A tiempo

Ahora es muy fácil hacerse cruces y lamentar que, cuando había que hacerlo, nadie tomara decisiones adecuadas

Si se hubieran podado los árboles a tiempo, no hubiera hecho falta talarlos Raúl Doblado
Javier Rubio

Esta funcionalidad es sólo para registrados

Los árboles que estamos talando ahora son los que no hemos podado en condiciones en los últimos diez años. Las cotorras verdes que ahora invaden nuestros parques son las que no hemos querido cazar en el último lustro. Los fraudes que ahora enjuiciamos son los que se consintieron hace una década cuando la Administración estimulaba los despidos en las empresas para que el sistema siguieran alimentándose a base de comisiones. El colapso que el PP vaticina alrededor del rascacielos de la Cartuja en cuanto empiece a funcionar el centro comercial es el mismo que algunos intuíamos hace diez años, cuando el alcalde Monteseirín se ufanaba de traer la modernidad con esa pieza arquitectónica extraída del catálogo de César Pelli. Últimamente, vamos con retraso en casi todo lo que hacemos. O que dejamos de hacer. Y así nos va.

Ahora es muy fácil hacerse cruces con lo que estamos viendo y lamentar que entonces, cuando había que hacerlo, nadie tomara las decisiones adecuadas: que no se hubieran podado los árboles a tiempo; que no se hubieran exterminado las especies invasoras a tiempo; que no se hubiera detenido la estafa a tiempo; que no se hubiera previsto el caos de tráfico a tiempo. A toro pasado es muy fácil dibujar lances de ensueño; lo difícil es hacerlo a tiempo, cuando lo que todo el mundo consideraba prudente era mirar para otro lado y guardar silencio para no incomodar al poderoso de turno.

El otro día, un tipo corriente y moliente —ni más listo ni más guapo ni más alto que el resto— se plantó delante del juez a ratificar lo que había dicho a tiempo. Siete años atrás, cuando en vez de llevarse las manos a la cabeza y encogerse de hombros para no molestar a los de arriba como era costumbre, dejó por escrito las irregularidades que detectaba en los expedientes de regulación de empleo que le pasaban para su informe. Eso hizo. A tiempo, cuando valían de algo sus objeciones de funcionario cualificado.

Ese tipo se la jugó entonces como se la ha jugado ahora, porque a los poderosos de turno no les gusta que nadie les afee su conducta y les airee las vergüenzas. Entonces, de la indignación que le subía por las venas, sintió la necesidad de entrar en política. Ahora, cuando ya está en un cargo de portavoz municipal, ha puesto encima de la mesa su carrera para no transigir con la ley del silencio que tanto le conviene a los que tienen algo que esconder.

Decir las cosas a tiempo. Corrí a trasladarle mi enhorabuena a ese tipo moliente y corriente, que no se cree más que nadie pero tampoco menos, en cuanto supe de sus circunstancas. Los motivos concretos por los que lo felicité me van a permitir que los mantenga en el secreto entre ambos. Espero, eso sí, haberlo hecho a tiempo.

Comentarios
0
Comparte esta noticia por correo electrónico

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Reporta un error en esta noticia

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Muchas gracias por tu participación