Opinión

El Cádiz que lee y que se lee

Esta semana, como usted sabe, hemos celebrado el Día del Libro leyendo. Y, parafraseando a Gómez de la Serna, podríamos decir, «en Cádiz, el 23 de abril o lees un libro o te lo leen»

Yolanda Vallejo

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No estoy yo muy segura de que fuese Ramón Gómez de la Serna, el de las greguerías, quien dijo que, en Madrid, «cuando dan las siete dan un premio o te lo dan», una cita que ha sido aplicada en numerosas ocasiones a nuestra ciudad por aquello de que somos pocos, y nos conocemos mucho, y tenemos la mala costumbre de no coordinar las agendas -es tan pretencioso lo de coordinar las agendas como ridículo- para que no coincidan veinte cosas -actos, quedaría mejor- a la vez. Es muy tremendo, si usted lo piensa bien, porque normalmente la gente que acude a esos eventos está ya en la edad de tener que organizarse para tomarse a diario las tres nueces, la levadura de arroz rojo, el magnesio, el colágeno marino hidrolizado, hacer dos sesiones de taichí y acudir a clase de pintura en tres dimensiones. Total, que el público cultureta gaditano llega a la tarde a lo justo para echar una cabezada en cualquier presentación de libro, conferencia, performance, inauguración de exposición, concierto acústico, encuentro con alguien… ya sabe, lo que viene siendo esta ciudad nuestra a partir de las siete.

Porque en Cádiz, cuando dan las siete, o te dan una conferencia o eres tú el que la das. Nos hemos vuelto así de cultos y literarios; cosa que está muy bien, sobre todo porque hemos cambiado en pocos años las peñas por las academias, los ateneos y las bibliotecas. A mí, qué le voy a contar, me parece digno de reseñar, porque cada día nos parecemos más a los pueblos de la Sierra del Segura donde José Luis Cuerda rodó su mítica «Amanece que no es poco». Es cierto que no tenemos aún la devoción por Faulkner, pero a más de uno le ronda por la cabeza lo de «Yo es que he pensado que a mí también me gustaría ser intelectual, como no tengo nada que perder...»

Esta semana, como usted sabe, hemos celebrado el Día del Libro leyendo. Y, parafraseando a Gómez de la Serna, podríamos decir, «en Cádiz, el 23 de abril o lees un libro o te lo leen». Hasta cuatro lecturas continuadas se sucedieron el pasado miércoles. La Universidad, el colegio Tierno Galván y el Ayuntamiento, por la mañana, se disputaban el turno de los participantes leyendo el Quijote -no haré comentarios, que luego la gente se pone muy susceptible- con niños, con mayores, con representantes políticos, académicos, escritores, medios de comunicación… las fuerzas vivas de una ciudad que se resiste a aceptar que somos pocos -poquísimos- y nos conocemos casi todos. Por la tarde, la asociación «Amigos de Fernando Quiñones» organizaba una lectura continuada de su buque insignia, el autor del «Fotos de carne», con la misma gente, claro está. El Ayuntamiento optó, un año más, por leer a un autor gaditano, algo que resulta mucho más interesante que volver sobre las páginas de Miguel de Cervantes que, desde donde esté debe estar interiorizando que leer su obra una vez al año, no hace daño. Otro Miguel, en este caso García Argüez, protagonizó la lectura municipal con una de sus obras más gaditanas, una obra que debería ser lectura obligatoria, no en los colegios, sino que debería repartirse en cada uno de los hogares como se hacía antes con la guía de teléfonos, porque si hay una guía del gaditanismo esa es «Aguaviento». Ya ve, al final, no puedo resistirme y yo también ando enredando con esto de los libros y las recomendaciones literarias.

Y para recomendaciones literarias y gaditanas, también se presentaba el miércoles la segunda entrega de «Sin Acritud. Cádiz contando en voz alta y clara», un recopilatorio de los artículos de opinión que cada domingo escribe Ignacio Moreno Bustamante, director de LA VOZ DE CÁDIZ, y que son imprescindibles para conocer y conocernos, para saber de dónde venimos y poder ensayar hacia dónde vamos. En poco más de cien artículos se concentra la esencia más gaditana, la que huele -iba a decir a pan recién hecho, pero no tengo ganas de provocar- cuando amanece y la que se va enredando a diario en los quehaceres de esta ciudad, que no es capaz de quitarse las gafas de cerca y cuyo horizonte sigue alojado en su propio ombligo.

Dicen -no sé quién lo dice porque empiezo a sospechar que todas las citas son falsas- que la lectura perjudica seriamente a la ignorancia, pero no es cierto. De ser verdad, en Cádiz seríamos todos premios Nobel de algo y seríamos la cuota necesaria para que los índices de lectura de este país reventaran por lo aires. Leemos, sí, pero lo malo es que leemos solo un día y los trescientos sesenta y cuatro restantes no lo hacemos; y se nos nota mucho.

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