la hoja roja
Casi cien mil
Seguro que en esto de la caída en picado del número de habitantes de nuestra ciudad habrá negacionistas, como los hay del cambio climático o de la turistificación, porque tiene que haber gente para todo, claro está
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Iniciar sesiónSeguro que en esto de la caída en picado del número de habitantes de nuestra ciudad habrá negacionistas, como los hay del cambio climático o de la turistificación, porque tiene que haber gente para todo, claro está. Que somos cada vez menos no es una ... opinión, ahí están los datos del censo para ponernos frente a frente con uno de los problemas más graves que tiene Cádiz. Según el Instituto Nacional de Estadística, de principios de 2023 a enero de 2024 –los datos correspondientes al primer semestre de 2025 en la provincia no son más esperanzadores- hemos perdido ochocientos noventa y siete vecinos, y vecinas, casi mil personas en la ciudad. Algunas más, si tenemos en cuenta los datos aportados por un estudio recientemente publicado que ponía el acento en la pérdida de población de algunas capitales de provincia en los últimos veinticinco años. Si hacemos caso al informe, en el último año, la ciudad de Cádiz habría perdido mil ciento sesenta y tres habitantes, encabezando los registros negativos de población estatal y poniendo en evidencia que somos pocos y nos conocemos mucho,
Porque lo fácil sería ahora echarnos las manos a la cabeza, rasgarnos las vestiduras y hacer una cacerolada exigiendo al Ayuntamiento, qué se yo: más trabajo, más aparcamientos, más viviendas… porque andamos en la cuerda floja y, todos lo sabemos, no hay red que amortigüe la caída al vacío que nos acecha. Pero no podemos perder de vista los datos objetivos que arroja el censo: de los ochocientos noventa y siete –me fío más del INE- vecinos y vecinas que hemos perdido por el camino, 856 se han ido para siempre, si restamos los niños y niñas que nacen –quinientos veintiuno- al número de defunciones, que ascienden a mil trescientos setenta y siete. Es decir, en nuestra ciudad se mueren casi tres personas por cada nacimiento que se produce, lo que ya de por sí es un auténtico drama, porque no es que la gente se vaya a buscar trabajo o vivienda más allá del río Arillo, es que se muere más gente de la que nace, y ese problema sí que tiene difícil solución, que ya lo decía Saramago en «Las intermitencias de la muerte»: «La muerte es un misterio que nadie puede resolver». Así que, dejando al margen el cóctel resultante del envejecimiento de nuestra ciudad y la poca natalidad, habría que empezar a buscar soluciones de otro tipo para no seguir perdiendo población.
Bajar de los cien mil se ha convertido en nuestra peor pesadilla por todo lo que implicaría no solo a nivel político y económico, –que es mucho- sino a nivel social, que no hace falta que le diga que somos pocos y cada vez más viejos –diré mejor «mayores» para que nadie me acuse de edadismo- y con más achaques. «Nos va la vida en no bajar de los 100.000 habitantes», ha dicho en reiteradas ocasiones nuestro alcalde. Y es cierto, nos va la vida en ello, porque bajar el escalón de las cinco cifras, supondría la pérdida de unos cuarenta millones de euros para las arcas municipales, provenientes de la Participación de los Ingresos del Estado y de la excepcionalidad que consiguió para nuestra ciudad Teófila Martínez en 2003, argumentando que las opciones de crecimiento eran muy limitadas, teniendo en cuenta las particularidades –casi insularidad- de Cádiz. En aquel año éramos, más o menos, ciento cuarenta mil habitantes y el fantasma de los cien mil aún no había venido a visitarnos; ciento diez mil novecientos catorce somos ahora, y bajando.
La frontera de los cien mil no es solo emocional, que también. Implicaría la pérdida de concejales, –nos pondríamos en 25 como Chiclana, San Fernando o La Línea- implicaría menor inversión pública –no sé yo el hospital, la ciudad de la justicia, el tren y todas esas cosas-, nos comprometería mucho a nivel empresarial y nos condenaría a ser lo que casi ya somos, una ciudad turística, con todas las servidumbres que eso implica y sin los beneficios que se le suponen. Que está muy manido lo de «vivo donde tú veraneas», lo reconozco, pero es rigurosamente cierto, tan cierto como que ya tenemos más perros que niños en Cádiz –en perrilandia nos vamos a convertir-, tan cierto como lo que ocurre en Candelaria cada noche, aunque nos duela reconocerlo. Pero no hay que perder de vista que, detrás del verano, siempre llega el invierno, «aunque no quieras» que cantaba la más grande. Y nos va a llegar a todos.
Contener la hemorragia de pérdida de población va a ser complicado porque los efectos secundarios del tratamiento pueden hacer que sea peor el remedio que la enfermedad.
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