LA HOJA ROJA
No se equivocó la paloma
Esta ciudad necesita una limpieza a fondo y no lo digo como frase hecha. Lo digo porque lo veo, igual que lo ve usted, y no me refiero solo a baldear y limpiar las calles, que también
Se estima que en España hay unas cuatro ratas por cada diez habitantes. Un promedio aceptable, si tenemos en cuenta que, hasta no hace mucho, la ratio establecía aquello de siete ratas por habitante que fue, durante años, un clásico en nuestra ciudad. Según EZSA - ... que es una empresa que se dedica a contar ratas- la población de roedores miomorfos en nuestro país asciende a veinte millones. Veinte millones de ratas dando vueltas por las cloacas españolas equivale casi a la mitad de los habitantes del país, rata arriba, rata abajo, que hasta para esto hay que tener suerte; en Madrid, por ejemplo, la proporción se cifra en tres ratas por habitantes mientras que en Valencia la ratio apenas tiene relevancia. No tiraré del recurso fácil de lo de las paellas de la albufera, pero alguna explicación tendrá, claro.
El caso es que en Cádiz las ratas han tomado las calles. Dicen que son las primeras en abandonar el barco antes de un naufragio y de ser cierto, haría mucho tiempo que nuestra ciudad estaría catalogada como «rata-free». Pero aquí parece que no solo no han abandonado sino que se están haciendo las dueñas de fincas vacías, de parques y jardines, e incluso de centros oficiales. Hay ratas por todas partes, según los vecinos, que no paran de denunciar la presencia molesta de roedores -»hemos llegado a ver quince a la vez», dicen- y la falta de control y mantenimiento por parte del Ayuntamiento, que se excusa en que la campaña de desratización se lleva a cabo en la ciudad durante todo el año, y recuerda la importancia de no alimentar animales en la vía pública, algo que a los vecinos -y las vecinas- se nos suele olvidar.
No es un problema nuevo este. Recuerde aquello de los carnets de alimentadores de gatos callejeros -¿seguirá estando vigente lo de los carnets?- para mantener en perfecto estado a las veinte colonias de gatos registrados en 2017. Y recuerde también a los alimentadores de palomos que iban, de plaza en plaza, provistos de bolsas de pan duro para espanto de bares, terrazas, paseantes y vecinos de determinadas calles que quedaban hechas un desastre después de la hora del bocadillo de los palomos. La sobre población de palomas en Cádiz sigue siendo un problema, a pesar de las medidas tomadas en 2022 para el control de la población palomar, que aseguraban la reducción de la misma en casi un noventa por ciento -se hablaba entonces de pasar de nueve mil palomos a mil ochocientos cincuenta, así de precisa era la empresa que iba a llevar a cabo el programa- y liberaría a la ciudad de los problemas sanitarios, turísticos y patrimoniales que acarrean estos bichos -llámeme lo que quiera-, a los que muchas veces se les ha denominado «ratas con alas» por su comportamiento masivo y agresivo.
Entre el cielo y el suelo estamos apañados. Entre las gaviotas, la palomas y las ratas tenemos un serio problema en esta ciudad. Un problema que, posiblemente, se vea agravado en los próximos días cuando entren en escena las cucarachas, al calor -nunca mejor dicho- de las alcantarillas y sumideros de la ciudad y que tiene difícil solución. El pasado jueves aprobaba el pleno municipal la adjudicación de los servicios de Mantenimiento Urbano y Parques y Jardines, un hecho calificado de «gran día» por el equipo de Gobierno que pone sobre la mesa la necesaria ejecución de trabajos los trabajos de limpieza y de control de los espacios públicos de nuestra ciudad. Chica tarea tienen, la verdad.
Esta ciudad necesita una limpieza a fondo y no lo digo como frase hecha. Lo digo porque lo veo, igual que lo ve usted, y no me refiero solo a baldear y limpiar las calles, que también. Las pocas zonas verdes -más allá del parque Genovés- que tenemos presentan un estado lamentable, igual que los parques y jardines donde se supone que juegan nuestros pocos niños -y niñas. No me extraña que la ciudad esté tomada por las ratas, y por las palomas. Ni me extraña que haya quien se entretenga en dar de comer a estos bichos que cada vez son más y se asustan menos de la presencia humana, ocupando un espacio que no les corresponde pero que tampoco nadie les prohíbe. Sí, visto así, parece una distopía, pero es que esta ciudad es muy distópica, que ya lo decía George Orwell : «Todo lo que camina sobre dos patas es un enemigo. Todo lo que camina sobre cuatro patas, o tiene alas, es un amigo».Ya lo sabe, todo está en los libros o en Paquita la del Barrio: «rata de dos patas...»