esto tampoco hay muchas fórmulas. Que, si aceptamos que veinte años no es nada, tres mil tampoco, y ya Estrabón criticaba que por aquí hasta los niños de pecho le iban vacilando de sus ancestros fenicios; ya ve los niños -y las niñas- de Gades también estaban orgullosos de su historia, de nuestra historia.

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